jueves, 13 de diciembre de 2012

Hablando de “Pacheco”



“Lo cuentan las voces de los que se resisten”

Hablando de “Pacheco”
-¡Ahí viene Pacheco!... ¡Llegó Pacheco!...-

Por medio de estas líneas quiero expresar un poco de ese sentimiento que todos llevamos dentro, ese sentimiento colectivo que nos invade en navidad, cuando todo se viste de fiesta, resaltando que es una época de sabor y de festejo, de reuniones, de encuentros, en fin, de felicidad. 

La navidad desde que comienza todo es alegría y cada uno de nosotros la disfruta intensamente, entre música, reuniones, brindis y ese delicioso arte culinario que nos distingue en todo el mundo entero, mostrando nuestra identidad cultural, la cual se expresa con fuerza, al ver esas reuniones colectivas de cada familia Venezolana, que hacen que estas fechas sean muy especiales de verdad.  

Entre las manifestaciones culturales que se suelen  celebrar en navidad y en algunos casos extenderse hasta febrero tenemos: los aguinaldos, el pesebre, las gaitas, las misas de aguinaldos, la mesa navideña, las parrandas, las paraduras del niño, las patinatas, las danzas de los pastores ó el velorio del niño Jesús, El día de los Santos inocentes, el día de Los locos y locaínas, El año nuevo y El año viejo, entre otras. 

Además de las manifestaciones culturales antes mencionadas, también en Venezuela se están celebrando otras expresiones culturales no autóctonas de la Nación, como por ejemplo Halloween o noches de brujas, San Nicolás o Santa Claus, el Espíritu de la Navidad, el Árbol de Navidad, el Intercambio de Regalos, el dar o pedir el Aguinaldo, etc. 

Todas estas manifestaciones nos llenan de una calidez social y familiar muy especial en donde la solidaridad y los valores humanos, marcan ese amor social que tenemos todos, haciendo del Venezolano ese ser especial que espera recibir el nuevo año lleno de esperanzas y proyectos que en el año viejo se realizaron a medias o simplemente no se realizaron.

 En lo personal tengo un proyecto que anhelo realizar en los siguientes años por venir, y además espero que los lectores de estas líneas me apoyen y me ayuden a lograr ese propósito. 

Se trata de darle forma física y fuerza a “Pacheco”, personaje legendario Venezolano, que siempre lo relacionamos con el frio Avileño (Frio penetrante que desciende del cerro el Ávila o Waraira Repano, montaña considerada como el escudo que separa al clima caraqueño del clima litoralense), pero que nunca lo involucramos con nuestras festividades de navidad.

De “Pacheco” nos hemos encargado los Venezolanos de regarlo por todo el mundo, de hecho la Real Academia Española lo reconoce como “Frio intenso”, y así lo conocen en Costa Rica, Ecuador, España y otras partes del mundo, además de Venezuela, pero “Pacheco” es más que eso, el no solo representa al frio, también representa la humildad al ofrecer sus flores, frutas, legumbres y algunos tallados en maderas que solía hacer para los niños, no solo en venta, también los fiaba y en algunas ocasiones los regalaba a cambio de una sonrisa, éste excepcional personaje recoge en sí mismo todos los atributos que simboliza la navidad, es decir, además del frio navideño que nos invita a la unión familiar, el también representó y representa la nobleza y el amor a través de sus flores, la bondad y la prosperidad por las frutas y las legumbres que ofrecía, la esperanza y la alegría por sus tallados en madera y la amistad y la confianza al ser un ser muy querido en su época. 

Algunos que conocen su historia nos cuentan

 “Pacheco” era un hombre bueno y querendón, floricultor galipanero que vivió en el siglo XIX; aunque no se tiene fecha precisa de su existencia, se sabe que vivió en este siglo tomando como referencia al Ayuntamiento de Caracas, que en 1809 destinó el terreno de la Plaza de San Jacinto como “Mercado de las flores, frutas y dulces”, y en febrero de 1865 autorizó la demolición del antiguo convento de los monjes dominicos de San Jacinto (construido en el siglo XVI), y utilizaron las viejas estructuras para desarrollar en ese espacio el “Mercado de San Jacinto”, establecimiento que fusionaría al mercado de las flores, frutas y dulces con el viejo mercado de la  plaza mayor o plaza del mercado hoy “Plaza Bolívar”; antes de esta ultima fecha (1865), “Pacheco” tenía su espacio preferido de ventas en el Mercado de las flores, y después de la fusión estableció su  lugar favorito cerca de las jaulas de los vendedores de pájaros, frente al negocio “La Atarraya” y otros locales donde estaban a la mano el vasito de berro o el de aguardiente de caña, remedios infalibles para aliviar el frío intenso que se había traído consigo desde Galipán y la cumbre del Waraira Repano, (aires con los que ponía a temblar a pobres y ricos).  

Su casa estaba ubicada en el pueblito de Galipán en el Waraira Repano, de donde él era originario, éste era un pueblo lleno de flores y gente hacendosa, en donde sembraban los más hermosos claveles, las yerbas más olorosas, las más grandes legumbres y las más hermosas frutas, para vender todo eso en el mercado de la capital o mercado de San Jacinto.

Dicen, que a “Pacheco” no le gustaba mucho Caracas, aquella la de los techos Rojos, y aun menos La Guaira ya que no estaba acostumbrado ni al calor del litoral, ni al ruido de la ciudad, ni a las carretas a caballo, ni a los pregoneros, ni a muchas otras cosas más, es por eso que solo bajaba a la ciudad a partir del mes de Noviembre, cuando en la montaña se fortalecía el frío, ya que de esta manera él sabía que Caracas estaría también más fresca y placentera.

Acostumbraba a bajar por el Camino de los Españoles y entraba por la Puerta de Caracas en La Pastora, allí hacia su primera parada, vendía parte de la carga frente a la Iglesia de “La Pastora”, luego continuaba su peregrinar hasta el Mercado de las flores (-1809- después Mercado de San Jacinto -1865-), en San Jacinto, en donde terminaba de vender lo que le quedaba, haciendo varios viajes desde Galipán hasta la ciudad y viceversa, de esta manera en Caracas se comenzó a asociar la llegada de “Pacheco” con la época más fría del año, que va desde Noviembre hasta Enero cuando él hacia el último viaje y no regresaba más hasta el siguiente Noviembre.  

“Pacheco” bajaba del cerro en la madrugada (todavía a oscuras),  con su carreta llena de flores, frutas y verduras frescas, además de algunas pequeñas tallas hechas en madera representativas de la vida que él llevaba como: culebritas, pajaritos, carretas, frutos, entre otros, para agradar a los niños y niñas del mercado y algunos en el camino. 

Le gustaba peregrinar por el camino de los españoles (Mismo que en la época colonial, fuera la única vía de tránsito entre la ciudad de Caracas y el Puerto de La Guaira). Por allí entraron los primeros españoles a Caracas, y construyeron ese camino de piedra lleno de leyendas y mágicas historias, a punta de sudor y espada, luchando constantemente contra los feroces caribes, que poblaban esa montaña desde tiempos inmemoriales; dicen que los espíritus de nuestros ancestros aún rondan esos caminos y forman parte de la montaña.

A “Pacheco” nunca le atemorizaron esos cuentos, él había nacido allí, él era parte del Waraira Repano y junto a sus mulas conocía cada una de las piedras, árboles y senderos que hacían parte del cerro, nadie como él podía ubicar las yerbas medicinales que la montaña ofrecía, (cuando le hacían un encargo para aliviar a un enfermo); solo él sabía  reconocer el sonido de cada pájaro, cada culebra, cada viento rozando el follaje de los árboles, él se creía dueño de esa montaña que se levantaba entre el mar y el valle caraqueño, y por eso atravesaba siempre ese camino con su mula a un lado, más la neblina y el frio que le penetraban hasta los mismos huesos.  

Quienes ni siquiera soñamos con conocer en persona a “Pacheco”, conocemos por lo menos su relación con el frío, y algunos su historia, pero hay personas que sus antepasados si conocieron a este insigne hombre, y lo consagraron al tiempo, trasmitiendo de generación en generación no solo su historia, además también sus características; las personas que lo conocieron contaron: “era un hombre humilde, sencillo, de barbas grisáceas hasta el cuello, de mirada fija, siempre estaba alegre, le gustaba vestir ropa clara usualmente blanca, en cuanto al calzado, variaba entre alpargatas y botas de cuero españolas, y según éste, el sombrero era de pelo de guama o de ala ancha español, también la ruana signaba su personalidad, usando según la ocasión una ruana de lana con flecos muy colorida o una inmensa capa de cuero y siempre bajaba cantando para que no le temblara la quijada y para infundir ánimo a sus mulas que jadeaban del cansancio y tiritaban del frio, tanto que se les podía ver la respiración”.
 
Parte de la letra de la canción
  
Caminito de Santiago
Iba un alma peregrina
Una noche tan oscura
Que ni una estrella lucía
Por donde el alma pasaba
La tierra se estremecía

Camino a San Jacinto, “Pacheco” entre cantos y saludos, persistentemente compartía su rural, variada e inagotable carga con sus amigos y clientes predilectos y a pesar de esto las mulas siempre llegaban con la carreta repleta al mercado, (como si nada a pasado); tan famosa era la carga que transportaba, que a los pocos minutos no le quedaba nada que ofrecer ni una azucena, ni un clavel, ni una rosa blanca, ni una talla de madera, ni siquiera una fruta para regalar a la mujer que le sonreía al llegar al mercado, o al niño o niña que gimoteando también esperaba algún presente.

La llegada del Pacheco era sinónimo de que se acercaba la Navidad, éste vendedor de sueños y esperanzas  procedente de Galipán, entraba a la ciudad justo cuando comenzaban las bajas temperaturas, hasta un buen día en que la niebla era tan espesa que el Waraira Repano no se veía; como era rutina años tras años, los galipaneros hacían su aparición en la Capital descendiendo por el camino de los españoles, con sus mulas tan cargadas que apenas se podían distinguir entre el cargamento que transportaban, de repente un intenso frio procedente de la montaña dejó escuchar el cantico que “Pacheco” solía hacerle a sus mulas:  

Caminito de Santiago
Iba un alma peregrina
Una noche tan oscura
Que ni una estrella lucía
Por donde el alma pasaba
La tierra se estremecía

            La estrofa empezó a desvanecerse sin que ninguna figura apareciera tras ella, en vano se esperó a “Pacheco”; algunos fueron a buscarlo, pero sólo encontraron la carreta en mitad del camino, ni rastro de sus huellas, ni las de su mula. La gente se preguntaba el por qué de este sabroso frío repentino, - Y si aquí está así de frío... ¿Cómo estará Pacheco?-, murmuraban en el mercado de San Jacinto, extrañados al no verlo llegar con su mula, su carreta y su carga colorida.

A partir de entonces no se presentó más en la ciudad; su anciana figura no se volvió asomar tras el manto de la espesa neblina del  Waraira  Repano, pero el frio y la niebla si siguieron bajando. Los caraqueños siempre alegres y populacheros, comenzaron a contarles a sus hijos y nietos historias que luego se convirtieron en leyenda.
Continuará…

Autor: Rómulo Pérez
 


“Por una conciencia Socialista, dejémonos de guardar silencio”

domingo, 9 de diciembre de 2012

EL VALOR DE CHAVEZ



“Lo cuentan las voces de los que se resisten”

DE TODO UN POCO

EL VALOR DE CHAVEZ

I
Fue un cuatro de febrero cuando él se pronunció
¡Lamentablemente por ahora no lo pudimos lograr!
A partir de ese momento en Venezuela de pronto amaneció
Por eso hoy las maduras las podemos disfrutar

II
Reconozcamos su labor bien definida
Sus grandes sueños y pasiones
El nos genera entusiastas reacciones
Al hablarnos del socialismo la patria prometida

III
Es por ello que con mucho fundamento
Nos dice la verdad con todo su esplendor
Como la luz hermosa de un encendedor
Cuando ilumina al oscuro firmamento

IV
El valor de “Chávez” no es murmullo
El tremendo ejemplo es de altura
Ya que el valor que el comandante nos procura
Supera el egoísmo y es orgullo

V
El valor de “Chávez” no es como la centella
Esto lo valida todo el vecindario
Para que sepa el opositor temerario
Que no solo es el camino es una estrella

VI
Sepa la oposición, por ser tan bruta
Victima de los delirios de sus tenias
Que por su morbosa explosión de neurastenia
No podrán tener ¡jamás! victoria absoluta

VII
Un yanqui dijo que ese golpe daba risa
Porque él quiso cambiarlo todo junto
Ahora es la máxima autoridad ¡es el trasunto!  
De la soberbia del imperio, hoy sumisa.

VIII
Sepa el imperio a quien no temo
Que cuando el día de la batalla enfrente
La marcaré con soberbia en su frente
La marca de la espada del supremo


ROMULO PEREZ
TUMERO EDO ARAGUA VENEZUELA

    “Por una conciencia Socialista, dejémonos de guardar silencio”

En ocasión de la intervención quirúrgica que tendrá Presidente; le pido a Dios y al Samán de Güere por la recuperación de su buena salud, y le deseo mis mejores augurios y pronta recuperación. Saludos     

viernes, 7 de diciembre de 2012

Manifiesto de Cartagena



“Lo cuentan las voces de los que se resisten” 

Escritos históricos 

Manifiesto de Cartagena
(En el marco del bicentenario del ”Manifiesto de Cartagena”)

Libertar a la Nueva Granada de la suerte de Venezuela, y redimir a ésta de la que padece, son los objetos que me he propuesto en esta Memoria.

Dignaos, oh mis conciudadanos, de aceptarla con indulgencia en obsequio de miras tan laudables. Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, escapado prodigiosamente de en medio de sus ruinas físicas, y políticas, que siempre fiel al sistema liberal, y justo que proclamó mi patria, he venido a seguir aquí los estandartes de la independencia, que tan gloriosamente tremolan en estos estados.

Permitidme que animado de un celo patriótico me atreva a dirigirme a vosotros, para indicaros ligeramente las causas que condujeron a Venezuela a su destrucción; lisonjeándome que las terribles, y ejemplares lecciones que ha dado aquella extinguida República, persuadan a la América, a mejorar de conducta, corrigiendo los vicios de unidad, solidez y energía que se notan en sus gobiernos. El más consecuente error que cometió Venezuela, al presentarse en el teatro político fue, sin contradicción. la fatal adopción que hizo del sistema tolerante; sistema improbado como débil e ineficaz, desde entonces, por todo el mundo sensato, y tenazmente sostenido hasta los últimos periodos, con una ceguedad sin ejemplo. 

Las primeras pruebas que dio nuestro Gobierno de su insensata debilidad, las manifestó con la ciudad subalterna de Coro, que denegándose a reconocer su legitimidad, lo declaró insurgente y lo hostilizó como enemigo. La Junta Suprema, en lugar de subyugar aquella indefensa ciudad, que estaba rendida con presentar nuestras fuerzas marítimas delante de su puerto, la dejó fortificar y tomar una actitud tan respetable, que logró subyugar después la Confederación entera, con casi igual facilidad que la que teníamos nosotros anteriormente para vencerla. Fundando la Junta su política en los principios de humanidad mal entendida que no autorizan a ningún gobierno, para hacer por la fuerza libres a los pueblos estúpidos que desconocen el valor de sus derechos.  

Los códigos que consultaban nuestros magistrados no eran los que podían enseñarles la ciencia práctica del gobierno, sino los que han formado ciertos buenos visionarios que, imaginándose repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política, presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano. Por manera que tuvimos filósofos por jefes; filantropía por legislación, dialéctica por táctica, y sofistas por soldados. Con semejante subversión de principios y de cosas, el orden social se resintió extremadamente conmovido, y desde luego corrió el Estado a pasos agigantados a una disolución universal, que bien pronto se vio realizada. 

De aquí nació la impunidad de los delitos de Estado cometidos descaradamente por los descontentos, y particularmente por nuestros natos e implacables enemigos, los españoles europeos, que maliciosamente se habían quedado en nuestro país para tenerlo incesantemente inquieto y promover cuantas conjuraciones les permitían formar nuestros jueces perdonándolos siempre, aun cuando sus atentados eran tan enormes que se dirigían contra la salud pública. La doctrina que apoyaba esta conducta tenía su origen en las máximas filantrópicas de algunos escritores que defienden la no residencia de facultad en nadie, para privar de la vida a un hombre, aun en el caso de haber delinquido éste en el delito de lesa patria. Al abrigo de esta piadosa doctrina, a cada conspiración sucedía un perdón, y a cada perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar, porque los gobiernos liberales deben distinguirse por la clemencia. ¡Clemencia criminal que contribuyó más que nada a derribar la máquina que todavía no habíamos enteramente concluido! De aquí vino la oposición decidida a levantar tropas veteranas, disciplinadas y capaces de presentarse en el campo de batalla, ya instruidas, a defender la libertad con suceso y gloria.  

Por el contrario, se establecieron innumerables cuerpos de milicias indisciplinadas, que además de agotar las cajas del erario nacional con los sueldos de la plana mayor, destruyeron la agricultura, alejando a los paisanos de sus hogares, e hicieron odioso el gobierno que obligaba a éstos a tomar las armas y a abandonar sus familias. "Las repúblicas -decían nuestros estadistas- no han menester de hombres pagados para mantener su libertad. Todos los ciudadanos serán soldados cuando nos ataque el enemigo. Grecia, Roma, Venecia, Génova, Suiza, Holanda, y recientemente el Norte de América vencieron a su contrarios sin auxilio de tropas mercenarias, siempre prontas a sostener al despotismo y a subyugar a sus conciudadanos". 

Con estos anti políticos e inexactos raciocinios, fascinaban a los simples, pero no convencían a los prudentes, que conocían bien la inmensa diferencia que hay entre los pueblos, los tiempos, y las costumbres de aquellas repúblicas y las nuestras. Ellas, es verdad que no pagaban ejércitos permanentes; mas era porque en la antigüedad no los había y sólo confiaban la salvación y la gloria de los Estados en sus virtudes políticas, costumbres severas y carácter militar, cualidades que nosotros estamos muy distantes de poseer. Y en cuanto a las modernas que han sacudido el yugo de sus tiranos es notorio que han mantenido el competente número de veteranos que exige su seguridad; exceptuando el Norte de América, que estando en paz con todo el mundo y guarnecido por el mar, no ha tenido por conveniente sostener en estos últimos años el completo de tropas veteranas que necesita para la defensa de sus fronteras y plazas.

El resultado probó severamente a Venezuela el error de su cálculo, pues los milicianos que salieron al encuentro del enemigo, ignorando hasta el manejo del arma, y no estando habituados a la disciplina y obediencia, fueron arrollados al comenzar la última campaña, a pesar de los heroicos y extraordinarios esfuerzos que hicieron sus jefes, por llevarlos a la victoria. Lo que causó un desaliento general en soldados y oficiales; porque es una verdad militar que sólo ejércitos aguerridos son capaces de sobreponerse a los primeros infaustos sucesos de una campaña. EL soldado bisoño lo cree todo perdido, desde que es derrotado una vez; porque la experiencia no le ha probado que el valor, la habilidad y la constancia corrigen la mala fortuna.

 La subdivisión de la provincia de Caracas, proyectada discutida y sancionada por el Congreso federal, despertó y fomentó una enconada rivalidad en las ciudades y lugares subalternos, contra la capital: "La cual -decían los congresantes ambiciosos de dominar en sus distritos- era la tiranía de las ciudades y la sanguijuela del Estado". De este modo se encendió el fuego de la guerra civil en Valencia, que nunca se logró apagar con la reducción de aquella ciudad; pues conservándolo encubierto, lo comunicó a las otras limítrofes a Coro y Maracaibo; y éstas entablando comunicaciones con aquéllas, facilitaron, por este medio, la entrada de los españoles que trajo la caída de Venezuela. 

La disipación de las rentas públicas en objetos frívolos y perjudiciales, y particularmente en sueldos de infinidad de oficinistas, secretarios, jueces, magistrados, legisladores provinciales y federales, dio un golpe mortal a la República, porque la obligó a recurrir al peligroso expediente de establecer el papel moneda, sin otra garantía que la fuerza y las rentas imaginarias de la Confederación. Esta nueva moneda pareció a los ojos de los más, una violación manifiesta del derecho de propiedad, porque se conceptuaban despojados de objetos de intrínseco valor, en cambio de otros cuyo precio era incierto y aun ideal. El papel moneda remató el descontento de los estólidos pueblos internos, que llamaron al comandante de las tropas españolas, para que viniese a librarlos de una moneda que veían con más horror que la servidumbre. 

Pero lo que debilitó más el Gobierno de Venezuela, fue la forma federal que adoptó, siguiendo las máximas exageradas de los derechos del hombre, que autorizándolo para que se rija por sí mismo rompe los pactos sociales, y constituye a las naciones en anarquía. Tal era el verdadero estado de la Confederación. Cada provincia se gobernaba independientemente; y, a ejemplo de éstas, cada ciudad pretendía iguales facultades alegando la práctica de aquéllas y la teoría de que todos los hombres, y todos los pueblos, gozan de la prerrogativa de instituir a su antojo, el gobierno que les acomode.  

El sistema federal bien que sea el más perfecto y más capaz de proporcionar la felicidad humana en sociedad es, no obstante, el más opuesto a los intereses de nuestros nacientes Estados. Generalmente hablando, todavía nuestros conciudadanos no se hallan en aptitud de ejercer por sí mismos y ampliamente sus derechos; porque carecen de las virtudes políticas que caracterizan al verdadero republicano: virtudes que no se adquieren en los gobiernos absolutos, en donde se desconocen los derechos y los deberes del ciudadano. Por otra parte ¿qué país del mundo por morigerado y republicano que sea, podrá, en medio de las facciones intestinas y de una guerra exterior, regirse por un gobierno tan complicado y débil como el federal? No, no es posible conservarlo en el tumulto de los combates y de los partidos. 

Es preciso que el gobierno se identifique, por decirlo así, al carácter de las circunstancias, de los tiempos y de los hombres que lo rodean. Si éstos son prósperos y serenos, él debe ser dulce y protector; pero si son calamitosos y turbulentos, él debe mostrarse terrible, y armarse de una firmeza igual a los peligros, sin atender a leyes ni constituciones, ínterin no se restablecen la felicidad y la paz. Caracas tuvo mucho que padecer por defecto de la Confederación que lejos de socorrerla le agotó sus caudales y pertrechos; y cuando vino el peligro la abandonó a su suerte, sin auxiliarla con el menor contingente. Además le aumentó sus embarazos habiéndose empeñado una competencia entre el poder federal y el provincial, que dio lugar a que los enemigos llegasen al corazón del Estado, antes que se resolviese la cuestión de si deberían salir las tropas federales o provinciales a rechazarlos, cuando ya tenían ocupada una gran porción de la provincia.

Esta fatal contestación produjo una demora que fue terrible para nuestras armas. Pues las derrotaron en San Carlos sin que les llegasen los refuerzos que esperaban para vencer. Yo soy de sentir que mientras no centralicemos nuestros gobiernos americanos, los enemigos obtendrán las más completas ventajas; seremos indefectiblemente envueltos en los horrores de las disensiones civiles, y conquistados vilipendiosamente por ese puñado de bandidos que infestan nuestras comarcas. Las elecciones populares hechas por los rústicos del campo, y por los intrigantes moradores de las ciudades, añaden un obstáculo más a la práctica de la Federación entre nosotros; porque los unos son tan ignorantes que hacen sus votaciones maquinalmente, y los otros tan ambiciosos que todo lo convierten en facción; por lo que jamás se vio en Venezuela una votación libre y acertada; lo que ponía el gobierno en manos de hombres ya desafectos a la causa, ya ineptos, ya inmorales. El espíritu de partido decidía en todo y, por consiguiente, nos desorganizó más de lo que las circunstancias hicieron. Nuestra división y no las armas españolas, nos tornó a la esclavitud. 

El terremoto de 26 de marzo trastornó ciertamente, tanto lo físico como lo normal; y puede llamarse propiamente la causa inmediata de la ruina de Venezuela; mas este mismo suceso habría tenido lugar, sin producir tan mortales efectos, si Caracas se hubiera gobernado entonces por una sola autoridad, que obrando con rapidez y vigor hubiese puesto remedio a los daños sin trabas, ni competencias que retardando el efecto de las providencias, dejaban tomar al mal un incremento tan grande que lo hizo incurable. Si Caracas, en lugar de una Confederación lánguida e insubsistente, hubiese establecido un gobierno sencillo, cual lo requería su situación política y militar, tú existieras ¡oh Venezuela! y gozaras hoy de tu libertad. 

La influencia eclesiástica tuvo después del terremoto, una parte muy considerable en la sublevación de los lugares y ciudades subalternas: y en la introducción de los enemigos en el país; abusando sacrílegamente de la santidad de su ministerio en favor de los promotores de la guerra civil. Sin embargo, debemos confesar ingenuamente, que estos traidores sacerdotes, se animaban a cometer los execrables crímenes de que justamente se les acusa porque la impunidad de los delitos era absoluta; la cual hallaba en el Congreso un escandaloso abrigo; llegando a tal punto esta injusticia que de la insurrección de la ciudad de Valencia, que costó su pacificación cerca de mil hombres, no se dio a la vindicta de las leyes un solo rebelde; quedando todos con vida y, los más, con sus bienes. 

De lo referido se deduce, que entre las causas que han producido la caída de Venezuela, debe colocarse en primer lugar la naturaleza de su Constitución; que repito, era tan contraria a sus intereses, como favorable a los de sus contrarios. En segundo, el espíritu de misantropía que se apoderó de nuestros gobernantes. Tercero, la oposición al establecimiento de un cuerpo militar que salvase la República y repeliese los choques que le daban los españoles. Cuarto, el terremoto acompañado del fanatismo que logró sacar de este fenómeno los más importantes resultados; y últimamente, las facciones internas que en realidad fueron el mortal veneno que hicieron descender la patria al sepulcro. 

Estos ejemplos de errores e infortunios, no serán enteramente inútiles para los pueblos de la América meridional, que aspiran a la libertad e independencia. La Nueva Granada ha visto sucumbir a Venezuela, por consiguiente debe evitar los escollos que han destrozado a aquélla. A este efecto presento como una medida indispensable para la seguridad de la Nueva Granada, la reconquista de Caracas. A primera vista parecerá este proyecto inconducente, costoso y quizás impracticable; pero examinando atentamente con ojos previsivos, y una meditación profunda, es imposible desconocer su necesidad, como dejar de ponerlo en ejecución probada la utilidad. Lo primero que se presenta en apoyo de esta operación, es el origen de la destrucción de Caracas, que no fue otro que el desprecio con que miró aquella ciudad la existencia de un enemigo que parecía pequeño, y no lo era considerándolo en su verdadera luz. 

Coro, ciertamente, no habría podido nunca entrar en competencias con Caracas, si la comparamos, en sus fuerzas intrínsecas, con ésta; mas como en el orden de las vicisitudes humanas no es siempre la mayoría física la que decide, sino que es la superioridad de la fuerza moral la que inclina hacia sí la balanza política, no debió el Gobierno de Venezuela, por esta razón, haber descuidado la extirpación de un enemigo que, aunque aparentemente débil, tenía por auxiliares a la provincia de Maracaibo; a todas las que obedecen a la Regencia; el oro, y la cooperación de nuestros eternos contrarios los europeos que viven con nosotros; el partido clerical, siempre adicto a su apoyo y compañero, el despotismo, y, sobre todo, la opinión inveterada de cuantos ignorantes y supersticiosos contienen los límites de nuestros estados. Así fue que apenas hubo un oficial traidor que llamase al enemigo, cuando se desconcertó la máquina política, sin que los inauditos y patrióticos esfuerzos que hicieron los defensores de Caracas, lograsen impedir la caída de un edificio ya desplomado, por el golpe que recibió de un solo hombre. 

Aplicando el ejemplo de Venezuela a la Nueva Granada; y formando una proporción hallaremos que Coro es a Caracas, como Caracas es a la América entera; consiguientemente, el peligro que amenaza este país está en razón de la anterior progresión; porque poseyendo España el territorio de Venezuela, podrá con facilidad sacarle hombres y municiones de boca y guerra, para que bajo la dirección de jefes experimentados contra los grandes maestros de la guerra, los franceses, penetren desde las provincias de Barinas y Maracaibo hasta los últimos confines de la América meridional.

España tiene en el día gran número de oficiales generales ambiciosos y audaces; acostumbrados a los peligros y a las privaciones que anhelan por venir aquí a buscar un imperio que reemplace el que acaban de perder. Es muy probable, que al expirar la Península, haya una prodigiosa emigración de hombres de todas clases; y particularmente de cardenales arzobispos, obispos, canónigos y clérigos revolucionarios capaces de subvertir, no sólo nuestros tiernos y lánguidos estados, sino de envolver el Nuevo Mundo entero en una espantosa anarquía. La influencia religiosa, el imperio de la dominación civil y militar, y cuantos prestigios pueden obrar sobre el espíritu humano, serán otros tantos instrumentos de que se valdrán para someter estas regiones. Nada se opondrá a la emigración de España. 

Es verosímil que Inglaterra proteja la evasión de un partido que disminuye en parte las fuerzas de Bonaparte en España; y trae consigo el aumento y permanencia del suyo en América. La Francia no podrá impedirlo tampoco Norte América; y nosotros menos aún, pues careciendo todos de una marina respetable, nuestras tentativas serán vanas. Estos tránsfugas hallarán, ciertamente, una favorable acogida en los puertos de Venezuela, como que vienen a reforzar a los opresores de aquel país; y los habilitan de medios para emprender la conquista de los Estados independientes. Levantarán quince o veinte mil hombres que disciplinarán prontamente con sus jefes, oficiales, sargentos, cabos y soldados veteranos. 

A este ejército seguirá otro todavía más temible, de ministros, embajadores, consejeros, magistrados, toda la jerarquía eclesiástica y los grandes de España, cuya profesión es el dolo y la intriga, condecorados con ostentosos títulos, muy adecuados para deslumbrar a la multitud, que derramándose como un torrente, lo inundarán todo arrancando la semillas, y hasta las raíces del árbol de la libertad de Colombia. Las tropas combatirán en el campo; y éstos, desde sus gabinetes, nos harán la guerra por los resortes de la seducción y del fanatismo. 

Así pues, no nos queda otro recurso para precavernos de estas calamidades, que el de pacificar rápidamente nuestras provincias sublevadas, para llevar después nuestras armas contra las enemigas; y formar, de este modo, soldados y oficiales dignos de llamarse las columnas de la patria. Todo conspira a hacernos adoptar esta medida; sin hacer mención de la necesidad urgente que tenemos de cerrarle las puertas al enemigo, hay otras razones tan poderosas para determinarnos a la ofensiva, que sería una falta militar y política inexcusable dejar de hacerla. Nosotros nos hallamos invadidos y, por consiguiente, forzados a rechazar al enemigo más allá de la frontera. Además, es un principio del arte que toda guerra defensiva es perjudicial y ruinosa para el que la sostiene; pues lo debilita sin esperanza de indemnizarlo; y que las hostilidades en el territorio enemigo, siempre son provechosas, por el bien que resulta del mal del contrario; así, no debemos, por ningún motivo, emplear la defensiva.

Debemos considerar también el estado actual del enemigo, que se halla en una posición muy crítica, habiéndoseles desertado la mayor parte de sus soldados criollos; y teniendo al mismo tiempo que guarnecer las patrióticas ciudades de Caracas, Puerto Cabello, La Guaira, Barcelona, Cumaná y Margarita, en donde existen sus depósitos; sin que se atrevan a desamparar estas plazas por temor de una insurrección general en el acto de separarse de ellas. De modo que no sería imposible que llegasen nuestras tropas hasta las puertas de Caracas, sin haber dado una batalla campal. Es una cosa positiva, que en cuanto nos presentemos en Venezuela, se nos agregan millares de valerosos patriotas, que suspiran por vernos aparecer, para sacudir el yugo de sus tiranos, y unir sus esfuerzos a los nuestros en defensa de la libertad. 

La naturaleza de la presente campaña nos proporciona la ventaja de aproximarnos a Maracaibo, por Santa Marta, y a Barinas por Cúcuta. Aprovechemos, pues, instantes tan propicios; no sea que los refuerzos que incesantemente deben llegar de España, cambien absolutamente el aspecto de los negocios, y perdamos, quizás para siempre, la dichosa oportunidad de asegurar la suerte de estos estados. 

El honor de la Nueva Granada exige imperiosamente escarmentar a esos osados invasores, persiguiéndolos hasta los últimos atrincheramientos, como su gloria depende de tomar a su cargo la empresa de marchar a Venezuela, a libertar la cuna de la independencia colombiana, sus mártires, y aquel benemérito pueblo caraqueño, cuyos clamores sólo se dirigen a sus amados compatriotas los granadinos, que ellos aguardan con una mortal impaciencia, como a sus redentores. Corramos a romper las cadenas de aquellas víctimas que gimen en las mazmorras, siempre esperando su salvación de vosotros; no burléis su confianza; no seáis insensibles a los lamentos de vuestros hermanos. Id veloces a vengar al muerto, a dar vida al moribundo, soltura al oprimido y libertad a todos.
 

    Simón Bolívar. Cartagena de Indias, 15 de diciembre de 1812


    “Por una conciencia Socialista, dejémonos de guardar silencio”