Educación Reflexiva.
Para iniciar esta conversa escrita, me gustaría dar mis apreciaciones y definiciones propias acerca de lo que entiendo por reflexión. Considero que no es nada fácil deliberar sobre los propios actos de la vida, es decir: hacer conciencia de mis relaciones con la gente, del mundo que me rodea y realizar esa mirada interna de mis posturas y de lo que soy capaz como ser humano.
Siempre estoy lleno de dudas, incertidumbres. Preguntándome cosas que por lo general no tienen respuestas inmediatas. Igualmente cotidianamente me pienso en los diferentes ámbitos en el que me desenvuelvo. Y ese murmullo, ahí, en la cabeza, diciéndome: qué es correcto, qué no es correcto, cuál es el próximo paso, qué hacer, qué es lo esencial. Y en esa vertiginosa cascada de preguntas y respuestas, pretendo abrir un punto de apoyo, una verdad cercana, que pueda compartir y sobre la cual abrir otros horizontes.
Todo me confronta, convoca, emplaza, sugiere, curiosea, reta, edifica… y en otras me desconcierta. Muchas verdades y convicciones internalizadas en el tiempo, sencillamente desde una reflexión profunda y contextualizada; empiezan a rodar, resquebrajarse y otras se fortalecen, maduran, abren nuevas posibilidades, un todo por explorar...
Reflexionar es pensar, repensar, escudriñar, descubrir, hallar, abrir caminos, despertar. SÍ ¡QUIERO DESPERTAR, ESTAR DESPIERTO! Que la vida no me la ocupen: las trivialidades, vanidades, superficialidades, apariencias, tabúes, abstracciones, prepotencias, intolerancias, DESISTIR, irme por las ramas, orgullos, egos…
El hecho reflexivo, es el entendimiento, comprensión y discernimiento de mi existencia. Un reconocimiento de mi mismo que como sujeto histórico se viene trenzando junto con los otros, en el que hago CONCIENCIA de éste proceso “inacabado de la vida”; en esa interrelación con nuestros semejantes y toda forma de vida posible con la que coexistimos. Por lo tanto; el hecho humano, se me revela en una diversidad y complementariedad compleja que nos trasciende. Este ser que soy, que somos entre nosotros mismos y la importancia de examinarnos en nuestras acciones inmediatas que afectan y mediatizan el universo de las cosas que nos rodean.
En el acto reflexivo; puedo visualizar una sinapsis en la que se complementan: hurgar el pasado ¡sacudir la memoria!, contex-tualizarnos al presente, dilucidar el futuro. Es un acto que exige: observar, estudiar, investigar, meditar, contemplar, armonizar, dejar en reposo, organizar ideas, concienciar… Es un diálogo interior, un proceso de reconocimiento, en el que se conjugan: prácticas-teorías-pensamientos-emociones. Y de ahí; nos activamos en aquello que nos interesa, de lo que nos hemos convencido.
Reflexionar, realmente es “buscarle la quinta pata al gato” hasta que se nos manifiesta el asunto que nos ha estado inquietando y por supuesto, la necesidad de abordarlos con acciones y hechos concretos, revolucionarios, que nos refunden en valores y actitudes.
La educación reflexiva, es ese encuentro cotidiano, en el que interpelamos la realidad en la que estamos asumidos y desde un sentir consciente, nos abrimos a la conversa: profunda, crítica y comprometida. Es Preguntarse, cuestionarnos. Dar la visión y postura de una problemática, hallar sus raíces: causas, consecuencias, para construir las acciones políticas necesarias que contribuyan al reconocimiento y trasformación de las condiciones de vida.
En una educación reflexiva, es imperativo identificar cómo operan los modelos de usurpación, dominación, explotación, conquista, invasores... Más que identificarlos, es necesario precisar sus mecanismos, cómo aplican y se materializan en nuestras cotidianidades, cómo nos enajenan y condicionan para hacernos defender lo indefendible. Y así, convertirnos a todos en replicadores incondicionales de la muerte. Muerte, que se expresa en un modo de ser ¡GLOBALIZADOS! que se recrea en su propia génesis de poseer y tener más y más para “ser felices” con su camuflaje de libertad, desarrollo, seguridad y progreso, que en la práctica se traduce en: pensamiento único, individualismo, fragmentación, consumismo, violencia en los gestos, palabras y acciones, el uso de un ser humano por el otro para su propio beneficio (explotación), discriminación, propiedad privada, división social del trabajo, poder, guerra, pobreza, tener, tener y tener, estandarizarnos según la moda, mercadear la vida para tratarnos como objetos, cosas, bichos. Y así, morir callados, serviles. Un eterno sálvese quien pueda. Es un sistema en el que la humanidad y la naturaleza se fríen en un aceite rancio y barato.
Este sistema apocalíptico ¡perdón! capitalista, lo veo y siento como una espada que se hunde cada vez más en el corazón; cuando tratamos de alcanzar el “triunfo, el éxito” el “estatus” de tenedores y poseedores de promesas de bienestar y riquezas que nunca llegarán, donde la naturaleza y belleza de las cosas esenciales se nos quedan en la cajita mágica y subliminal del televisor para escapar de la realidad en la próxima comiquita, animado, película… que siempre te conducen a ser otra o cualquier cosa menos ser tu mismo; que te dejan al margen de transformar ese vital potencial humano que puede ser más cercano a la vida, más cercano al amor. Pero sabemos que morimos en cada minuto, en cada dólar que se cambia en el mercado y también sabemos que este sistema nos convierte en totales y absolutos excluidos y segregados de la vida.
No podemos dar por sentado de forma determinista un modelo social, al que hay que adaptarse, acomodarse, asimilarlo, calcarlo, defenderlo y reproducirlo condicionadamente. Esto sería aceptar que el modelo nos hace ¡VIVIR PARA EL SISTEMA Y EL ORDEN ESTABLECIDO! Esto nos convierte simplemente en instrumentos autómatas ejecutantes de roles y desempeños, funciones y tareas preconcebidas, donde la gente está ajena: de si misma, sus espacios vitales, su historia, y sobre todas las cosas; de su capacidad política y soberana de construirse su propio devenir.
Una propuesta social, debe emerger de la construcción dialógicas de sus gentes (constituyente), por lo tanto cada propuesta social debe construirse y descontruirse las veces que sean necesarias. Una educación reflexiva desde la participación y protagonismo, en el reconocimiento de la diversidad. Hallará en la compleja construcción y deconstrucción del hecho social, el curriculum esencial que nos evidencie desde lo humano y así propiciar la naturaleza dialéctica; que nos va a favorecer en la concreción de una nueva realidad de país.
En la educación reflexiva ¡LA GENTE ES LA ESCUELA! y los espacios vitales para la formación serán: las calles, plazas, canchas, casas comunales, el patio de la casa de una pana, una vereda, un árbol frondoso, una montaña, un río… y la gente seremos los maestros/as: niños, niñas, adolescentes, jóvenes y adultos. Aprendiendo y desaprendiendo juntos, reconociéndonos en esa vinculación, relación y articulación que desprende de cada una de nuestras experiencias y nos marcan un nuevo principio para empezar de nuevo.
La educación reflexiva, tiene que abrir otros entendimientos y formas de pensarnos, conocer, materializarnos “SER EN EL MUDO” Al ensayarnos otras lógicas, vamos abrir esas rendijas, grietas, fisuras, fracturas, ojos de agua. Que van a desplomar y derrumbar los muros y alambrados que cierran los caminos de los sueños, las utopías, la patria nueva, “otro mundo posible” Del que necesariamente van a emerger nuevas relaciones de coexistencia que van a favorecer la construcción de lo diferente, “lo paralelo” pero con la suficiente fuerza para forjar voluntades.
Entonces, para pasar o transitar a otros modos de vida, en nuestro caso el modo SOCIALISTA, nuestro preámbulo constitucional nos ordena REFUNDAR la república, que en lo particular significa nacer de nuevo, rehacernos nuevamente. Todo se pone en duda para “Inventarnos o Errarnos”
En esta siempre hora de revolución y la necesidad de profundizarla, amerita diariamente de la educación reflexiva; porque la imposición e implantación del modelo de libre mercado (modelo que ofende y atenta contra toda forma de vida) nos institucionalizan y adiestran en sus normas, reglas, costumbres, creencias, valores y actitudes. Entonces es interesante reflexionar todo esto que llevamos encarnado; pues son muchos años de condicionamientos, usurpación, de prácticas y teorías que niegan la esencia de lo humano, de la que siempre se ha servido una élite, por cierto; muy conciente de cómo explotar a la mayoría para mantener su estatus y hegemonía como clase que detenta el poder.
Ahora bien, desde la educación reflexiva cómo desmontamos, este “modo de ser burgués”. Cómo del individualismo transitamos a lo colectivo, de un consumismo: derrochador, superficial y que parte de los intereses (modas) del mercado, transitamos a satisfacer necesidades reales y que partan de los intereses del pueblo, de una existencia donde se nos reconoce por lo que poseemos y tenemos, transitemos a edificar la vida, de las jerarquías burocráticas y amañadas, pasamos a la horizontalidad corresponsable, de la explotación de la vida; transitamos a la construcción social, colectiva y soberana de nuestros destinos.
En una educación reflexiva el Maestro: erigido, edificado, construido y abundante en intenciones revolucionarias: co propiciara, co promoverá y co facilitará condiciones de aprendizaje que favorezcan ese ser dialéctico, ese potencial ser humano en el que nos podemos transformar, que construye colectivamente el conocimiento, co partícipe y co protagonista en el despertar de la conciencia. Una conciencia que abrace el sentir de la vida. Teniendo como base de estudio e investigación sus propios contextos que son una fuente de riqueza permanente en diversidad espiritual, histórica, social, legados…
El maestro que construye la educación reflexiva, necesita asumirse en dinámicas que despierten la conciencia crítica cotidianamente, trascender el condicionamiento de estímulos y respuestas mecanizados al que nos han sometido. Su saber hacer educativo tiene que fundamentarse en procesos que parta del encuentro y reconocimiento de los sujetos, construcción colectiva y significativa del conocimiento para la transformación. Que las prácticas y teorías se confronten y legitimen ¡NO MÁS ENAJENACIÓN!... Conociendo me transformo, me refundo en espirales rumbo al infinito para Ser Vida, humanidad.
Tengo la profunda necesidad de entender y comprender mi existencia en coexistencia con el universo.
Oscar Rodolfo Gaviria Ortega
Publicado por ROMULO PEREZ “por una conciencia Socialista”
« ... Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez...»
sábado, 13 de marzo de 2010
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