domingo, 9 de junio de 2013

Los Piai-Ma, los Come-hombre



“Lo cuentan las voces de los que se resisten”

Identidad y Tradición 
Los Piai-Ma, los Come-hombre

“Los Españoles no sabían que nosotros éramos Hombres”.

...Kowama ha llegado, la tarde está cayendo sobre el pueblo. Tureta-la-Selva está silenciosa. Los rumores de la noche no han reemplazado todavía los ruidos del día. Koko la Abuela no se atreve a caminar cuando el sol se ha ido, es la hora en que las serpientes salen a cazar. Sus ojos que han visto tantas y tantas lunas pasar por encima del claro del pueblo, ya no tienen la fuerza de mostrarle el Mundo en las sombras de la noche.

Entonces, se refugia en su karimi, en su hamaca, a soñar con el tiempo de su juventud, cuando su vientre era todavía cálido, en ese tiempo en que sus espaldas soportaban tan bien Akay, el pesado morral hecho de lianas tejidas, cargado de gruesas raíces de yuca. El camino era largo pero luminoso, desde la casa de Payún su esposo, hasta el Konuko.

Ahora, otras mujeres trabajan en su lugar. Sus nietas, el cuerpo todavía lleno de la Alegría de las Cosas, preparan sin cansancio el pan de Kasabe y la cerveza Kachiri. Son ellas ahora quienes alimentan a los Pemón, los Hombres de la tribu.

Payún está ahora Pata-muese, Allí-donde-se-espera. Koko está sola y vieja, ya no sirve para gran cosa, ella no puede ni siquiera tejer las fibras de palmas de Moriche para hacer chinchorros. No le quedan sino los recuerdos. Ella no sirve sino a eso, ella, la mujer más anciana de la aldea, ella, Enaru-Pemonton, la Hermana-Mayor-de-los-Hombres. Ella no sirve sino para recordarse, para contar...

¿Pero qué sería de la vida de un Pemón, de un Hombre del Roraima, si no tuviera la Memoria de Pia-Daktay, la Memoria de Aquel-Tiempo?

Esayuka, su bisnieta vino a acostarse con ella en su hamaca.

Los ojos pelados, Esayuka mira el vaivén del techo de la Tapuy...

Ella se calla, ella siente que Koko su abuela va a hablar. Es ella, Esayuka, quien un día, dentro de muchas lunas, dentro de muchas Konok-daktay, dentro de muchas Estaciones de Lluvias, contará Panton-Pia-Daktay, la Historia del Aquel-Tiempo. 

—Kamake chiti-koko, cuéntame, Abuelita, una vez más la Historia de los Hombres...

—Tauron Panton... Hija mía, el Cuento dice...

Pia-Daktay, en Aquel-Tiempo, los Pemón no eran los únicos a caminar sobre Non-San, la Tierra, nuestra Madre. El Cuento dice que en los Tiempos Antiguos vivían los Piai-Ma, los Gigantes. Moraban en los Tepuys, en los Cerros, y los Pemón los temían.

Los gigantes eran muy fuertes y muy malos. No hacían Tapuy, pero se escondían de noche en huecos bajo tierra, como Kaikuse-el-Jaguar y como Avare-el-Rabipelado.

Cuando llegaba Konok-daktay, cuando llegaban las lluvias y que hacía demasiado frío en los cerros, los Piai-Ma bajaban a la selva. Una vez allí, comían todo lo que encontraban... ¡Hasta a los Pemón, a los Hombres! La cabeza de los Piai-Ma era como una totuma vacía, ellos no tenían nada que decir a nadie, sólo buscaban comer sin sembrar, cazar sin pedir perdón a Karmo-la-Presa, no sabían decir como un Hombre, ¡Achika Waikin, ven Venado! ¡Pakira, Waira, Váquiro, Danto... ¡Achica, achica, vengan, vengan! No conocían los Taren de la caza y del perdón.

Tureta-la-Selva no los quería y los Pemón tenían miedo de esos gigantes que estaban ya en el Roraima cuando los padres de los padres de los primeros Pemón del Roraima habían llegado, viniendo de Allí-donde-sale-el-Sol...

Cuando los primeros Teponken, los primeros Vestidos, bajaron de sus grandes curiaras que los traían desde Paru-Ratoi-po, del Otro-Lado-de-la-Gran-Agua, tuvieron que pelearse con los Piai-Ma de la costa y de las selvas de la Wayana, del otro lado del Roraima, en Guayana...

¡Y los Piai-Ma de la costa comieron carne de Inkrechi, comieron Inglés! Cuando los Spañoro llegaron en sus grandes curiaras por el gran río Karoni, de Allí-donde-se-acuesta-el-Sol, creyeron que nosotros, los Pemón, éramos también Piai-Ma-Come-Hombre. Entonces, por culpa de los Piai-Ma, las Arakabusa, los fusiles y los largos machetes de los Vestidos mataron muchos Pemón, allá, en las riberas del Caroní y del Orinoco.

Los españoles no sabían que nosotros no éramos Piai-Ma, ellos no sabían que nosotros éramos Hombres...

Eso era Muere-daktay, hace mucho tiempo.

Elbatrina Rodríguez-Este de Clauteaux
Publicado por Letralia “Tierra de Letras”
Año x – N° 130

    “Por una conciencia Socialista, dejémonos de guardar silencio”

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