“Lo cuentan las voces de los que se resisten”
Identidad y
Tradición
LOS TEMIBLES HOMBRES SAPOS DE “EL RIO NEGRO”
En el Estado Amazonas tenemos un recurso
natural extraordinario llamado “El Rio Negro”, su nombre se debe al color
oscuro de sus aguas, éste gran río amazónico es el más caudaloso del río Amazonas, y es también el
mayor río
de aguas negras
del mundo.
A
las márgenes del rio viven actualmente los Baniva; éste es un pueblo de
filiación Arawak; algunos dicen que son descendientes de los antiguos Baré; y
cerca muy cerca está el macizo
montañoso “La Neblina”, su nombre es debido a que buena parte del año
está cubierto de nubes; éste húmedo bosque
es uno de los más antiguos del planeta, en él se encierran muchos mitos y
leyendas, nuestros ancestros y algunos actualmente lo llamaban o llaman “Morada de los Dioses”. En sus entrañas se han encontrado algunas
tallas antiguas, las mismas son una especie de remos llamados también canaletes
aparo, elaborados en madera de Itauba o árbol de piedra, motivo por el cual han
logrado resistir las inclemencias del tiempo y del ambiente, factores que
unidos, han borrado con el paso del tiempo todo rastro que pueda servir para el
registro histórico de nuestras culturas o civilizaciones ancestrales.
La Amazonía venezolana
ha estado siempre protegida por deidades que a juicio de nuestros ancestros son
los creadores de todas las cosas, como la gente, los animales, el ambiente, las
costumbres entre otras más; y gracias a esta oralidad algunos mitos hoy
subsisten; el macizo montañoso “La Neblina” no está exento de ellos por algo
es bien llamado “Morada de los Dioses”,
y desde éste indómito paraje se teje el relato que traigo a continuación.
…Los antiguos Baré
creían en Túpana como el Dios supremo, también creían que él había descendido del mundo celeste, para
sacar a los hombres de las entrañas de la tierra y como estos eran muy pequeños
para sobrevivir en la selva tomó una hoja de tabaco la enrolló y los sopló a
todos por lo que estos crecieron y aprendieron a adaptarse al medio ambiente
que los rodeaba.
Túpana anhelaba que todos los hombres vivieran en sana
paz y en armonía. Al principio todo fue así, por lo que llegó a fusionar lo
humano con lo divino, dándoles a algunos, poderes semidivinos para crear espesas
nieblas cargadas de humedad y mucho frio, como también una habilidad
extraordinaria para la navegación; a estos seres los llamó “Aparo”.
Los Aparo amparados
en su habilidad sobrenatural comenzaron a ambicionar más poder del que tenían,
por lo que ocultos en la neblina que ellos mismo producían y navegando silenciosamente sin
ser notados atacaban a otros
hombres para posesionarse de las tierras.
Túpana, al percatarse
de lo que estaba sucediendo pensó que todo era producto del desequilibrio, ya
que para ese momento todos los seres vivos eran asexuados, por lo que permitió
que su hija la Diosa Yopinai le ayudara a conseguir el equilibrio que él
deseaba, ella seleccionó a los seres más sabios y los convirtió en mujeres
creando así la diferencia de género, y estas a su vez, al unirse a los hombres
aprendieron a dominarlos formando sociedades y dándole vida a una nueva
especie.
Los Aparo
contrariados y molestos por la decisión de Túpana raptaron a la Diosa Yopinai y
la escondieron en el cerro “La Neblina”, y para que nadie encontrara el cerro,
lo cubrieron completamente con densas nubes, de manera tal que no pudiera ser
visto por el ojo humano, solamente reptiles anfibios y algunas aves visitaban y
acompañaban a la Diosa Yopinai, quien les contó de su desgracia, y estos a su
vez advirtieron al Dios Túpana del paradero de su hija, quien al rescatarla
demostró su enojo provocando un gran diluvio cargado de violentos truenos, su
rabia era tanta que decidió castigar a los Aparo, convirtiéndolos nuevamente en
seres diminutos de largos brazos y enormes cabelleras y enviándolos otra vez a las
entrañas de la tierra.
Yamadu demonio de las entrañas de la tierra y de la
montaña, valiéndose de la ocasión, convenció a los Aparo a que se convirtieran
en sus ayudantes, estos, cegados por la ambición de recuperar sus poderes
aceptaron, y se convirtieron en “Mawali” espíritus malignos mitad hombre y
mitad sapo, permaneciendo en el fondo de los caños y en lagunas apartadas de
toda sociedad humana, saliendo de los mismos en determinadas épocas del año
junto a una densa y fría neblina, navegando en pequeñas y rápidas curiaras de aproximadamente
de 30 cm de largo y propulsándose con sus remos los cuales les servían también
de lanzas con la que se defendían o atacaban aguerridamente.
Los
antiguos Baré temían mucho a los Aparo, ya que estos espíritus malignos eran
muy sanguinarios con todos aquellos que se atrevían a navegar las oscuras y
turbulentas aguas del Río Negro; especialmente en época de invierno estos
Mawali acechaban en las orillas de los caños ocultos en bultos de hojas, allí
aguardaban pacientemente hasta que las curiaras de los Baré se acercaban lo
suficiente para embestirlos con sus diminutas naves. El ambiente primero se
rodeaba de una risa burlona que emitían los hombres-sapos, con la que lograban
infundir miedo, luego realizaban un ataque tan violento que lograban voltear
las curiaras hundiendo sus pertrechos y herramientas hasta el fondo del río e
hiriendo gravemente con sus canaletes a los que no lograban salir a tiempo del
agua.
Los
canaletes de estos diminutos seres cumplían doble función, eran lanzas por un
extremo, con la que atacaban ferozmente a su victimas y remos por el otro con
los que una vez culminado el ataque y recuperado el botín del fondo del río se
desplazaban velozmente para alejarse del sitio. Antes, durante y después del
ataque de estas malignas criaturas, la risa burlona no cesaba de escucharse,
por los que los antiguos nativos lastimados, aturdidos y asustados decían que
en la distancia la risa se convertía en truenos y el botín en relámpagos.
A
pesar del miedo que esta antigua etnia tenía a los terribles hombres-sapos,
aprendieron a confrontarlos, mascando la hoja del tabaco para ahuyentarlos (Como
en el principio de la creación lo hizo el Dios Túpana) y adentrándose en el río
para pelear por sus alimentos.
Hoy
en día los Baniva, se aventuran a buscar sus alimentos en el río como lo
hicieron sus antepasados, cuidándose también de los terribles guerreros Aparo,
y creyendo además que estos pequeños sapos son capaces de transformarse en hombres de muy escasa
estatura, portadores de la lluvia, el trueno, los relámpagos, el viento y la
neblina. Por lo que siempre sugieren que cuando alguien navegue las oscuras
aguas de “El Río Negro” esté muy atento a todo, de los más mínimos movimientos
que se dan en la espesura, del clima, de las hojas en el río y de las risas que
se sienten en el ambiente; aconsejándoles a que se retiren inmediatamente del
lugar, ya que si de casualidad son los temibles hombres-sapos es porque se
encuentran muy cerca y en cualquier momento atacan…
Por: Rómulo E. Pérez F.
@rmulo_e
“Por una conciencia Socialista,
dejémonos de guardar silencio”
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