jueves, 22 de octubre de 2009

EL ROUSSEAU TROPICAL "I"

E M I L I O O L A E D U C A C I Ó N

J U A N J A C O B O R O U S S E A U
Ediciones elaleph.com

Editado por elaleph.com
Traducido por Ricardo Viñas 2000 – Copyright www.elaleph.com
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PREFACIO DEL AUTOR

Esta colección de reflexiones y observaciones sin orden y casi sin enlace, fue comenzada por complacer a una buena madre que sabe pensar.

Primeramente sólo proyecté una memoria de pocas páginas; mas el asunto me arrastró, a pesar mío, y la memoria se fue haciendo poco a poco una especie de volumen, grande sin duda por lo que contiene, pequeño por la materia de que trata. Vacilé mucho tiempo entre si lo publicaría o no; trabajando en él he visto que no basta haber escrito algunos folletos para saber, componer un libro.

Después de algunos esfuerzos inútiles para hacerlo mejor, tengo que dejar mi obra como está, porque entiendo que es preciso atraer la atención pública hacia estos asuntos, y aunque mis ideas sean malas, con tal de que inspiren otras mejores no habré perdido el tiempo. Un hombre que desde su retiro, sin encomiadores ni partidarios que los defiendan ofrece sus impresos al público, sin saber siquiera lo que de ellos se piensa o lo que de ellos se dice, no puede temer, que puesto caso de equivocarse vayan a pasar sus errores sin examen.

Poco diré de la importancia que tiene una educación buena. Tampoco me detendré a demostrar que la usada hoy es mala: mil lo han demostrado ya, y no he de pararme a llenar un libro de cosas que todo el mundo sabe. Únicamente observaré que desde hace infinito tiempo no hay más que una voz contra la práctica establecida, sin que a nadie se le ocurra proponer otra que sea mejor. La literatura y el saber de nuestro siglo más tienden a destruir que a edificar.

Censurase con tono de maestro; mas para proponer se debe tomar otro tono, y esto ya complace menos a la elevación filosófica, a pesar de tantos escritos que, según dicen, sólo tienen por objeto la utilidad pública, todavía sigue olvidado el arte de formar a los hombres, que es la primera de todas las utilidades. Mi tema era por completo nuevo, aun después del libro de Locke, mucho temo que siga siéndolo también después del libro mío.

No es conocida, en modo alguno, la infancia; con las ideas falsas que se tienen acerca de ella, cuanto más se adelanta más considerable es el extravío.

Los de mayor prudencia se atienen a lo que necesitan saber los hombres, sin tener en cuenta lo que pueden aprender los niños. Buscan siempre al hombre en el niño, sin considerar lo que éste es antes de ser hombre. He aquí el estudio a que me he aplicado con preferencia, para que, aun suponiendo mi método enteramente falso, se obtenga siempre beneficio de mis observaciones. Puedo haber visto mal aquello que es necesario hacer, pero me parece que he visto bien el objeto sobre que debe obrarse.

Comenzad, pues por estudiar mejor vuestros alumnos; seguramente no los conocéis. Si leéis este libro con ese propósito, tengo para mí que ha de seros útil.

Lo que sin duda sorprenderá más el lector es la parte que pudiéramos llamar sistemática, que en este caso no es otra cosa sino el mismo desarrollo de la naturaleza. Probablemente me atacarán por esto, y acaso no dejen de tener razón.

Pensarán que más bien que un libro acerca de la educación leen las fantasías de un visionario sobre ese mismo asunto. ¿Cómo evitarlo? No escribo yo sobre las ideas de otro sino sobre las mías. No veo como los demás hombres: hace tiempo que me lo han censurado.

Más ¿depende de mí el adquirir otra vista o el impresionarme con otras ideas? No. De mí depende el no abandonarme a mi modo de sentir, el no creerme más sabio que todo el mundo; de mí depende no el cambio de sentimiento, sino la desconfianza del mío; he aquí lo que puedo hacer y lo que hago. Si alguna vez tomo el tono afirmativo, no es para imponerme al lector; es para hablarle como pienso. ¿Por qué he de proponer en tono de duda lo que para mí no es dudoso? Yo digo exactamente cuanto pasa en mi espíritu.

Al exponer con libertad mi pensamiento, tan lejos estoy de suponerle autorizado, que siempre le acompaño de mis razones, conforme a las cuales debe juzgárseme. Pero aunque no quiera obstinarme la defensa de mis ideas, pienso hallarme obligado proponerlas. Las máximas acerca de las cuales tengo una opinión contraria a la opinión de los demás, no son materia indiferente: de su verdad o de su falsedad depende la dicha o la desgracia del género humano.

Proponed lo que es factible, me dicen a cada momento. Es lo mismo que si me dijeran: proponed que se haga lo que ahora se hace, o, por lo menos, algo bueno compaginable con lo malo existente. En ciertas materias eso es menos práctico que lo por mí propuesto: con esa alianza se echa a perder el bien y no se cura el mal. Más quisiera seguir en todo la práctica establecida que tomar a medias una buena: habría en ello menos contradicción con la naturaleza humana que no puede encaminarse a la vez a dos fines opuestos. Padres y madres, es factible aquello que vosotros queréis hacer. ¿Tengo que responder yo de vuestra voluntad?

En toda clase de proyectos deben considerarse dos cosas: primero, la bondad absoluta del proyecto; después, la facilidad de ejecución.

Con respecto a lo primero, para que el proyecto sea admisible y practicable en sí mismo, basta con que su bondad se halle en la naturaleza de la cosa.

Aquí, por ejemplo, basta que la educación propuesta sea conveniente para el hombre y esté bien adaptada al corazón humano.

La segunda consideración depende de relaciones determinadas en ciertas situaciones; relaciones accidentales a la cosa que, por consiguiente no son necesarias y pueden variar al infinito. Así, tal educación puede ser practicable en Suiza y no serlo en Francia; tal otra puede serlo en la clase media; tal otra en las grandes. La mayor o menor facilidad de la educación depende de mil circunstancias que sólo pueden determinarse por una aplicación particular del método a uno u otro país, en una u otra condición.

Pero estas aplicaciones particulares no son esenciales en mi tema y no entran en mi plan. Otros podrán ocuparse en ello, si gustan, y cada uno para el estado que tenga presente a su atención. Me basta con que pueda hacerse lo que yo propongo, donde quiera que nazcan hombres, y con que luego de hacer de ellos lo que yo propongo se haya logrado lo mejor para ellos mismos y para los demás. Si no satisfago esas condiciones, mal hago, sin duda; pero si las lleno, mal se haría con pedirme otra cosa, porque yo no prometo más que esto.


« ... Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez...»

Publicado por ROMULO PEREZ “por una conciencia Socialista”

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