“Lo cuentan
las voces de los que se resisten”
Identidad y Tradición
CUATRO CUENTOS PEMONES
(IV)
Kumarwa,
el Curare
“Fueron los Toron, los Pájaros, que nos encontraron Kumarwa-el-Curare”.
—Dime, U-chiti-koko, dime, Oh Abuelita mía,
¿Dónde está mi mamá?
—U-Mu... tú lo sabes, Oh Hijo mío... está en
el Konuko, se fue a buscar Kanari y Kesera, Yuca de cocinar y Yuca del pan
de Kasabe y Yuca de la cerveza Kachiri, Aveku la yuca dulce y May, la amarga.
—Dime Koko y los Pemón y los Hombres, ¿adónde se
fueron?
—Tú lo sabes Oh Hijo mío... se fueron a cazar o
a pescar...
—¿Se fueron con Kurak-Titiipan?
—Sí, claro... con Kurak-Titiipan la
Cerbatana-Silenciosa, para traernos Maruk la Gallinita de monte...
—¿Y se llevaron flechas con Kumarwa?
—¡Pero claro que sí, Hijo, con curare... Pero
anda a jugar con tu hermanita, tengo que terminar esta cesta para tu padre, los
peces pronto van a remontar el río. ¡Deja a tu vieja Koko, ella puede todavía
trabajar!
—U-koko, Oh Abuela mía, ¿Es verdad que fueron
los pájaros quienes trajeron el curare a los hombres?
—Sí u-Mu, sí Hijo mío, tú ya lo sabes, ya te
conté la historia de Mochima-la-Harpía y de Ayiten-el-Pájaro-Carpintero que
quiso morir por los Hombres...
—¡Kamake, kamake, u-chiti-koko, cuénta, cuéntalo
otra vez, Oh Abuelita mía!
—Bueno pues...
—Muere-daktay, en ese tiempo, los Hombres y los
animales hablaban y trabajaban juntos, pero ya no podían casarse...
Muere-daktay, en ese tiempo, Mochima-el-Águila-Harpía arrasaba con toda la
selva. Iba en los nidos, le caía encima a los pueblos, reventaba los huevos de
los pájaros, reventaba los ojos de los Hombres, ¡chirik, chirik, chirik!
Nosotros los Indios, nosotros los Hombres,
estábamos muy tristes. Los Pájaros, amigos nuestros en ese tiempo, estaban
también muy tristes. Los Hombres ya no podían cazar y se morían de hambre, los
Pájaros ya no tenían hijitos... La vida de la selva era muy dura por culpa de
Mochima-el-Águila-Harpía.
Un día, los Hombres y los Pájaros estaban juntos
trabajando en la construcción de una nueva Tapuy.
Kurachire el ruiseñor de la selva cantaba. Hacía
bastante tiempo que Mochima no había pasado por allí. Ayiten-el-Carpintero
traía las lianas de los árboles, los otros pájaros buscaban las palmas del
techo. Todo el mundo trabajaba hablando, es decir cantando. Maruk-la-Gallina,
que no sabe volar ni cantar, miraba a todo el mundo y de vez en cuando, se iba
a la selva a buscar piñas salvajes para la sed de los Hombres.
Pero Mochima llegó. Y Mochima lo destrozó todo.
Y Mochima-el-Águila-Harpía, sacó los ojos al hombre que amarraba las palmas en
lo alto del techo de la Tapuy.
Entonces todo el mundo lloraba. Hombres y
Pájaros juntos.
Entonces Maruk que no sabe cantar, se puso a
hablar.
Hay que matar a Mochima, es demasiado mala con
los Hombres y los Pájaros, dijo ella. Pero Hombres y Pájaros se pusieron a
gemir...
¡Oh Maruk, es imposible. Kurak-Titiipan, la
Cerbatana-Silenciosa tiene las flechas tan débiles y el cuero de Mochima es tan
duro!
Pero Maruk-la-Gallina seguía con su idea.
Yo conozco un árbol. Cuando me paseo cerca de
él, me da ganas de dormir para siempre. La sangre de este árbol da ganas de
dormir para siempre. Vamos a hablar con él, dijo ella.
Todos los Pájaros y todos los Hombres se
pusieron en fila detrás de Maruk y caminaron, sen sen sen, son son son,
caminaron, caminaron hasta el Árbol-que-hace-dormir-para-siempre.
Pero cuando Maruk se paró, todo el mundo se paró
también. Veían muy bien el Árbol, pero ninguno quería acercarse para hablarle.
Nadie deseaba dormir para siempre.
Fue Ayiten quién se decidió.
Voló hasta el Árbol. Y como un pájaro-carpintero
cuando encuentra un árbol siempre lo picotea, picoteó
El-Árbol-que-hace-dormir-para-siempre.
¡Aytuuu!
Se cayó para atrás. Pero Wandanwan-el-Comején,
que come madera como el pájaro carpintero, le hizo un remedio con
Kavay-el-Tabaco y Ayiten pudo levantarse. Pero enseguida quiso ensayar de
nuevo. Voló hasta el árbol y ¡Aytuuu! Se cayó otra vez. Pero como los comejenes
lo querían, volvieron a darle el gusto de vivir.
Los Pájaros y los Indios sabían ahora que la
sangre de ese Árbol hacía realmente dormir para siempre.
Entonces, con totumitas, ayudados por los
comejenes que no temían al Árbol, se llevaron la sangre negra del
Árbol-que-hace-dormir-para-siempre.
Cuando Mochima volvió, estaba esperado. Y como
los pájaros tenían miedo de mojarse los picos con la sangre del Árbol, los
Hombres la pusieron en las flechas de las cerbatanas.
Cuando Mochima recibió la primera flecha, se
puso a reír. Se burlaba de los Hombres y de los Pájaros... Pero, ¡Aytuuu! Dejó
de reír. No veía más nada, sus alas estaban tiesas, el frío le agarraba el
corazón.
Se durmió para siempre.
—¿Etikasak, Koko?
—Ina, etikasak, Mochima-el-Águila-Harpía había
muerto. Y los Hombres y los Pájaros eran por fin libres.
—Dime, Abuela, ¿Cómo es? ¿Cómo se llama
el-Árbol-que-hace-dormir-para-siempre?
—¡U-Mu! ¡Wapute! ¡Es un secreto, Hijo mío! Es
asunto del Piache, secreto del Brujo. Un secreto terrible. Sólo para los
Piaches. ¡Hombres malos podrían tener ganas de hacerse Kuadu-la-Guerra con
Kumarwa-el-Curare! ¡Pemonton-Etikasak! ¡Sería la Muerte-de-los-Hombres!
Elbatrina Rodríguez-Este de Clauteaux
Letralia (Tierra de Letras)
Año X N° 130
“Por una conciencia Socialista, dejémonos
de guardar silencio”