“Lo
cuentan las voces de los que se resisten”
Identidad y
tradición
EL MISTERIO DEL CATATUMBO
El pasado 28 de Enero el enigmático Relámpago del Catatumbo pasó a engrosar
las hojas de “El
libro de los Récords Guinness”, gracias a la gestión que desde el año pasado
hiciera el ambientalista venezolano Erik Quiroga. Tal solicitud la hizo el 23
de Agosto de 2013, en la cual pidió se reconozca a tan impresionante fenómeno
natural que se forma al Sur del Lago de Maracaibo, exactamente en el Parque Natural Ciénagas del
Catatumbo como “Único fenómeno meteorológico capaz de producir en un año 250
relámpagos por km2, durante 240 noches”. Éste ciclo de tormentas eléctricas se
inicia en el mes de Abril y culmina en el mes de Noviembre.
Éste día el Zulia se llenó de júbilo, no solo por el reciente
acontecimiento que ocasionó el enigmático Relámpago del Catatumbo, sino además
porque celebraron con entusiasmo el doceavo aniversario del “Día de la
Zulianidad”, el mismo fue decretado así por el ex gobernador Manuel Rosales en
el año 2002, aunque los zulianos han estado reconociendo y celebrando ese
sentimiento desde 1821 cuando el Gobernador, Intendente y Comandante militar Francisco Delgado, declaró a la
Provincia de Maracaibo, independiente de España y unida al gobierno de la Gran
Colombia.
Estos sucesos entre otros, marcan en los zulianos un arraigado regionalismo
y un bello sentir de identidad, con el que logran hacer, que los que no somos
de allá, sintamos un grato aprecio por tan emblemática porción de tierra
venezolana, induciéndonos a conocer cada vez más de su génesis, sus
personalidades, sus localidades, sus mitos y leyendas entre otras cosas.
Pensando en el Relámpago del Catatumbo y en el Día de la Zulianidad, me monté
sin querer queriendo en las alas de Morfeo y volamos hasta épocas primitivas, allí
descendí. El paraje era fantástico; y a mi encuentro vino un anciano que me dijo:
Cuando Sabaseba el Dios creador, encontró la tierra, la misma estaba oscura
e inhóspita, entonces se puso a trabajar en ella, la moldeó a su antojo, creó
las plantas, los ríos, los mares y los fenómenos naturales como el sol, la luna,
las estrellas, las nubes, la lluvia, el arco iris, etc., la hizo habitable para
todos los seres vivos, humanos y animales.
Como buen Dios les enseñó a pescar, a cazar, a construir sus chozas, etc.,
además les estableció reglas de conducta y normas de comportamiento, en donde
les prohibió tener ídolos y templos, asimismo les indicó que para hablar con él
debían ser autorizados por el más anciano de ellos.
Luego, a orillas del río, Sabaseba sembró la semilla del árbol de la vida,
al cual llamó “Catatú”. Este creció tanto que traspasó las nubes y tocó el
cielo, entonces ordenó a sus hijos los Motilones o Bari que se cortaran el
cabello a nivel de las orejas y fueran tejiéndolo hasta hacer un par de lianas
que llegaran a la tierra. Bajaron por un lado los hombres y por el otro las
mujeres, hasta llegar al lugar que su Dios les indicó.
“Los primitivos Bari o Motilones se asentaron en estas selvas pantanosas
por los numerosos caños, ríos, ciénagas y lagunas que aquí se encuentran, además
de la gran fauna que tiene. Tanto así es la última mencionada, que cuando las
aves alzan el vuelo, el cielo se oscurece. Entre las mismas puedo mencionar el halcón, el
alcatraz, el águila, el pelicano, la gaviota, la guacamaya, la cotorra y el colibrí. Por otra parte, tanto
en la tierra y el agua tenemos mamíferos y peces como el araguato, el oso, el
venado, el chigüire, la lapa, la danta, el tigre, el puma, el zorro, el
báquiro, las iguanas, caimanes, lagartos, tortugas, ranas, lagartijas, sapos, serpientes,
los Voladoritas, los Chupapiedras, los Manamanas, los Bocachicos, los Beta Betas,
las Sardinas Tolombas, los Doraos, los Ballitos, las Rayas de rió, las Piletas,
las Agujetas y los Bagres entre muchos otros. También en el ambiente marino
tenemos a las Toninas y los Manatíes, a estos particulares mamíferos se le
atribuyen poderes mágicos. Dicen que las Toninas son mujeres que se bañaron en el río y se
convirtieron en pez, por eso les gusta ayudar a los pescadores y curar a los
enfermos, y los Manatíes consuelan con su canto a aquellas personas de buen
corazón que de alguna manera pasan por momentos difíciles”.
Había transcurrido el tiempo y estaban los Bari festejando el día en que
habían llegado a la tierra, tenían mucha comida y bebida, además de juegos de
confrontación personal con los que agradaban al Dios creador. De pronto
apareció en el festejo un joven muy apuesto, no era Bari, nadie lo conocía,
tampoco sabían de dónde provenía, algunos comentaron que era un Saimadoyi,
que llegó allí navegando por el Río Catatu, guiado por las Toninas y los
Manatíes, quienes le notificaron con sus cantos de los juegos y halagos que
ofrecían a Sabaseba.
El joven forastero se acercó a Sadouyi el más anciano de todos y le habló
al oído, éste inmediatamente llamó a Sibabio, su hija mayor. Era una mujer muy
hermosa pero no era joven, aunque sus características físicas la hacían lucir
muy sensual, su brillante piel morena y su larga cabellera armonizaban con el
sol a cada paso que daba cuando se acercaba hacia ellos, acudiendo al llamado
que le hiciera su anciano padre.
Ella sabía de las intenciones de aquel llamado, su corazón palpitaba
fuertemente. Pensaba que al fin había llegado la hora de unir su vida a la de
alguien mas, tener hijos y envejecer a su lado. Él por su parte, también
pensaba lo mismo, pero intuía algo que no entendía, y ese presentimiento lo
confundió con la emoción del momento.
Al llamado de Sibabio también acudió Cira, su joven hermana, quien no había
sido convocada, pero su inquietud juvenil y su gran curiosidad pudieron más que
el respeto que sentía por su anciano padre y hermana mayor; el forastero quedó
impresionado y prendado de Cira. Su angelical y lozana belleza se destacaba por
sobre la de todas las mujeres presentes incluso la de su sensual hermana.
El forastero ahora tenía un problema ¿A quien debía desposar?. A la sensual
Sibabio, y cumplir con la tradición, o romper con ésta, y llevarse a la joven
Cira de quien había quedado prendado desde el primer momento en que la vio. Sadouyi
contrariado por lo que estaba sucediendo decidió retirarse a su sitio de
oración para comunicarse con Sabaseba y tomar una decisión. Mientras el anciano
oraba, la tención entre las hermanas y el forastero crecía. Pocos minutos
bastaron para que entre ellas se fomentara un gran odio y un terrible deseo de
competencia para tomar a aquel hombre como trofeo de guerra.
Las hermanas decidieron sin el consentimiento de su padre, luchar entre
ellas, la justa fue encarnizada, ambas eran buenas combatientes (La mayor había
enseñado a la menor). A cada segundo que transcurría le seguía un acto mas
violento que otro, la rivalidad por aquel hombre estaba desencadenando en una
descomunal contienda. Cira comenzó a dominar el combate, mas por su resistencia
y juventud que por sus técnicas. Sibabio estaba agotada, el peso de los años conspiraba
en su contra, sacaba fuerzas de donde no tenía pero todo era inútil, el
agotamiento no le permitía seguir en la reyerta y su sueño amoroso se alejaba
cada vez más.
La pelea fue interrumpida por Sadouyi, el anciano padre, quien indignado
por lo sucedido desterró a Cira su joven hija y dio en matrimonio al forastero
a la sensual Sibabio, no sin antes señalarle que esa fue la decisión de
Sabaseba, quien además le advierte que esté pendiente siempre de su mujer y su
hijo ya que sobre él pesa un mal presagio, asimismo le prohíbe buscar a Cira ya
que ella faltó a las reglas de conducta y normas de comportamiento impuestas
por él antes de habitar este lugar.
El forastero se casó con Sibabio como lo establece la tradición Bari,
aunque sus pensamientos siempre estuvieron posados sobre Cira y en aquella
advertencia que le hiciera Sabaseba ¿Qué me quiso advertir el Dios creador?, por mucho que lo pensaba aún no lo
entendía. Un día recordó que en el
camino a tierras Bari se recostó de un gran árbol que tocaba el cielo y allí se
quedó dormido. En ese momento comenzó a soñar miles de cosas cuando de pronto
se le apareció un espíritu con cuerpo de mujer y cabeza de pájaro, que
dirigiéndose a él le dijo: “En tiempos
primeros hubo un gran desastre que oscureció todo el territorio por lo que
habrá que hacer sacrificios para fertilizar la tierra, de lo contrario todo
será piedra sobre ella”. Ahora estaba más confundido que antes, ¿Qué significaba el sueño?.
Había transcurrido el tiempo, la sensual Sibabio
dio a luz un niño “Bakurita”, el mismo era el orgullo
de todos, la madre, el forastero y el anciano, quienes habían sembrado sus
esperanzas en aquella hermosa criatura; el primogénito estaba próximo a cumplir un año de edad, cuando Sibabio sin
motivos aparentes le quita la vida al niño. El forastero aturdido y
apesadumbrado por esta situación, le cuenta a Sadouyi aquel sueño que tuvo antes
de conocerlos. El viejo lo mira fijamente y le comenta que esa mujer con cabeza
de pájaro es Bobali un espíritu maligno, también le dice que hay que hacer algo
pronto antes de que su hija poseída los convierta a todos en piedra.
El anciano después de orar largamente le dice al forastero, que Sabaseba le
ordenó taparle la cabeza a Sibabio para que no pueda ver nada, y se la lleven
inmediatamente al cerro, una vez allí, deben extraer el espíritu maligno del
cuerpo de la mujer antes de que se conviertan en una sola, si esto sucede habrá
que purificarla con fuego y Sabaseba hará el resto.
El forastero tomó su cuchillo y trató de extraer el espíritu maligno del
cuerpo de su mujer, pero no pudo, era demasiado tarde, ya Sibabio y Bobali se
habían metamorfeado en una sola, entonces, no le quedó otro remedio que
purificarla con el fuego sagrado; durante muchos días y noches estuvo
alimentando el fuego con leña incinerando el cuerpo de Sibabio, mientras, Sadouyi
oraba pidiendo a Sabaseba clemencia por el alma de su hija amada, quien
complaciendo al anciano esparció las cenizas por todas partes, y de estas,
según el sitio en el que cayeran creaba a hombres mujeres y animales
otorgándoles nombres y características, así surgieron los Yukpa, los Goajiros,
los negros, los blanco y muchos otros.
A pesar de lo ocurrido, el forastero no lograba sacarse de la cabeza la
imagen de la Joven Cira, y cada vez que éste acudía al río a bañarse o a
encontrarse con las Toninas y los Manatíes, estos le decían que siempre escuchaban
el canto triste y melancólico de Cira, que siempre la oían cantándole al río, a
las montañas, a los animales, a la luna y al sol, pidiéndoles a todos que guíen
los pasos de su amado, cuando éste decida ir a buscarla. Él sabía que al
prestarle atención a sus sentimientos de alguna manera se estaba anarquizando
en contra de los designios de Sabaseba, pero decidido estaba a correr el riesgo.
Un día preguntó a las Toninas y Manatíes si conocían el paradero de su
adorada, y estos dijeron que estaba en una de las cuevas de la Montaña Sagrada,
la cual es protegida por otra cueva, que llaman la Cueva sin Fin, la misma atraviesa
el territorio de Norte a Sur por debajo del agua y dentro de ella se encierran
grandes misterios, además la Montaña Sagrada esta rodeada por un inmenso
pantanal; un cosquilleo en la barriga y una risa de complacencia invadieron al
forastero, quien eufórico se apresuró a tomar camino en busca de aquella joven
que lo tenía cautivado, estaba seguro de llegar pronto al sitio señalado, ya
que en su primera travesía a territorio Bari había visto en el camino un
inmenso pantanal muy parecido al descrito por la Toninas y los Manatíes.
Para desandar
camino solo tomó su cuchillo y una mochila de piel de animal, la cual además
también le servía para beber agua; muchos días y muchas noches deambuló por las
tierras que él creía conocer, seguro estaba que la ruta era la correcta, pero
no alcanzaba a comprender porque ahora los senderos eran inhóspitos, no
entendía porque Sabaseba conspiraba contra él; los peligros acechaban a cada
momento, los animales depredadores eran de variadas especies, aunque eso no lo
mortificaba, lo que mas le preocupaba era la sensación de que alguien lo seguía
y vigilaba, por lo que siempre se preguntaba, ¿Qué secretos me prohíben amar a esa joven mujer? ¿Sadouyi acaso me
habrá mentido?
El cansancio hizo mella en el forastero, quien se recostó
bajo la sombra de un árbol que estaba a la orilla del río, no era grande como
el Catatú, pero brindaba una atracción especial, allí podía descansar para
reponer las energías y seguir desandando caminos. En sus pensamientos solo circundaba la imagen de la joven Cira, su
enigmática belleza y su gran habilidad para el combate, pero lo más
impresionante eran sus ojos azules, ellos parecían dos nubes dentro de aquel
angelical rostro cuando la vio por primera vez, y muy distintos cuando estaba
combatiendo contra su hermana, de esos ojos manaban rayos que minaban la
energía de su oponente.
Durante el hermoso trance en que el forastero pensaba en
su amada el atractivo árbol, magnificó su sombra, forjándola tan oscura como la
noche; un extraño sueño invadió al forastero, quien se percató de la situación,
sabía que no era de noche pero todo estaba oscuro, el sueño era incontrolable y
él luchaba para vencerlo; una bella mujer muy parecida a Cira se le acercó y le
pidió que no luchara más contra el sueño, que se quedara tranquilo, ella estaba
allí para acompañarlo y le tendió la mano en franco gesto de amabilidad, él le
extendió su brazo a ella, seguro estaba de haber encontrado a su amada, ella lo
tomó por la muñeca, en ese momento un extraño calor comenzó a invadir el cuerpo
del forastero y a cada segundo que transcurría el mismo era insoportable,
llegándose a convertir en fiebre alta.
El forastero sucumbía ante la hermosa mujer por causa del
sueño y del calor, pero nada le importaba siempre y cuando estuviera al lado de
ella, buscó besarla y hacerla suya antes de dormirse o morir cuando notó que
sus ojos no eran los mismos, de estos manaba candela, quiso soltarse y
separarse pero ésta lo sujetaba con fuerza, el forcejeo lo benefició porque
evitó que se durmiera sin embargo el debilitamiento no lo favorecía; a la
oscura noche se le unió un torrencial aguacero y la hermosa mujer se convirtió
en enorme sombra, el forastero no comprendía lo que estaba sucediendo y cada
vez luchaba con mas ímpetu ¿En donde está
la mujer? ¿Quién es esta sombra? se preguntaba a cada momento; ya no tenía
fuerzas para seguir, el agotamiento y la confusión lo estaban fulminando, de
pronto se acordó de sus amigas las Toninas y los Manatíes a quienes imploró su
presencia.
Cuando las Toninas y los Manatíes llegaron al sitio
notaron que el ambiente estaba oscuro como la noche e influenciado con una
extraña sensación de seducción siniestra, la misma, solo era capaz de
producirla “Dadibdu”, un espíritu maligno guardián de los pantanos que
circundan la Montaña Sagrada. Buscaron afanosamente al forastero, pero no
estaba por ningún lado, notaron la presencia de un extraño árbol que nunca
antes había estado allí, entonces las Toninas dijeron a los Manatíes que
iniciaran sus cánticos y que no cesaran de hacerlo, seguras estaban de que el
forastero los escucharía, ellas buscarían la forma de comunicarse con Cira y de
hacerle saber del gran infortunio que afecta a su amado, se comunicaron con los
peces, con las mariposas, con las aves y las luciérnagas, menos con los
animales terrestres para evitar de alguna manera el contacto con Dadibdu el
guardián del pantano.
Los animales acuáticos y voladores atendieron el llamado de auxilio que
hicieran las Toninas, y uno a uno fueron llevando el mensaje hasta llegar a las
luciérnagas, amigas inseparables de la joven Cira; estas, contaron a la hermosa
doncella de la desventura que era victima su pretendiente, y sin perder tiempo
alguno la bella princesa invocó a los espíritus de la montaña para que la
ayudaran a salvar al forastero, inmediatamente las aguas cristalinas y mágicas
que circulaban por la cueva mostraron el lugar en donde se desarrollaba la
tragedia, Cira profirió un conjuro “Bihdarí Katatrum-boo” y de sus ojos
brotaron sendos rayos que envió inmediatamente al lugar encantado, con la firme
intención de purificar el área, uno cayó en la tierra que sirvió para sanear la
atmósfera creada por Dadibdu y el otro cayó en el árbol el cual se prendió en
candela exorcizando al espíritu maligno.
El forastero comenzó a recuperar sus fuerzas gracias a los mágicos cánticos
que emitieran las Toninas y los Manatíes y al inconmensurable apoyo que le
brindara Cira. El forcejeo contra Dadibdu para que le soltara la muñeca y lo
liberara cada vez era más vigoroso; el ambiente se aclaraba cada vez más con
cada segundo que transcurría, y la siniestra sombra se hacia victima del
debilitamiento, en un ardid de astucia el espíritu maligno se metamorfeo en
enorme serpiente para poder soportar los rayos del sol y así con mayor
facilidad engullir a su victima a quien ya tenía tomada de la muñeca, pero
éste, ya recuperado de sus fuerzas y con claridad de pensamiento tomó su
cuchillo y cortó en pequeños trozos al enorme reptil, los cuales se convirtieron
a su vez en insectos como gusanos, lombrices, gorgojos, escarabajos, mantis,
entre otros, la tenaz lluvia también abandono su furia y el lugar recuperó la
calma.
El forastero repuesto y victorioso retomó su travesía y cruzó el inmenso
pantanal, allí se encontró con figuras petrificadas por el lodo que se atrevieron
a retar a los dioses, en las noches las luciérnagas lo guiaban con sus luces
intermitentes que parecían adornar el oscuro cielo, así caminó varios días y
varias noches, atravesó grandes montañas y tupidos bosques, hasta que al fin
vio a una montaña que la acariciaban las nubes, además notó como los vientos
fríos y calientes se abrazaban como si se amasen; ¡Estoy cerca! Pensó ¡Vine
desde lejanas tierras, atravesé el mar, fui victima de maléficos conjuros
hechos por Dadibdu quien luego se transformó en serpiente para engullirme vivo,
también intentó ahogarme en un espeluznante y estruendoso invierno, atravesé el
inmenso pantanal retando a los dioses sin que me detuvieran y sobreviví a todo…!.
Ahora no podía detenerse, tenía que seguir el camino para unirse
definitivamente a Cira.
El forastero recordó que las Toninas y los Manatíes le dijeron que su amada
estaba internada en una de las cuevas de la Montaña Sagrada y que la misma estaba
protegida por la misteriosa Cueva sin Fin la cual atraviesa el territorio de
Norte a Sur por debajo del agua; entonces las llamó nuevamente y les pidió que
lo ayudaran a internarse en la misteriosa cueva, les advirtió asimismo que para
no ser victimas de los embrujos de la cueva debían nadar siempre por debajo del
agua y guiarse en el día por los cantos tristes de Cira y en la noche por las
luces que emiten las Luciérnagas, así nadaron mucho tiempo hasta que al fin
llegaron a una cueva en cuyo interior destellaban muchas luces.
En esa cueva estaba Cira quien destellaba de emoción, al fin podía volver a
ver a su amor prohibido, la conmoción que el momento le causaba la hacia arder
de pasión iluminando a la inmensa cueva, no menos emotivo estaba el forastero
que al ver a la hermosa Cira nuevamente quedó deslumbrado por tanta
majestuosidad; las Luciérnagas, las Toninas y los Manatíes abandonaron la cueva,
dejando solos a los enamorados. Ellos solo se miraban no emitían palabra
alguna, solo sus ojos entendían la inmensidad que abarcaba ese instante, se
abrazaron, se besaron y se amaron intensamente, la ardiente pasión en la que se
unieron hizo estallar a la montaña cual volcán en erupción.
Un cráter se hizo parte de la montaña y la luz del sol comenzó a iluminar
la cueva en donde se encontraban los amantes, Cira se emocionó mucho por tal
acontecimiento que le pidió al forastero la ayudara a salir de allí, se sintió
liberada y creyó que había sido perdonada por Sabaseba, el forastero consintió
la petición de su joven amada y salieron de la cueva en donde ella estuvo
confinada, ella al ver el paisaje que había olvidado recordó a su pueblo y a su
familia, por lo que nuevamente le pidió a él la llevara con su gente, éste le advirtió
de los peligros que acechaban en el camino sobretodo en la noche cuando Dadibdu
el espíritu maligno guardián de los pantanos se apoderaba de las almas que se
duermen o se agotan; pero ella no le temía a nada de eso, ya ella había cruzado
ese pantano cuando su padre la desterró de su pueblo y la confinó a vivir en la
cueva encantada.
Transcurrió algún tiempo, y el forastero trató de muchas formas de
convencerla para no abandonar tan mágico lugar, le habló de la cueva
purificadora que la había conservado joven y hermosa, de los cantos alegres de
los pájaros desde el inicio de la mañana hasta el inicio de la noche, del bello
atardecer que reflejaba la luz crepuscular en sus ojos y estos cambiaban a un
color como el de la miel que le avivaban el deseo de amarla una vez mas, de la
seguridad de la noche en donde todos los amigos que allí pernotaban eran amables
y fieles, en fin intentó de todo, pero ella quería salir de ese aparente
paraíso para los ojos del forastero, aunque no así para ella, ya que por mucho
tiempo estuvo encerrada y llorando esperando ese momento.
Iniciaron el camino de regreso al pueblo, Cira relumbraba de emoción, de
sus ojos brotaban rayos descontroladamente, el forastero la abrazó con firmeza
para tranquilizarla no fueron necesarias palabras, el abrazo bastó para
controlarla, las Mariposas, las Aves, las Luciérnagas, las Toninas, los
Manatíes, en fin todos los animales moradores de la Montaña Sagrada los
acompañaron hasta llegar al pantano, dominios de Dadibdu, apenas dejaron el
ambiente fresco y apetecible de la montaña y la pesadumbre se hizo presente; grandes
espacios desérticos se observaban, en donde los cujíes y los cardones parecían separarse
para no tener que compartir la misma sombra ni la misma tierra, extrañas
figuras a lo lejos hacían pensar que eran caminantes extraviados victimas de conjuros
maléficos, en el día el calor desesperante atacaba con furia produciéndoles resequedad
en la boca, las noches eran frías y heladas acompañadas de crueles lluvias que inundaban
todo a su paso y las extrañas figuras que se percibían en el día, en la noche
emitían aullidos espeluznantes. Parecía que el infierno se adueñaba de todo el
pantanal.
Durante días y noches caminaron sin descansar ni dormir, estaban agotados
sedientos y hambrientos ya que los alimentos y el agua que habían tomado de la
Montaña Sagrada para subsistir en la travesía los perdieron en la primera noche
tormentosa, el espíritu maligno guardián del pantano los acechaba a cada
momento con feroces animales depredadores, insectos venenosos y grandes
reptiles voraces, además de maléficas sombras y extraños espantos, la confusión
hacía mella en los caminantes, quienes ya no distinguían con claridad los
limites del pantano. Al fin llegaron a las orillas de un río, habían logrado
rebasar los límites del pantano, se bañaron, calmaron la sed, comieron frutos
silvestres, descansaron un rato y siguieron.
Alejados del peligroso pantano, e internados en el húmedo bosque el
sentimiento de seguridad tornó en ellos, aunque una extraña sensación de que
algo los vigilaba y seguía los mantenía atentos, la noche llegó y con ella el
placer de dormir, se bañaron y se amaron en el río, él, fue a descansar, ella,
quedó sumergida en las aguas disfrutando el maravilloso momento. Mientras, entre
la maleza, un enorme Tigre aguardaba a que ella abandonara el río para
atacarla, Cira pudo darse cuenta de la situación, le arrojó palos y piedras, le
gritó y el animal no se movió de donde estaba, y le habló: -No grites, él no te escuchará, la niña fea le tejió un chinchorro y lo
mantiene en profundo sueño-
-¿Quién eres?- Preguntó ella
-Soy Dadibdu, amo
y señor de los pantanos-
-Y que haces
aquí, estas muy lejos de tus dominios- Le respondió ella
-Vengo por ti,
quiero que gobiernes a mi lado y él será nuestro fiel sirviente-
-No, eso jamás
sucederá- De sus ojos brotaron sendos rayos centellantes que enceguecieron al animal,
quien rápidamente huyó, las Guacharacas y los Alcaravanes alzaron vuelo en
bandadas ocasionando enorme ruido, el forastero no se presentó ante el extraño
suceso, por lo que Cira corrió hacia donde él estaba y lo encontró envuelto en
un gigantesco capullo de pegajosa seda. No sabía como ayudarlo, si intentaba
destruir el capullo con sus manos podrían quedar atrapados los dos, si lo
quemaba con sus rayos podría quemar a su amado, si esperaba a que amaneciera,
él podría morir asfixiado, entonces llamó a las Toninas y los Manatíes quienes
con sus mágicos cánticos lograron despertar al forastero, éste, al reaccionar,
se dio cuenta que estaba envuelto en un capullo de seda y que al lado suyo
tenía a una niña de extrañas características que lo abrazaba, con la mano libre
que le quedaba tomó su cuchillo y rasgó el capullo, ambos cayeron al piso, pero
la niña con el golpe se transformó en araña y huyó del lugar.
Cira estaba muy conturbada, no entendía lo que pasaba, a ella casi la
raptan y él casi muere asfixiado, y en ambos casos por fuerzas malignas, ¿Por qué Sabaseba permitió que esto
sucediera?, ¿No está el Dios creador del lado de nosotros?, ¿No nos perdonó acaso?,
muchas interrogantes invadían a la joven mujer, el forastero la secundaba y
apoyaba, él, también estaba confundido, ambos decidieron buscar a Sabaseba y hacerle
el reclamo, resueltos estaban a ser felices para siempre y no permitirían que
nada ni nadie se interpusiera; nuevamente caminaron día y noche sin detenerse,
sin comer ni beber agua, atravesaron el pueblo que la vio nacer a ella, todos
se sorprendieron al verlos juntos, pero mas sorprendidos quedaron al notar que
no se detuvieron ni un instante, ellos solo buscaban al Sagrado árbol de la
vida llamado el “Catatu”.
Allí estaba el Majestuoso árbol, a orillas del río, inmenso, grande, su
copo se internaba en el cielo, ambos se detuvieron frente a él, lo miraron con
firmeza; Cira relampagueaba de ira, el forastero gritaba, también iracundo al
Dios creador para que aceptara la unión de los dos, pero del cielo no caían
respuestas, parecía no escucharlos, entonces decidieron trepar y llegar a
Sabaseba para hacerles sus reclamos, por lo que cada uno tomó una liana tejida
con cabello de los primeros Bari.
Cuando pretendían iniciar la escalada, llegó Sadouyi el anciano padre de
Cira y les dijo que Sabaseba los castigaría si se atrevían a trepar el Sagrado
árbol sin su bendición, también les dijo que el Dios creador no podía
perdonarlos porque ellos habían faltado a las normas establecidas. Cira exigió
a su padre la autorización para subir, pero el anciano negó la misma, entonces
ambos emprendieron el ascenso al cielo, en la medida que subían el cielo se
oscurecía, Sabaseba estaba muy molesto por la desobediencia de los enamorados,
entonces, cuando estos se internaron en las nubes Sabaseba quemó el Sagrado
árbol de la vida, quedando Cira y el forastero atrapados en las alturas.
Desde entonces los rayos y los truenos que se observan y se oyen desde tierra
Bari o Motilona del Estado Zulia corresponden al reclamo iracundo que hacen los
eternos amantes al Dios creador por no consentir su amor.
Por: Licdo. Rómulo E. Pérez. F.
23/04/2014
“Por
una conciencia Socialista, dejémonos de guardar silencio”