sábado, 19 de noviembre de 2011

El Supremo (¿SHAMASH?)

Lo cuentan las voces de los que se resisten.

El Supremo (¿SHAMASH?)

Lo contó Hirimay debajo del Samán de Guere

“…Había un antiguo jefe Arawak muy sabio y fuerte, se llamaba “Shaman”, a éste hombre lo rodeaba un gran misterio ya que su solo nombre significaba “HOMBRE-DIOS-MEDICINA”, además su gente creía que era hijo de “SHAMASH el dios SOL”, el fue por mucho tiempo el protector y guía de éste antiguo pueblo, que además fue el primer pueblo que vio formar estas tierras, éste sabio, supo cuando los temibles Caribes invadieron sus tierras y se dispusieron a atacarlos, por lo que alertó a su pueblo; el enfrentamiento fue sangriento, los Caribes atacaron de noche y mataron a muchos, otros huyeron, el jefe “Shaman” resistió días terribles de combates, siendo él solo, y ellos muchos, los Caribes entendieron que no podían dominarlo en el combate cuerpo a cuerpo, por lo que decidieron una noche destruir su sitio de oración o santuario principal..."

“…"Shaman” defendió con vehemencia el altar de su padre “SHAMASH” el Dios “SOL”, y a pesar de la ayuda que éste le profirió, todo fue inútil lograron asesinarlo, pero su cuerpo desapareció casi inmediatamente ante la mirada sorprendida de los Caribes, quienes lo buscaron afanosamente sin encontrarlo, para mostrarlo como trofeo de guerra; a los 7(siete) días apareció el cuerpo en estado de descomposición y en una de sus costillas estaba creciendo una pequeña planta (El Samán de Guere) la cual fue considerada inmediatamente como la reencarnación del Jefe “Shaman”, a partir de ese momento los guerreros Caribes admiraron mucho la fuerza y valentía del jefe Shaman, gran líder de los Arawak, al sufrir el arrojo con que éste los enfrentó en combate; en reconocimiento a éste gran jefe, decidieron adoptar su nombre “Shaman” para designar a su máximo líder, además comenzaron a adorar a la planta que estaba brotando de una de sus costillas honrándola y concediéndole poderes místicos, reconociéndola como su Dios..."

“…Después de estos feroces enfrentamientos los Caribes tomaron a las mujeres Arawak y se mezclaron con ellas, dando nacimiento a un nuevo linaje y a una nueva cultura, estas nuevas sociedades extendieron sus dominios a lo largo de la cuenca del Lago de los Tacarigua, y reconocieron a la mujer Arawak como un símbolo de resistencia, al Samán de Guere como una deidad y al sector en donde está arraigado el árbol, como tierra sagrada, por lo que realizaban rituales y otorgaban ofrendas, los nativos del sector que por alguna razón o motivo estuviesen amonestados no tenían derecho a comer debajo de la fronda sagrada del Samán de Guere, solo podían hacerlo en su alrededor sin sobrepasar los límites acordados, también se acordaron armisticios entre etnias enemigas (Guaicaipuro y Maracay), rituales de guerra, religiosos, fiestas, etc. Todas las mujeres de la comunidad parían bajo el místico follaje de éste Dios aborigen, ya que creían que aquellos niños que nacieran bajo esa espesa sombra iban a contar por el resto de sus vidas con protección divina; así han vivido estas familias en torno a su Dios, por eso cuando ya no estemos con vida en esta tierra, aun vivirá nuestro Dios natural, aunque con el tiempo caerá por el olvido de las nuevas sociedades, algunas manos de gente buena le levantará, pero él nunca morirá, siempre quedará en el alma de todo el que le reconozca como nuestro Dios…”

El Samán estaba rodeado con trece (13) piedras algo esféricas y achatadas en su parte superior, las piedras no invadían la sombra del follaje y estaban en perfecta ubicación circular al Samán de Guere (La parte chata de las piedras era usada para cortar la carne de los animales que cazaban, triturar sus huesos y extraerle el tuétano, el cual era condimentado con “ají chirel", y se usaba para comerlo junto con el casabe), detrás de cada piedra a su vez estaba sembrada una planta de Chaguaramos que los aborígenes llamaban (araugua); éste viejo árbol simbolizaba al antiguo jefe ”SHAMAN”, y los chaguaramos a los ancestrales Arawak, y tal vez las trece (13) piedras representaban a las constelaciones, pensando que el treceavo signo Zodiacal corresponda a la constelación de “Ofiuco” (Esta constelación representa a “ESCULAPIO” hijo de Apolo, y dios de la medicina, y según algunos astrólogos se ha ido introduciendo entre Sagitario y Escorpio, de manera que durante la primera quincena de Diciembre el Sol entra en este signo); esto se puede entender, ya que el jefe Shaman entre sus tantas habilidades estaba el poseer conocimiento de astronomía, tener don especial para la medicina además de ser un perfecto adorador del sol, al cual casualmente en la antigua mitología mesopotámica lo llamaban SHAMASH, coincidiendo además la forma de adorar al sol confiriéndole poderes sobrenaturales, y considerando que los mortales solo estaban para servirles.

A principios del siglo XVI, los españoles se empeñaron en posesionarse de los territorios ocupados por nuestros ancestros aborígenes, utilizando para ello armas de fuego como método de persuasión y la religión como instrumento de convencimiento, consiguiendo para ambas estrategias gran resistencia por parte de los nativos, quienes después de tanto luchar sucumbieron ante el ataque de los recién llegados, quienes cruelmente ataron a cientos de hombres, mujeres y niños al tronco del Samán de Guere para fusilarlos, los que más resistencia ofrecieron, fueron decapitados en las piedras, y otros colgados de las ramas; muy pocos tuvieron la suerte de escapar y sobrevivir, por lo que se dedicaron a preservar la memoria de éste icono mágico y místico, a través de la historia oral, contando lo siguiente: “…En las noches, las almas de niños, mujeres y hombres asesinados se posaban sobre el follaje del samán en forma de luz, y desde ese entonces el Dios árbol llora todas las noches...”

Estos espacios geográficos en los que vivían estas sociedades originarias no tenían ninguna división o límite en particular; la cuenca del lago de los Tacarigua es alimentada por numerosas corrientes fluviales de corto curso, entre las que destacan los ríos Guigue, Turmero, El Limón, Cabriales, Los Guayos y el Aragua, que es el más importante. La Leyenda a la que hicimos mención corresponde a los espacios abarcados por el rio Turmero uno de los afluentes más importantes del Lago de los Tacarigua, la cuenca de éste está formada por un conjunto de quebradas que vierten sus aguas en los ríos Guayabita, Pedregal y Paya, estos con sus afluentes forman dos valles uno denominado Guayabita y el otro Paya; en el Valle de Turmero se encontraban los Meregotos allí convivían en forma colectiva, trabajando las tierras desde tiempos inmemoriales; y el sitio en donde hoy está el Samán de Guere, era llamado “Guere” que en lengua nativa significa “zona de rayado”, porque era allí en donde cultivaban, cosechaban y rayaban la yuca, arbusto de vital importancia para estas familias de agricultores ya que la misma formó parte como base fundamental en la dieta alimentaria, también formó parte de su alimentación cotidiana algunos cultivos como la papa, el lairén, el ñame, el maíz y el ají, además de la caza y la pesca.

Algunos estudios realizados por etnólogos, nos hacen pensar que en la época precolombina ya existía el caciquismo como forma de gobierno local, esta estructura sociopolítica era de carácter teocrático-guerrero, el Cacique representaba los poderes sobrenaturales del día y la noche, amparado en la creencia de que podía gobernar en nombre de una fuerza superior, en donde el máximo líder influenciaba como el jefe o señor de las sociedades; quienes lo elegían al igual que a los piaches (curanderos que también tenían posición privilegiada en la estructura social), según sus capacidades para superar obstáculos o demostrar sus habilidades como guerreros, esta forma de gobernar fue determinante en el desarrollo social de estos pueblos, ya que del Cacique dependía la decisión de asentarse o migrar de un territorio, de distribuir y organizar el orden social, de defender su espacio geográfico, así como su linaje y su cultura entre otras funciones; a pesar de los cambios que impone el tiempo esta estructura sociopolítica ha logrado mantenerse hasta el presente y gracias a estas características muchas ciudades y municipios de Venezuela se identifican con los nombres de muchos de estos grandes guerreros, en honor al legado que nos dejaron; la palabra Cacique, contiene el morfema ca (de cauni: “oro”) porque el cacique representaba el poder solar, o sea el dios del fuego.

Hoy día se sabe que sobre la frondosa copa de el samán se posaban miles de cocuyos y luciérnagas que alumbraban al antiguo árbol causando la impresión ya mencionada, y a pesar de haber transcurrido uno 500 años  fueron encontradas en su corteza balas de la época colonial, que corroboran las historias contadas, así como muchas osamentas de animales y fragmentos humanos en torno a sus raíces; es por todo esto que éste místico árbol "Dios aborigen" representa la gloria eterna de nuestros antiguos ancestros, primigenios en asentarse en estas tierras.

“Por una conciencia Socialista, dejémonos de guardar ese silencio estúpido”

Rómulo Pérez



sábado, 12 de noviembre de 2011

EL TAMUNANGUE.

IDENTIDAD Y TRADICION

Lo cuentan las voces de los que se resisten.

EL TAMUNANGUE.

En el mes de Junio se efectúan importantes manifestaciones de la cultura tradicional venezolana, esto en virtud de ser Junio el mes en que se produce el solsticio de verano, ciclo astrológico que desde tiempos inmemoriales motivó en el hombre la realización de diversos rituales.

Se puede decir que todo comenzó cuando nuestros antepasados primitivos, al observar las estrellas, se dieron cuenta que en determinada época del año el Sol se movía desde el Trópico de Cáncer, hasta el trópico de Capricornio (a estos días se les llamó solsticios de verano y de invierno). El nombre de solsticio, deriva del latín que significa "Sol quieto" o "Sol detenido", en el día del equinoccio el Sol llega a su punto más alto con respecto al Ecuador y es cuando los rayos solares caen perpendicularmente sobre el Trópico de Cáncer, esto sucede en el mes de Junio, denominándose solsticio de verano.

Nuestros antepasados creían que después del solsticio de verano, el sol no volvería a su esplendor total, ya que los días eran cada vez más cortos, por esa razón, hacían fogatas y ritos con fuego para que la luz reinara sobre las tinieblas, a menudo bailaban y saltaban alrededor del fuego para purificarse y protegerse de las influencias demoníacas, además de creer que con estos rituales el sol se fortalecería de nuevo, de esta forma simbolizaban el poder del sol y lo ayudaban a renovar su energía.

En la mitología griega a los solsticios se les llama “puertas de hombres y de dioses”, la “puerta de los hombres”, según estas creencias helénicas, corresponde al solsticio de verano en el mes de Junio, a diferencia de “la puerta de los dioses” que corresponde al solsticio de invierno en el mes de Diciembre. Es por ello que los hombres y los dioses se disponían a celebrar fiestas, cargadas de gran poder y de magia.

En la “puerta de los hombres” los antiguos griegos daban gracias al sol, encendiendo hogueras y haciendo rituales, buscando la bendición de las tierras y sus frutos, así como buenos augurios para los enamorados y fertilidad para las mujeres, ya que podían disponer de más horas para cumplir con sus tareas y entregarse a la diversión.

Esta tradición ha perdurado a lo largo del tiempo y de la historia, y sin tener mayores explicaciones se ha venido practicando desde la antigüedad en todo lo ancho de nuestra hermosa Pachamama, es por ello que también encontramos en nuestros pueblos de América rituales muy parecidos, por ejemplo: En México, los aztecas estaban dedicados al sol y cooperaban con el en la “renovación de los fuegos”. Por su parte los Incas del Perú festejaban, el Inti-Raymi (o la fiesta del Sol) en la impresionante explanada de Sacsahuamán, muy cerca del Cuzco. Justo en el momento de la salida del astro rey, el inca elevaba los brazos y exclamaba: “¡Oh, mi Sol! ¡Oh, mi Sol! Envíanos tu calor, que el frío desaparezca. ¡Oh, mi Sol!”. En lo que hoy se conoce como Venezuela, la familia arawak era gobernada por su líder “Shaman”, quien era el jefe de los ejércitos y guía espiritual, además de buen hombre, el nombre Shaman significa Hombre-Dios-Medicina, este antiguo jefe guerrero centraba sus sabidurías en torno al Sol, a quien consideraba su padre, y adoraba en exquisito altar.

Con el transcurso de los siglos, específicamente a partir de la edad media, el cristianismo le da un significado propio a estos rituales paganos, para irlos transformando y sacralizando en festividades religiosas a fin de atraer al pueblo hacia el nuevo credo. Para hoy en día se consideran estas fiestas santas y sagradas, es así como bajo la devoción de los santos, subyacen prácticas que se remontan a los inicios de la civilización.

Se ha discutido mucho el origen del Tamunangue, y se puede decir sin duda que esta tradición está ligada a la religión popular católica, por eso cuando hoy se habla de San Antonio, no se habla de aquel sacerdote franciscano de nombre Fernando de Bulhoes que nació en Lisboa, Portugal el 15 de Agosto de 1195, y murió en Padua, Italia el 13 de Junio de 1231, como lo impone la iglesia, mas bien se habla de aquel que toma muchas formas a la vez, como la de lluvia, viento, tambor, hombre y niño, blanco y negro, noviero, batallero y tamunanguero en fin, se habla de la típica representación del pueblo, o sea se habla de San Antonio “El Batallero de Lara".

La presencia en El Tamunangue de elementos chamánicos, revela su carácter armónico, en virtud de que lo social, lo religioso y lo curativo están íntimamente vinculados y convergen en una especie de eje del mundo (axis mundi), ese eje de convergencia y complementariedad, crea un circuito que integra lo físico y lo espiritual, permitiendo la aparición de realidades imaginables atribuidas al comienzo de los tiempos, y que año tras año son repetidas a través de rituales paganos.

Cuando el tiempo, emprende un nuevo recorrido, sobre los techos de las casas, sobre los sombreros y sobre los hombros de los habitantes de Lara, es entonces el momento en que se vuelven a escuchar los compases de “La Batalla" género musical de la cultura popular conocida como El Tamunangue que anuncia la llegada de San Antonio “El Batallero de Lara". Aquel que según documentación etnográfica, llegó a Venezuela, en el siglo XVI, en uno de esos galeones de guerra con africanos traídos a la fuerza, y que permaneció con “su tambor" en esos campos junto a los negros de las plantaciones, para tratar de hacer mas llevadera la vida de esos hombres destinados a la esclavitud.

Este fraile capuchino al igual que su patrono “San Francisco de Asís”, no codició nada de riquezas ni de extravagancias, muy por el contrario se atrevió a vivir bajo la más estricta pobreza y en fiel cumplimiento del evangelio, creando ese circuito que integra lo físico y lo espiritual, lo mágico y lo religioso, defendiendo a capa y espada el derecho de vivir de negros y aborígenes explotados en Venezuela para la época.

Esta forma de vivir y de evangelizar austera sencilla y simbiótica, animó en negros y aborígenes a convertirse en sus seguidores; por lo que fue criticado y rechazado por algunas autoridades de la Iglesia Católica, tal vez por eso, de este fraile franciscano no se consiguen registros escritos, salvo los que señala la tradición oral, la misma cuenta:

“El andaba por estas montañas y valles de Lara, bautizando a Gayones y Jirajaras, representando con su tambor aquellas voces que antes fueron del viento, del trueno y de otros dioses prehispánicos, bendiciendo las tierras, los frutos, la fertilidad de las mujeres, y deseando buenos augurios para los enamorados entre otras cosas más; el uso de estos elementos chamánicos sirvió para crear ese vinculo armónico entre lo social, lo religioso y lo curativo, motivos suficientes para quedar habitando para siempre en el alma de la gente de estas tierras, como voz, lamento, alegría y sueño; llamado Son de Negros (Tamunangue); también se cuenta, que el Maculele y el Kalinda realizaban un ritual acompañado por el son de los tambores, el mismo consistía en una pelea a palos, y que el fraile Antonio se emocionaba tanto con este ritual que el mismo tocaba el tamunango (Justificación por la cual integran la danza de la batalla al Tamunangue) ”.

El Tamunangue es el baile que se realiza después de la bendición del pan, en la fiesta de San Antonio en el estado Lara cada 13 de junio, sin embargo puede llevarse a cabo cualquier otro día del año para cumplir las promesas de algún devoto. Explica el maestro de música Luís Felipe Ramón Y Rivera que la palabra tamunangue deriva del nombre que se le da al tambor que se utiliza en la interpretación de los cantos característicos de esta tradición, “el tamunango”. Este ritual combina la música con el baile y el fervor religioso, también se efectúa el mismo para pagar promesas relacionadas con la salud, la bonanza económica y la recuperación de objetos perdidos, por esta razón, se inicia con una misa al santo. A esta manifestación folklórica también se le conoce como baile de negros o son de negros.

El conjunto musical se conforma básicamente con instrumentos tales como: el tiple, el cuatro, el cinco (conocido también como quinto o lira), el tambor tamunango (Una especie de cumaco de un solo parche clavado) y las maracas, la cantidad de instrumentos varía de acuerdo con el tamaño del conjunto musical, llegando a veces a duplicarse, en ocasiones se incorporan instrumentos de cuerdas dobles, los cuales son variantes de los señalados anteriormente. Vale comentar que esta estructura musical es producto de la integración de distintas expresiones culturales, es decir, las maracas son de origen autóctono ancestral, los cordófonos o instrumentos de cuerdas como el cuatro, son de procedencia hispana y los membranófonos o tambores como el tamunango son de ascendencia africana.

En cuanto a la indumentaria no existe un traje específico, en algunas ocasiones los promesantes se visten con sus mejores galas, las mujeres llevan faldas largas y blusas de faralaos escotadas hasta los hombros, flores en el cabello y alpargatas, por su parte los hombres van con liquiliqui, pañuelo al cuello, sombrero de cogollo y botines de cuero. No hay una coreografía establecida para las parejas, y los movimientos más comunes son giros y vueltas acompañados con galanteos y persecuciones entre uno y otro. Esta expresión cultural fusiona el compás nativo con el africano y el europeo, con cantos en metáforas las cuales van uniendo las ocho danzas típicas de esta tradición.

Un artículo sobre el tamunangue publicado en la página oficial de FUNDEF, explica que los cantos típicos de esta expresión reúnen "elementos de poesía castiza o típica con coplas de contenido venezolano, cortadas por estribillos largos o cortos donde, en ocasiones, figuran expresiones tales como gritos o formas en registro de falsete, las cuales se presume podrían ser de procedencia africana."

Al tamunangue le precede un velorio al santo, con cantos bíblicos: salves, décimas, amables, rondeamantes, gozos, etc. Y por supuesto el rosario. Para estos casos los promesantes contratan a músicos expertos en cantos de velorios, el 12 por la noche, frente a un altar adornado y con la imagen de San Antonio, que interpretan los cantos con cuatros, requintos, cincos, medio cincos, pandero y violines. Los cantos son a dúos y siempre hay un capitán que se encarga de dirigir y darle letra a los demás músicos.

Para el día 13, desde tempranas horas, se reúnen músicos y bailadores, los músicos se van acomodando y buscan su dúo, el cumaco se ejecuta en el hombro y en cuanto a la percusión, de eso se encargan los batalleros con sus palos o garrotes. Mientras van en procesión al son de la batalla, llegan a la iglesia, realizan una misa en honor a San Antonio y luego sacan al Santo de la iglesia, es una fiesta colectiva y muchas personas pagan promesas ese día.

Esta expresión popular consta de ocho danzas o sones conocidos con los nombres de: la batalla, la bella, la juruminga, el chichivamos o yiyivamos, el poco a poco, la perrendenga, el galerón y el seis por ocho o seis figuriao, cada uno de estos cantos y bailes son precedidos por la Salve y La Batalla, la cual se ejecuta durante la procesión. Los Coros de los Sones son los siguientes: En la Batalla “adorar, adorar, adorar a mi padre San Antonio”, En el Yiyivamos “Oé bangüe”, En la Juruminga “tumbirá”, En el Poco a Poco “Oá sí”, En la Perrendenga “Tomé ay to”. En los descansos eventuales, cantan golpes larenses y se dirigen a distintos lugares, finalmente los participantes regresan el Santo a la Iglesia, le cantan una Salve y le rezan un Rosario.

Continúa…

“Por una conciencia Socialista, dejémonos de guardar ese silencio estúpido”

Rómulo Pérez