martes, 1 de marzo de 2011

Hablando de “Pacheco”

IDENTIDAD Y TRADICION

Hablando de “Pacheco”

-¡Ahí viene Pacheco!... ¡Llegó Pacheco!...-

Por medio de estas líneas quiero expresar un poco de ese sentimiento que todos llevamos dentro, ese sentimiento colectivo que nos invade en navidad, cuando todo se viste de fiesta, resaltando que es una época de sabor y de festejo, de reuniones, de encuentros, en fin, de felicidad.

La navidad desde que comienza todo es alegría y cada uno de nosotros la disfruta intensamente, entre música, reuniones, brindis y ese delicioso arte culinario que nos distingue en todo el mundo entero, mostrando nuestra identidad cultural, la cual se expresa con fuerza, al ver esas reuniones colectivas de cada familia Venezolana, que hacen que estas fechas sean muy especiales de verdad.

Entre las manifestaciones culturales que se suelen celebrar en navidad y en algunos casos extenderse hasta febrero tenemos: los aguinaldos, el pesebre, las gaitas, las misas de aguinaldos, la mesa navideña, las parrandas, las paraduras del niño, las patinatas, las danzas de los pastores ó el velorio del niño Jesús, El día de los Santos inocentes, el día de Los locos y locaínas, El año nuevo y El año viejo, entre otras.

Además de las manifestaciones culturales antes mencionadas, también en Venezuela se están celebrando otras expresiones culturales no autóctonas de la Nación, como por ejemplo Halloween o noches de brujas, San Nicolás o Santa Claus, el Espíritu de la Navidad, el Árbol de Navidad, el Intercambio de Regalos, el dar o pedir el Aguinaldo, etc.

Todas estas manifestaciones nos llenan de una calidez social y familiar muy especial en donde la solidaridad y los valores humanos, marcan ese amor social que tenemos todos, haciendo del Venezolano ese ser especial que espera recibir el nuevo año lleno de esperanzas y proyectos que en el año viejo se realizaron a medias o simplemente no se realizaron.

Yo, en lo personal tengo un proyecto que anhelo realizar en los siguientes años por venir, y además espero que los lectores de estas líneas me apoyen y me ayuden a lograr ese propósito.

Se trata de darle forma física y fuerza a “Pacheco”, personaje legendario Venezolano, que siempre lo relacionamos con el frio Avileño (Waraira Repano), pero que nunca lo involucramos con nuestras festividades de navidad; de “Pacheco” nos hemos encargado los Venezolanos de regarlo por todo el mundo, de hecho la Real Academia Española lo reconoce como “Frio intenso”, y así lo conocen en Costa Rica, Ecuador, España y otras partes del mundo, además de Venezuela, pero “Pacheco” es mas que eso, el no solo representa al frio, también representa la humildad al ofrecer sus flores, frutas, legumbres y algunos tallados en maderas que solía hacer para los niños, no solo en venta, también los fiaba y en algunas ocasiones los regalaba a cambio de una sonrisa, éste excepcional personaje recoge en sí mismo todos los atributos que simboliza la navidad, es decir, además del frio navideño que nos invita a la unión familiar, el también representó y representa la nobleza y el amor a través de sus flores, la bondad y la prosperidad por las frutas y las legumbres que ofrecía, la esperanza y la alegría por sus tallados en madera y la amistad y la confianza al ser un ser muy querido en su época.

Algunos que conocen su historia nos cuentan

“Pacheco” era un hombre bueno y querendón, floricultor galipanero que vivió en el siglo XIX, aunque no se tiene fecha precisa de su existencia, se sabe que vivió en este siglo tomando como referencia al Ayuntamiento de Caracas, que en 1809 destina el terreno de la Plaza de San Jacinto a Mercado de las flores, frutas y dulces, y en febrero de 1865 el Gobierno de Antonio Guzmán Blanco autoriza la demolición de la iglesia y utiliza la vieja estructura del convento para desarrollar en este espacio el Mercado de San Jacinto o Mercado Central, fusionando al mercado de las flores, frutas y dulces con el mercado que antes funcionaba en la Plaza Bolívar, llamada antiguamente Plaza Mayor o plaza del Mercado, antes de esta ultima fecha “Pacheco” tenía su punto preferido en el Mercado de las flores, y después de la fusión estableció su lugar favorito cerca de las jaulas de los vendedores de pájaros, frente al negocio “La Atarraya” (ver foto) y otros locales donde estaban a la mano el vasito de berro o el de aguardiente de caña, remedios infalibles para aliviar el frío intenso que se había traído consigo desde Galipán y la cumbre del Waraira Repano, aires con los que ponía a temblar a pobres y ricos.

Su casa estaba ubicada en el pueblito de Galipán en el Waraira Repano, de donde él era originario, esta majestuosa montaña es considerada todavía como el escudo que separa al clima caraqueño del clima litoralense, este era un pueblo lleno de flores y gente hacendosa, en donde sembraban los más hermosos claveles, las yerbas más olorosas, las más grandes legumbres y las más hermosas frutas, para vender todo eso en el mercado de la capital o mercado de San Jacinto, hay quienes dicen que a “Pacheco” no le gustaba mucho Caracas, aquella la de los techos Rojos, y aun menos La Guaira ya que no estaba acostumbrado ni al calor del litoral, ni al ruido de la ciudad, ni a las carretas a caballo, ni a los pregoneros, ni a muchas otras cosas más, es por eso que solo bajaba a la ciudad a partir de el mes de Noviembre, cuando en la montaña se fortalecía el frío, ya que de esta manera él sabia que Caracas estaría también más fresca y placentera, acostumbraba a bajar por el Camino de los Españoles y entraba por la Puerta de Caracas en La Pastora, allí hacia su primera parada, vendía parte de la carga frente a la Iglesia de “La Pastora”, luego continuaba su peregrinar hasta el Mercado de las flores primeramente (1809), y luego Mercado Central (1865) en San Jacinto en donde terminaba de vender lo que le quedaba, haciendo varios viajes desde Galipán hasta la ciudad y viceversa, de esta manera en Caracas se comenzó a asociar la llegada de “Pacheco” con la época más fría del año, que va desde Noviembre hasta Enero cuando él hacia el ultimo viaje y no regresaba más hasta el siguiente Noviembre.

“Pacheco” bajaba del cerro todavía a oscuras, en la madrugada por ese pequeño camino lleno de leyendas y mágicas historias, con su carreta llena de flores bonitas, frutas y verduras frescas para venderlas, además de algunas pequeñas tallas hechas en madera representativas de la vida que él llevaba como: culebritas, pajaritos, carretas, frutos, entre otros, para agradar a los niños y niñas del mercado y algunos en el camino. Se decía que por allí entraron los primeros españoles a Caracas, y que construyeron ese caminito de piedra a punta de sudor y espada, luchando constantemente contra los feroces caribes, que poblaron la montaña desde tiempos inmemoriales, también se decía que sus espíritus rondaban esos caminos, y se habían convertido en parte de la montaña, a “Pacheco” no le atemorizaban esos cuentos, él había nacido allí, él era parte del Waraira Repano y junto a sus mulas conocía cada una de las piedras, árboles y senderos que hacían parte del cerro, nadie como él podía ubicar las yerbas medicinales que la montaña escondía, cuando le hacían un encargo para un enfermo, solo él sabía reconocer el sonido de cada pájaro, cada culebra, cada viento rozando el follaje de los árboles, él se creía dueño de esa montaña que se levantaba entre el mar y el valle caraqueño, y por eso atravesaba siempre ese camino con su mula a un lado, más la neblina y el frio que le penetraban hasta los mismos huesos.

“Pacheco” se hizo querer tanto por los caraqueños, que aún estando él vivo le gastaban bromas que luego se convirtieron en dichos populares, por ejemplo: -¡Ahí viene Pacheco!... ¡llegó Pacheco!...-, - Si así está aquí de frío, ¿Cómo estará Pacheco?-, - que Pacheco está pegando -, -llegó Pacheco y llegó el frío-, entre otros; tales dichos se siguen utilizando hoy en día, no solo en Caracas, sino en toda Venezuela y en muchas partes del mundo. Quienes ni siquiera soñamos con conocer a “Pacheco”, conocemos por lo menos su relación con el frío, y algunos su historia, pero hay personas que sus antepasados si conocieron a este “insigne hombre”, y lo consagraron al tiempo, trasmitiendo de generación en generación no solo su historia, además también sus características; las personas que lo conocieron contaron: era un hombre humilde, sencillo, de barbas grisáceas hasta el cuello, de mirada fija, siempre estaba alegre, le gustaba vestir ropa clara usualmente blanca, en cuanto al calzado, variaba entre alpargatas y botas de cuero españolas, y según éste, el sombrero era de pelo de guama o de ala ancha español, también la ruana signaba su personalidad, usando según la ocasión una ruana de lana con flecos muy colorida o una inmensa capa de cuero, y acompañado constantemente por algunas de sus mulas con las que llegaba siempre con su colorida carga al mercado de San Jacinto.

Sin apartarse de la ruta que lo conducía desde Galipán hasta San Jacinto, “Pacheco” entre cantos y saludos, a pesar de que iba entregando su rural, variada e inagotable carga de colores, a sus clientes predilectos, las mulas siempre llegaban con la carreta repleta al mercado, como si no hubiera entregado un capullo; una vez en San Jacinto toda la mercancía volaba cual bandada de mariposas, quitándole el peso a la carreta y aliviando al jumento que se ponía a sonar sus cascos sobre el empedrado en demostración de alegría; tan famosas eran sus flores y lo que transportaba, que a los pocos minutos no le quedaba una azucena, ni un clavel, ni una rosa blanca, ni una talla de madera, ni siquiera una fruta para regalar a la moza que le sonreía al bajar las escalinatas del mercado, o al niño que sollozo esperaba algún presente.

Los abuelos de la Caracas de los techos rojos, siempre alegres y populacheros, les contaban a sus nietos que “Pacheco” era un personaje de leyenda, que bajaba del cerro encaramado en la fría neblina mañanera hasta llegar a la ciudad, para traer cual Mesías todo lo necesario que se utilizaba en tiempos de Navidad en las casas, para alegrar a grandes y chicos.

…La niebla era tan espesa que el Waraira Repano no se veía, desde hacía buen rato venían saliendo detrás de la espesa niebla los campesinos que bajaban por el camino de los españoles con sus mulas tan cargadas que apenas se les distinguían las orejas, de pronto se hizo un gran coro animado por los sonidos de las bestias, del fondo de la niebla del camino surgía un cántico leve que se oía con claridad porque venía del silencio de la montaña:

Caminito de Santiago
Iba un alma peregrina
Una noche tan oscura
Que ni una estrella lucía
Por donde el alma pasaba
La tierra se estremecía

La estrofa dejó un eco leve para luego desvanecerse sin que ninguna figura apareciera tras ella, en vano se esperó a “Pacheco”; él siempre bajaba cantando para que no le temblara la quijada y para infundir ánimo a sus mulitas que jadeaban echando chorros de vapor, los campesinos se regresaron a buscarlo pero sólo encontraron la carreta en mitad del camino, ni rastro de sus huellas ni las de su mula…

A partir de entonces “Pacheco” no se presentó más en la ciudad, su anciana figura no se volvió asomar tras el manto de la espesa neblina del Waraira Repano, pero el frio y la niebla si siguieron bajando como representantes del agricultor de sueños y esperanzas navideñas.

La Leyenda

Pacheco caminaba lentamente, consciente de no haber estado nunca en ese sitio, intentaba ubicar alguna imagen conocida, algún árbol, follaje, ladera, que lo sacara de la duda que ahora le albergaba, lo hacia despacio, peleando con la mula que ya no quería andar más, y enceguecido por la niebla espesa que cubría el sendero, se hallaba perdido en su montaña, sin tiempo y sin espacio, sin paisaje alguno que orientara sus pasos, de pronto se encontró con un largo y estrecho camino que subía hasta perderse de vista y a sabiendas de que ya ese día no podrían llegar a su destino, caminaron y caminaron hasta llegar a un claro, en medio del monte, nada rodeaba sus cuerpos mas que neblina y vegetación.

- Pacheco… - Pacheco…-

Oyó de pronto una voz honda, lejana y asustado, tomó su mula e intentó regresar rápidamente por el sendero que lo llevó allí, pero ya no había nada más que niebla a sus espaldas.

- No temas Pacheco -.

Se oyó nuevamente la voz, como si saliera de todas partes.

- Soy el espíritu de la montaña, ya es el momento de que vengas conmigo -.

“Pacheco” escuchaba en silencio y abrazado a la mula, mientras la misteriosa voz seguía hablándole.

- De ahora en adelante formarás parte de mí para siempre, serás el frío navideño y señor de la neblina, y como lo haz venido haciendo, bajarás desde muy temprano y bañarás en las mañanas con tu frío y tu humedad a todos los pobladores de la ciudad -.

¿Pero quien soy yo para merecer tanto honor?

Preguntó “Pacheco” al espíritu de la montaña y éste le respondió

-Desde hoy serás leyenda y cada Navidad recordarás a todos que estos son tiempos de unión familiar, y al conmemorarte ellos aprenderán a cuidarse, quererse y respetarse como tú les enseñaste mientras estuviste entre ellos -.

“Pacheco” ya no tenía miedo, sabía que éste era su destino y que nada le haría más feliz que convertirse en uno solo con su cerro adorado, poco a poco, su cuerpo y el de su mula se fueron volviendo niebla, y bajaron como una gran nube desde el follaje montaraz hasta la ciudad.

Todo el mundo se preguntaba el por qué de este sabroso frío repentino y ese rocío templado que rodeaba todas las cosas, - Y si aquí está así de frío... ¿Cómo estará Pacheco?.-, murmuraba la gente del mercado de San Jacinto, un poco extrañada al no verlo bajar de la montaña con su mula, su carreta y su carga colorida.

Desde entonces, se escucha la historia entre la del pueblo, y el refrán caraqueño poco a poco fue dándole forma a lo que ahora es el Pacheco de Navidad, por eso, al encumbrarse esa espesa nube que luego baja del Waraira Repano, todos reconocemos en ella al eterno personaje, y ahora decimos con alegría en Navidad: ...

-¡Ahí viene Pacheco!... ¡Llegó Pacheco!...-

En la navidad del 2010 mí esposa mí hija y yo, de alguna manera le dimos forma física a éste insigne personaje (ver fotos), y a partir del mes de Noviembre de cada año estaremos conmemorando a éste icono navideño nuestro, ya que entendemos y nos llena de orgullo saber que tenemos valores autóctonos que pueden tener y tienen relevancia y significado en otras latitudes, es por ello que el llamado a los lectores, es de apoyo a ésta propuesta, y que a partir de las próximas Navidades conmemoremos todos la llegada de “Pacheco”; ya para cerrar e inspirado en la estrofa que el cantaba en su bajada a caracas le escribí unas letras dedicadas a este legendario personaje y a su pintoresca labor, para recrear de alguna manera su caminar por el Ávila, con la intención de invitar y animar a los lectores a crear unas parranditas navideñas homenajeando a “Pacheco”.

Llegó Pacheco

Ahí viene Pacheco, llegó Pacheco
Está entrando la Navidad
Ay que frío, que frío el que tengo
Que frío el que a mí me da

Caminito de Santiago
Iba un alma peregrina
Una noche tan oscura
Que ni una estrella lucía
Por donde el alma pasaba
La tierra se estremecía

Ahí viene Pacheco, llegó Pacheco
Está entrando la Navidad
Ay que frío, que frío el que tengo
Que frío el que a mí me da

Desde el pueblo e Galipán
En el Waraira Repano
Flores, legumbres y frutos
Son tallados con sus manos
Camino hacia San Jacinto
Donde esperan sus hermanos

Ahí viene Pacheco, llegó Pacheco
Está entrando la Navidad
Ay que frío, que frío el que tengo
Que frío el que a mí me da

Frente al puesto la Atarraya y la venta de los pájaros
Te esperan todos contentos con tu carga colorida
Con un vasito de berro o de aguardiente de caña
Para mitigar el frio y calentar la mañana

Ahí viene Pacheco, llegó Pacheco
Está entrando la Navidad
Ay que frío, que frío el que tengo
Que frío el que a mí me da

Autor: Rómulo Pérez

Lo cuentan las voces de los que se resisten.

Publicado por ROMULO PEREZ “por una conciencia Socialista”

« ... Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez...»
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RómuloPérez C.I.V6.364.374
01/03/11

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