viernes, 26 de agosto de 2011

Guerra colonial contra Libia

Por Stella Calloni

La perversión de agencias estadounidenses y europeas y sus subordinados en el mundo al llamar “guerra civil” a lo que está sucediendo en Libia, demuestra cómo se convirtió una intervención colonial contra un país, del que Estados Unidos y sus socios quieren apoderarse por diversas razones de intereses, en una “rebelión” interna que “humanitariamente” debía ser ayudada.

La realidad es que el pueblo libio soporta desde mediados de marzo los bombardeos salvajes de la Organización del Atlántico Norte (OTAN), contra un país de casi seis millones de habitantes, considerando que una buena parte de ese territorio es desierto.

Muerte y destrucción han producido los bombardeos en todo el país, para abrir camino a los mercenarios que fueron desde el principio el motor de la supuesta “rebelión” del pueblo contra Muammar Kaddafi.

No existe ninguna imagen de aquella rebelión “popular”, ni de la “excusa” -los supuestos “bombardeos de Kaddafi contra la población civil”- con que ampararon una intervención brutal en pleno siglo XXI.

Entretanto, esa población civil está siendo masacrada por sus “protectores” de la OTAN y sus hogares, escuelas, centros de alimentación, laboratorios medicinales, universidades, hospitales, todo destruido.

Nadie puede desconocer los avances producidos en Libia después que Kaddafi encabezara la rebelión que terminó con una monarquía colonial y con el status de colonia que tenía ese país en 1969.

Todo ese esfuerzo está siendo demolido, mientras siembran ese territorio con uranio empobrecido...

La resolución 1973 adoptada por Naciones Unidas el 17 de marzo de este año para establecer un supuesto bloqueo aéreo en Libia, tenía como única finalidad impedir al gobierno de ese país soberano defenderse. Esa resolución se tomó sin escuchar lo que los observadores directos tenían que decir.

Se aseguraban así de que Libia no tuviera defensa aérea. Y se puede anotar como una derrota moral que ese país haya resistido durante casi seis meses los bombardeos, dejando en evidencia que los tales “rebeldes” sin la OTAN no existen.

Basta ver una fotografía que circuló en las últimas horas y publicaron algunos medios, mostrando supuestos “opositores libios” cuyo físico, vestimenta y armamento los asimila a los típicos mercenarios que las potencias llevaron a esa región, para tener una dimensión de la verdad que ocultan los medios.

Para poder comenzar y sostener la intervención, Estados Unidos y sus asociados utilizaron los medios masivos de comunicación en el mundo, que en realidad están bajo su control militar y de seguridad.

En este caso contaron también con la colaboración interesada o desinteresada, pero cumpliendo el mismo objetivo, de algunos periodistas e intelectuales considerados “progresistas”, que fueron cómplices de esta intervención y de la red de mentiras que se utilizó para justificarla.

Ahora éstos esperan para justificarse ellos mismos, que gane la OTAN y cuente la historia de los vencedores sobre “las horribles violaciones de los derechos humanos cometidas” por el gobierno libio para encubrir lo que hacen los mercenarios y las tropas invasoras. Como lo hicieron en Afganistán, Irak o mucho antes.

¿Olvidaron tan prontamente a los “contra” nicaragüenses cuando atacaban desde las bases de Estados Unidos en Honduras a la Nicaragua sandinista, destruyendo aldeas, matando, torturando, violando a mujeres y niñas? Ronald Reagan les llamaba entonces “los combatientes de la libertad”.

Llamar “rebeldes” a grupos de mercenarios manejados por la CIA y sus asociados, es faltar el respeto a los rebeldes reales que luchan en el mundo por su liberación.

El pueblo y el gobierno libio no sólo tenían el derecho, sino la obligación de defenderse. Cualquier país del mundo bajo ataque extranjero tiene el deber de hacerlo.

Si logran quedarse con Libia para transformar el país en “una nueva Somalia” como denunció el pasado 19 de agosto el portavoz del Gobierno libio, Mussa Ibrahim, ante el incremento de los bombardeos de la OTAN, todos los países del mundo quedan en la desprotección total.

Con el añadido de que un fiscal argentino de la Corte Penal Internacional (CPI) quiere condenar a Kaddafi, mientras ampara las criminales intervenciones y el genocidio de Afganistán e Irak.

Somalía es un país sin gobierno, con una crisis alimentaria, y es lo que pretenden hacer de Libia las potencias occidentales al continuar los ataques "mientras nosotros trabajamos planes de paz" recordó también el vocero libio. (Telesur 19-8-11)...

Las autoridades advirtieron el 19 de agosto pasado que los bombardeos se incrementarían en días previos al aniversario 42 de la llamada Revolución Verde, que encabezó Kaddafi el 1 de septiembre de 1969.


A esta altura de los acontecimientos, cuando las potencias se han apropiado de los dineros del Estado libio, incluso han instalado en Washington una embajada del llamado Consejo de Transición, lo que nunca antes había sucedido, nadie puede dudar de que estos “rebeldes” jamás representaron al pueblo libio. De hecho antes de controlar territorio alguno, los “rebeldes” crearon el Banco Central de Benghazi. ¿Existe algo similar en la historia?

24 de agosto de 2011

lo cuentan las voces de los que se resisten.

“Por una conciencia Socialista, dejémonos de guardar ese silencio estúpido”






jueves, 18 de agosto de 2011

Estados Unidos y el chantaje atómico



(Lo cuentan las voces de los que se resisten.)

Estados Unidos y el chantaje atómico

En los últimos días el mundo estuvo al borde de una nueva invasión militar estadounidense. El riesgo no terminó. El temor a las descontroladas consecuencias de tal paso hizo vacilar a aliados claves de Washington, obligó a retroceder a otros y, sobre todo, activó la ya visible división interna de la burguesía imperialista estadounidense. La mano asesina se detuvo. Sólo para reactivarse en las últimas horas y plantear nuevamente el riesgo de invasión. No es éste el tema de las líneas que siguen. En este paréntesis inestable, imprevisible, conviene aprovechar la pausa para conocer algunos antecedentes ocultos.

Quienes parecen no comprender qué está en juego en estos momentos en el Magreb y en el mundo; quienes actúan a partir del supuesto de que con ayuda de Estados Unidos, desde su misma trinchera, podrá avanzarse hacia la democracia; quienes desde posiciones alegadamente revolucionarias arremeten como toro al rojo, en el supuesto de que en Libia ocurrió una insurrección idéntica a las de Túnez, Egipto y otros tantos países, harían bien en sopesar con cuidado la información que sigue.

Mi interpretación respecto de los sucesos en curso en el Norte de África y el Cercano Oriente la expuse en la nota “Washington apronta una operación militar regional con eje en Libia” aparecida en la edición de marzo de América XXI. Aquí me limito a dar una información escasamente conocida.

En condiciones diferentes a las que se describen enseguida, sin necesidad de recurrir al chantaje atómico pero con pareja brutalidad, Washington obró para desmantelar el programa de tecnología nuclear argentino. Quien esté interesado puede hallar fácilmente mi posición contra el titular del Ejecutivo que llevó a cabo aquel mandato imperial en los 1990. De modo que no cabe sospecha de condescendencia respecto de quien circunstancialmente se coloca en situación de no poder responder al chantaje atómico imperialista. Acaso la comparación contribuya a subrayar la premisa comprobada que sustento: Estados Unidos no respeta amigos ni conversos; sólo se detiene ante una posición antiimperialista consecuente -es decir, anticapitalista- cuya primer condición es que pueblo y gobierno aunados, con las mayorías conscientes y organizadas, tengan la voluntad para enfrentarlo.

***

Corre el año 2003. Ha transcurrido poco más de un mes desde la invasión imperialista a Irak. Un avión del Pentágono aterriza en el aeropuerto de Trípoli; personas con ropas civiles pero actitud de operativo comando descienden de la nave. Con premura montan a una caravana de vehículos especiales que parten a toda velocidad. No es presumible que sus ocupantes se interesen en la belleza regalada por el Mar Mediterráneo desde el costado derecho de la amplia avenida por la que avanzan sin obstáculos ni luces rojas. Van a una reunión secreta con Muammar al Gaddafi.

A la luz del episodio que ocurrirá inmediatamente los acontecimientos en curso por estas horas adquieren un color diferente y es posible ver desde otro ángulo la relación posterior del dirigente libio con Estados Unidos y Gran Bretaña. Aunque los cambios internos habían comenzado 20 años atrás.

La delegación estadounidense está encabezada por Robert Joseph, alto funcionario enviado por la Casa Blanca con un mensaje secreto. No hay rodeos ni gestos diplomáticos. Con el estilo seco y directo propio del carácter anglosajón, acentuado por la altanería imperial, Joseph transmite un ultimátum: Libia entrega de inmediato a técnicos de Washington todo el material adquirido para la construcción de armamento atómico. En caso de no hacerlo, la capital y las principales ciudades del país serán bombardeadas por la fuerza aérea estadounidense.

Cambio de escenario: apenas horas atrás la secretaria de Estado Hillary Clinton acaba de decir lo mismo, esta vez públicamente: “todas las opciones están sobre la mesa”.

En la voz de Joseph el mensaje era idéntico pero inequívoco: si la descomunal superioridad bélica del imperio no fuera suficiente, allí están los cohetes con cabezas nucleares.

Todo está listo para la operación de guerra y el golpe será letal, asegura el halcón republicano. No hay espacio alguno para la negociación, dice. Ni prórroga para cumplir la decisión del gobierno de George W. Bush.

¿Choque de culturas?

Asistido por los servicios de espionaje ingleses (la CIA no da para tanto) Joseph hace alarde de información: Gaddafi ha comprado a Abdul Qadeer Khan, uno de los cerebros del programa nuclear paquistaní, alrededor de 4.000 centrifugadoras para enriquecer uranio. Cuenta además con planos detallados con los cuales podrá construir una bomba atómica. Ha pagado por esto unos 200 millones de dólares. También tiene un importante arsenal de armas químicas. Debe entregar todo.

Pocos meses después (aunque bastante más de lo exigido por Bush), a comienzo de 2004 especialistas de Estados Unidos, Gran Bretaña y una delegación de la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA, por sus siglas en inglés), recibían en Tennessee la totalidad del material requerido por Washington.

Pese a la rudeza inicial de Joseph, hubo negociación: Estados Unidos compensaría el monto invertido por Libia con armas convencionales y equipamiento militar. Resulta, al fin y al cabo, que la prepotencia anglosajona no pudo imponerse a la pertinacia negociadora de la estirpe árabe. Luego se sabría que Gaddafi mantuvo una porción del uranio enriquecido con el que contaba. Descubierto el intento, ese saldo sería entregado recién en 2009. La CIA continúa con la sospecha de que Gaddafi guardó también armamento químico. Ahora se revela, además, que el material requisado a Libia fue a aumentar el arsenal atómico estadounidense. Y que este país no cumplió su compromiso de entregar armamento y equipo al gobierno libio.

Erosión irreversible

No es una novela de espionaje. Ni la teatralización de un rumor. Luego de cumplida la operación de chantaje extremo, los funcionarios de Washington se encargaron de difundirla en la IAEA, con suficiente cuidado como para que pareciese una infidencia y con la amplitud necesaria para que cada gobierno tomara exacta cuenta del nuevo estilo que emplearía de allí en más la diplomacia yanqui.

Aquellos emisarios hablaron sólo con quienes debían informar, exclusivamente y bajo condiciones de estricta confidencialidad, a sus Presidentes. Ocultaron, por supuesto, el incumplimiento del compromiso de entrega de armas y equipos convencionales. No tanto para resguardar el honor anglosajón y la condición de elevado caballero de Joseph, sino para preservar la futura capacidad de negociación de Washington con otros Estados.

Ahora todo está a la luz. Y esa falta de compromiso del imperio para cumplir acuerdos, sea con súbditos o con enemigos, es potencialmente más grave que las revelaciones de WikiLeaks, con las cuales quedaron desnudos tantos políticos burgueses amigos de las embajadas yanquis.

Por donde se mire, las columnas del imperio se erosionan. De allí no se debería concluir que el chantaje atómico ha terminado.


Luis Bilbao América XXI
8. Mar.2011 / 07:35 pm /

“Por una conciencia Socialista, dejémonos de guardar ese silencio estúpido”