“Lo cuentan las voces de los que se resisten”
Identidad y Tradición
Los
Piai-Ma, los Come-hombre
“Los
Españoles no sabían que nosotros éramos Hombres”.
...Kowama
ha llegado, la tarde está cayendo sobre el pueblo. Tureta-la-Selva está
silenciosa. Los rumores de la noche no han reemplazado todavía los ruidos del
día. Koko la Abuela no se atreve a caminar cuando el sol se ha ido, es la hora
en que las serpientes salen a cazar. Sus ojos que han visto tantas y tantas
lunas pasar por encima del claro del pueblo, ya no tienen la fuerza de
mostrarle el Mundo en las sombras de la noche.
Entonces,
se refugia en su karimi, en su hamaca, a soñar con el tiempo de su juventud,
cuando su vientre era todavía cálido, en ese tiempo en que sus espaldas
soportaban tan bien Akay, el pesado morral hecho de lianas tejidas, cargado de
gruesas raíces de yuca. El camino era largo pero luminoso, desde la casa de
Payún su esposo, hasta el Konuko.
Ahora,
otras mujeres trabajan en su lugar. Sus nietas, el cuerpo todavía lleno de la
Alegría de las Cosas, preparan sin cansancio el pan de Kasabe y la cerveza
Kachiri. Son ellas ahora quienes alimentan a los Pemón, los Hombres de la
tribu.
Payún
está ahora Pata-muese, Allí-donde-se-espera. Koko está sola y vieja, ya no
sirve para gran cosa, ella no puede ni siquiera tejer las fibras de palmas de
Moriche para hacer chinchorros. No le quedan sino los recuerdos. Ella no sirve
sino a eso, ella, la mujer más anciana de la aldea, ella, Enaru-Pemonton, la
Hermana-Mayor-de-los-Hombres. Ella no sirve sino para recordarse, para
contar...
¿Pero
qué sería de la vida de un Pemón, de un Hombre del Roraima, si no tuviera la
Memoria de Pia-Daktay, la Memoria de Aquel-Tiempo?
Esayuka,
su bisnieta vino a acostarse con ella en su hamaca.
Los
ojos pelados, Esayuka mira el vaivén del techo de la Tapuy...
Ella
se calla, ella siente que Koko su abuela va a hablar. Es ella, Esayuka, quien
un día, dentro de muchas lunas, dentro de muchas Konok-daktay, dentro de muchas
Estaciones de Lluvias, contará Panton-Pia-Daktay, la Historia del Aquel-Tiempo.
—Kamake chiti-koko,
cuéntame, Abuelita, una vez más la Historia de los Hombres...
—Tauron Panton...
Hija mía, el Cuento dice...
Pia-Daktay,
en Aquel-Tiempo, los Pemón no eran los únicos a caminar sobre Non-San, la
Tierra, nuestra Madre. El Cuento dice que en los Tiempos Antiguos vivían los
Piai-Ma, los Gigantes. Moraban en los Tepuys, en los Cerros, y los Pemón los
temían.
Los
gigantes eran muy fuertes y muy malos. No hacían Tapuy, pero se escondían de
noche en huecos bajo tierra, como Kaikuse-el-Jaguar y como Avare-el-Rabipelado.
Cuando
llegaba Konok-daktay, cuando llegaban las lluvias y que hacía demasiado frío en
los cerros, los Piai-Ma bajaban a la selva. Una vez allí, comían todo lo que
encontraban... ¡Hasta a los Pemón, a los Hombres! La cabeza de los Piai-Ma era
como una totuma vacía, ellos no tenían nada que decir a nadie, sólo buscaban
comer sin sembrar, cazar sin pedir perdón a Karmo-la-Presa, no sabían decir
como un Hombre, ¡Achika Waikin, ven Venado! ¡Pakira, Waira, Váquiro, Danto...
¡Achica, achica, vengan, vengan! No conocían los Taren de la caza y del perdón.
Tureta-la-Selva
no los quería y los Pemón tenían miedo de esos gigantes que estaban ya en el
Roraima cuando los padres de los padres de los primeros Pemón del Roraima
habían llegado, viniendo de Allí-donde-sale-el-Sol...
Cuando
los primeros Teponken, los primeros Vestidos, bajaron de sus grandes curiaras
que los traían desde Paru-Ratoi-po, del Otro-Lado-de-la-Gran-Agua, tuvieron que
pelearse con los Piai-Ma de la costa y de las selvas de la Wayana, del otro
lado del Roraima, en Guayana...
¡Y
los Piai-Ma de la costa comieron carne de Inkrechi, comieron Inglés! Cuando los
Spañoro llegaron en sus grandes curiaras por el gran río Karoni, de
Allí-donde-se-acuesta-el-Sol, creyeron que nosotros, los Pemón, éramos también
Piai-Ma-Come-Hombre. Entonces, por culpa de los Piai-Ma, las Arakabusa, los
fusiles y los largos machetes de los Vestidos mataron muchos Pemón, allá, en
las riberas del Caroní y del Orinoco.
Los
españoles no sabían que nosotros no éramos Piai-Ma, ellos no sabían que
nosotros éramos Hombres...
Eso
era Muere-daktay, hace mucho tiempo.
Elbatrina Rodríguez-Este de
Clauteaux
Publicado por Letralia “Tierra de
Letras”
Año x – N° 130
“Por una conciencia Socialista, dejémonos
de guardar silencio”
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