lunes, 22 de octubre de 2012

El Racismo en Venezuela



“Lo cuentan las voces de los que se resisten”

Escritos históricos 

El Racismo en Venezuela

            El presente estudio discute el carácter racista de los medios de comunicación, específicamente de las industrias de publicidad, telenovela, modelaje y áreas relacionadas en Venezuela, enfocándose en la práctica de exclusión e inclusión estereotipada de las representaciones “negras”.

La discriminación contra las minorías raciales, étnicas, políticas, religiosas, de género, de orientación sexual y de capacidad física en los medios de comunicación, especialmente en lo relacionado a programas de televisión y de publicidad, ha sido ampliamente discutida en los Estados Unidos y en el Reino Unido en las últimas tres décadas. La emergente conciencia de los derechos de las minorías en los años sesenta y los activismos contra la discriminación a las minorías impulsó los estudios y las expresión de opiniones públicas para atacar el racismo, sexismo, clasismo y heterosexismo en los medios de comunicación.
 
            Hoy en día es común entender que la representación en los medios de comunicación masivos refleja una relación asimétrica de poder entre el sector dominante de la sociedad y la minoría social oprimida. Según Gross (1991), en relación con el caso estadounidense, las personas clave en estas industrias, desde propietarios de las empresas anunciantes hasta individuos en posición decisiva de operación cotidiana en los medios (los llamados gatekeepers),  poseen mayoritariamente las características de ser blancos, ser del género masculino, de clase media o alta, y de ser heterosexuales. No sólo es el estereotipo en los medios el que reproduce el prejuicio, sino que también la ausencia o poca presencia de grupos minoritarios es considerada como el centro mismo del problema, debido al poderoso efecto simbólico de amarrar a aquellos de minorías en el estrato más bajo de la jerarquía económica, política, social y de cultura dentro del estado nacional.

            En Venezuela, tanto el activismo contra el racismo en los medios como el estudio sobre él han sido temas poco usuales. De las publicaciones académicas, podemos nombrar sólo el análisis pionero del historiador estadounidense Winthrop Wright sobre humorismo gráfico en revistas hasta principios del siglo XX (Wright, 1990), así como el amplio mapeo del racismo contemporáneo presentado por el sociólogo francés Alain Charier (2000: capítulo II). Este último analizó la exclusión de la representación “negra” en la educación histórica en las escuelas básicas, el ámbito político parlamentario, las producciones de publicidad y telenovela, y el certamen de belleza “Miss Venezuela”.  Discutiendo la actitud de una gran mayoría de venezolanos de negar la existencia misma del racismo, Charier lo resume metafóricamente como el resultado de una “trampa ideológica” del discurso del mestizaje. La invisibilidad de la representación negra y el mito de la “democracia racial”, interiorizadas también por las propias personas “negras”, es la causa, según Charier, de la ausencia del activismo, investigación y consciencia sobre/contra el racismo en Venezuela.
 
            Mi interés personal sobre el racismo anti-negro en Venezuela nació, por coincidencia, a través de mi experiencia profesional en producción publicitaria durante la década de los 1980s, cuando ejercía un cargo de marketing en Caracas para una empresa japonesa de artefactos electrónicos.  En el proceso de desarrollo de una campaña para el lanzamiento del producto llamado “pantalla negra,” la agencia de publicidad propuso un comercial televisivo cuya idea central giraba alrededor de una serie de objetos “bellos, dinámicos y vanguardistas de color negro”. Como elemento protagonizante de esas imágenes, se proponía a una mujer “negra” del estilo de Whitney Houston, icono de belleza afro-norteamericana de aquel entonces.  Esta idea, que a mi juicio era estéticamente extraordinaria, además de poseer el argumento eficaz de marketing, fue objetada por el presidente (un japonés expatriado) de la sede venezolana de la empresa, quien insistió que el target del mercado (clase alta y media alta) rechazaría la presencia de una modelo “negra",  ya que “en Venezuela existe racismo”. Curiosamente, esta posición fue aceptada por mis colegas venezolanos sin generar discusión alguna contra tal precepto de racismo en Venezuela. Esta fue una de las tantas experiencias que presencié del “sutil” racismo en Venezuela en el campo del marketing y la publicidad.
             
Durante mi investigación doctoral a finales de la década de los 1990s, realicé un estudio de caso sobre un movimiento comunitario afrovenezolano. En él observé una penetración de la identidad mestiza aun en una comunidad donde la reivindicación de cultura afroamericana impulsó a construir la autoestima de los miembros del lugar. Allí, los actores declaran su identidad “afrovenezolana” cuando se trata de su “folklore”, y evitan asimismo referirse con el prefijo “afro” cuando construyen el discurso sobre la legitimidad de su ciudadanía (Ishibashi, 2000a; 2000b). La experiencia de observar esta contradicción de identidad entre lo cultural y lo social me hizo reflexionar sobre la complejidad de prácticas culturales en torno a lo étnico y a lo racial en una sociedad donde la ideología de mestizaje está interiorizada profundamente por el pueblo de descendencia africana. Por eso quedé convencido de la necesidad de ofrecer un estudio etnográfico sobre las prácticas racistas en Venezuela, para describir cómo funciona la práctica de exclusión de los “negros” en un país donde el discurso cotidiano niega la existencia de racismo. Asimismo consideré importante discernir la lógica a través de la cual se justifica esa exclusión y de observar cómo es aceptado el mensaje mediático de exclusión racial por parte del pueblo.

  Comentarios Finales
 
El desarrollo de estudios de Antropología física, social y cultural durante la segunda mitad del siglo XX ha revelado que la idea de “raza” no posee ninguna base sostenible como concepto científico para clasificar a los seres humanos. La “raza” es una construcción social, es decir, una estructura de categorías jerarquizadas que segregan a la población humana (Sanjek, 1996). Lo que produjo el racismo que conocemos no fue el prejuicio etnocéntrico existente desde la remota antigüedad, sino la relación colonial moderna entre dominantes y dominados, bajo un sistema de apropiación económica (Rex, 1970; Sanjek, 1996). Por eso, a pesar de los esfuerzos de las declaraciones de especialistas académicos, el concepto de raza y las prácticas racistas persisten, dondequiera que existan relaciones de poder coloniales y/o asimétricas. Esto ha sido sumamente significativo en la formación de discurso en el cual “Occidente” representa lo “superior y civilizado” y el “resto”, lo “inferior y lo salvaje” (Hall, 1992). Este dualismo estereotipado ha sido interiorizado en las sociedades americanas para marginar a los afrodescendientes y a los indígenas dentro de cada Estado nacional. En esta relación de poder, como dice Stuart Hall, los medios de comunicación juegan un papel central, porque “ellos forman la parte central de los medios dominantes de producción ideológica” (1981: 35). Hall explica:
 
Lo que ellos [los medios de comunicación] “producen” es, precisamente, representaciones del mundo social, de las imágenes, descripciones, explicaciones y marcos de referencia para comprender cómo es el mundo, y por qué funciona tal como se dice y se demuestra que funciona. Y, entre otro tipo de funciones ideológicas, los medios de comunicación construyen una definición de lo que es la raza, cuál es el significado de lo imaginario que la raza posee, y lo que se entiende por el “problema de la raza”. Ellos nos ayudan a clasificar el mundo en términos de categorías de raza.  (Hall, 1981: 35) [Traducido por Ishibashi. Las itálicas y las comillas son del autor H.S.]
 
Por eso, la marginación e invisibilización de los/as “negros/as” en los medios de comunicación es un problema de suma importancia, que debe ser debatido públicamente. Como lo expresó uno de los participantes de las mesas de trabajo de este proyecto, la ausencia de “negros/as” en los medios “muestra la discriminación racial y la exclusión solapada que existe” en esta sociedad venezolana.
 
En los Estados Unidos, cuna del saber del marketing moderno, hasta la década de los sesenta predominaba la publicidad con imágenes estereotipadas de minorías raciales. Sin embargo, esta tendencia experimentó un “cambio drástico” después de los movimientos a favor de los derechos civiles (Takezawa, 1999; Cortese, 1999). En este proceso, el activismo de organizaciones a nivel nacional en defensa de los derechos de las minorías, como la Asociación Nacional de Avance del Pueblo de Color  (National Association for the Advancement of Colored People: NAACP) y el reclamo contra los medios por sus prácticas racialmente prejuiciadas, formaron parte vital del movimiento de reivindicación social de las minorías.
 
La proliferación de imágenes estereotipadas y la “anulación simbólica” de la representación “negra” en Venezuela, en comparación con el caso de los Estados Unidos, es el reflejo de la ausencia, hasta hace poco, del activismo contra el racismo. Sin embargo, esto está cambiando. Vale la pena mencionar los emergentes movimientos en este campo. El primer ejemplo es la Unión de Mujeres Negras de Venezuela. Esta organización nació como producto de la participación de algunas feministas venezolanas en congresos internacionales de la Coordinación de Organizaciones No-gubernamentales de Mujeres durante la década de los ochenta.  Unión de Mujeres Negras ha desarrollado numerosos programas comunitarios de concientización sobre el racismo y para el mejoramiento de la autoestima de mujeres “negras”, así como de educación en etno-historia afrovenezolana, con el auspicio del gobierno nacional. Posteriormente, en la década de los noventa la organización recibió financiamiento para realizar una investigación que coordinaba el Banco Interamericano del Desarrollo sobre comunidades de ascendencia africana en América Latina. Reina Arratia, presidenta de la Unión de Mujeres Negras, ha sido una de las primeras figuras que ha aparecido en los medios (tal como en programas de televisión de alto rating) para denunciar la discriminación anti-negros en Venezuela, e inclusive los contenidos racistas en los medios de comunicación. La Unión de Mujeres Negras también ha sido primera organización en declarar la necesidad de acciones afirmativas en la política pública del Estado nacional (Charier, 2000).
 
El segundo es la Fundación Afroamérica, fundada en 1993 y presidida por el ya mencionado Jesús “Chucho” García. Después de varios intentos político social prematuros en la década de los setenta y ochenta con miras a la auto-determinación de la etnicidad afrovenezolana, a mediados de los noventa, García logra insertar su presencia como representante étnico afrovenezolano en los espacios globales para el desarrollo social-cultural-económico de las comunidades afroamericanas, tales como la UNESCO, la OEA, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, entre otros. García ha sido uno de los pocos intelectuales venezolanos que ha venido publicando regularmente textos sobre el racismo anti-negro en varios periódicos nacionales, así como en la propia revista de la Fundación. García también ha sido pionero en promover la idea de desarrollo sustentable en regiones del país con población afrodescendiente a través de actividades de micro-empresas y cooperativismo, resistiendo así la “folklorización”  del pueblo afrovenezolano.
 
Las actividades pioneras de estas dos organizaciones, junto con otras iniciativas en comunidades de eminente presencia afrovenezolana han dado lugar en 1999 a la creación de la Red de Organizaciones Afrovenezolanas, una confederación de ONGs afrovenezolanas, la primera en su especie en Venezuela. En el año 2001 la ROA participó en la III Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, organizada por la ONU en Durban, Sudáfrica (fue la única ONG venezolana en este evento.) Por el reclamo contundente sostenido por documentos convincentes preparados por la ROA para este congreso, el gobierno venezolano, por primera vez en la historia del país, admitió la existencia del racismo como problema social en Venezuela (García y Camacho, 2002; Mijares, 2003).
 
Lo que me parece muy importante al revisar el desarrollo de la Unión de Mujeres Negra, la Fundación Afroamérica y la ROA es que las ideas y argumentos novedosos para tratar el problema afrovenezolano, tal como son la denuncia contra el racismo, el reclamo de las acciones afirmativas o las propuestas de desarrollo sustentable de la economía local, son productos de las interacciones con activistas afro-latinoamericanas de otros países a través de eventos y espacios coordinados por agentes globales como el BID, el Banco Mundial, la UNESCO y algunas ONGs de alcance global. Así como lo señala Daniel Mato:
 
En los actuales tiempos de globalización, la producción social de representaciones de ideas de “identidad”, “cultura”, “biodiversidad”, “sociedad civil”, “ciudadanía” y otras que juegan papeles significativos tanto en la constitución de actores sociales como en la orientación de sus prácticas, se relaciona de diversas maneras con la participación de esos actores ―como por ejemplo organizaciones indígenas, civiles, ambientalistas, etc.― en sistemas de relaciones transnacionales en los cuales intervienen también actores locales de otros países y actores globales (Mato, 2001: 127).
 
A través del aprendizaje de conceptos claves y términos simbólicamente eficaces dentro de estos procesos globales, los actores afrovenezolanos también adquirieron prestigio como representantes de la “sociedad civil de base” y acumularon poder de negociación con el sector público, logrando por fin el reconocimiento de la existencia del racismo como problema social por parte del gobierno nacional. Lamentablemente a pesar de los importantes resultados históricos antes mencionados, el reclamo contra el racismo no ha alcanzado los oídos de muchos profesionales en los medios de comunicación, ni ha logrado transformar el hábito de vincular firmemente el índice socio-económico con el parámetro de densidad de pigmentación de la piel (mientras más oscuro el color de piel, mayor pobreza), ni tampoco ha logrado afectar el canon eurocéntrico de belleza (mientras más a la “africana”, es más “feo”), como hemos podido observar en este estudio.
 
Sin embargo, la interacción entre actores globales y locales, propia de la dinámica corporativa en el mercado mundial, parece estar influyendo en la transformación de prácticas de los medios en Venezuela. Durante la década de los noventa, bajo la tendencia de apertura de mercado y la aplicación de economía neoliberal, muchas empresas locales, tanto anunciantes como agencias de publicidad fueron fusionadas con o adquiridas por capitales extranjeros. En el marco de estos cambios, más y más estrategias y contenidos de comunicación vienen diseñadas desde afuera para aplicarse a nivel regional en América Latina. Piezas publicitarias protagonizadas por personajes de “razas minoritarias” suelen ser importadas desde afuera o son creadas localmente según lineamientos de marketing de su centro de operación regional, rompiendo así los esquemas de publicidad tradicional venezolana. La creciente cantidad de profesionales de este medio que tienen la experiencia de trabajar en otros países también parece estar influyendo para que éstos se identifiquen con el estilo de comunicación con mayor diversidad social y cultural.   
 
Lo que debemos contemplar es que este “respeto” a la diversidad está aplicándose en el mercado nacional venezolano como consecuencia de la dinámica propia de grandes corporaciones, proceso ajeno a los reclamos concretos anti-racistas de parte de los actores locales como la ROA. En los últimos tiempos de globalización, las empresas “progresistas” utilizan las estrategias de incluir las minorías raciales, étnicas, políticas, religiosas, de género, de orientación sexual, etc., para una mejor “administración de la diversidad” con el fin de organizar sus “energías diferenciadas” en el interés de la ganancia empresarial (Hardt y Negri, 2002: 66). Negri y Hardt lo reseñan:
 
Aún las poblaciones más híbridas y diferenciadas presentan un número proliferante de “objetivos de mercado” a los que pueden dirigirse estrategias de mercadeo específicas --- una para varones latinos homosexuales de entre dieciocho y veintidós años, otra para niñas adolescentes chino-americanas, etc.  El mercadeo posmodernista reconoce las diferencias de cada mercancía y de cada segmento poblacional, acomodando a esto sus estrategias. Cada diferencia es una oportunidad. (Hardt y Negri, 2002: 65)
 
Los activistas afrovenezolanos que han venido consolidando su posición ante el gobierno nacional, ahora tendrán que buscar una mayor efectividad para movilizar la sociedad civil en procura de construcción de diversidad cultural con el protagonismo de las minorías sociales, y así resistir a que las conviertan en un simple objeto diferenciado de marketing según el interés de poderes económicos o de la política desarrollista neoliberal del Estado Nacional. Para cumplir este fin, sería muy importante que los activistas e intelectuales afrodescendientes sostengan diálogos con los sectores de base directamente afectados por esa exclusión, a la vez que estimulen iniciativas populares para enfrentar los racismos. Los datos etnográficos y la discusión sobre las prácticas discriminadoras en este artículo son ofrecidos para facilitar el proceso de apertura de ese debate contra el racismo en Venezuela.  
 
Por Jun Ishibashi
Universidad de Tokio
3 septiembre 2007


     “Por una conciencia Socialista, dejémonos de guardar silencio”

No hay comentarios:

Publicar un comentario