jueves, 1 de agosto de 2013

Moori la Abeja



“Lo cuentan las voces de los que se resisten”

Identidad y Tradición
Moori la Abeja
(Leyenda Warao. Delta Amacuro)

La Leyenda:

En tiempos de nuestros abuelos vivían en los caños del río Orinoco un indio Warao casado con una mujer abeja. Moori, que así se llamaba la mujer era muy trabajadora y cariñosa; tenía la choza muy limpia, la comida a su debido tiempo y le daba siempre de beber al indio de una taparita. Él se tomaba con gusto el líquido azucarado que Moori le preparaba y no comentaba nada con sus familiares. Así fueron pasando los años…

El Warao trabajaba en su conuco, pescaba y cazaba, mientras que Moori recolectaba frutos y raíces para prepararle a su esposo la comida.

            Un día el indio organizó la fiesta de las maraquitas para obsequiar a su familia; para ello, trajo pescado, yuca, maíz y frutos; entre los dos prepararon ricos alimentos. Desde muy temprano la choza se llenó de amigos y familiares que bailaron incansablemente hasta la madrugada.

El Warao le dijo a su mujer:

- Tráeme un poco de agua que tengo sed -.

Moori se apresuró a traerle la taparita llena de líquido azucarado. Él se la tomó relamiéndose de gusto.

Otro indio que lo observaba le dijo:

- Hermano mayor, si te quedó agua en la taparita, dame un poco, tengo mucha sed -.

             El Warao no contestó. Moori pensaba.   ̈Si le da de beber, se romperá el encanto ̈.

             El indio insistió:

- Hermano, si te ha quedado un poco de agua en tu taparita, dámela, tengo mucha sed -.

Esta vez el Warao lo escuchó y le pasó la taparita que aún contenía líquido azucarado.  

El indio lo tomó saboreando y exclamó:

- ¡Que sabroso está, así que tú tienes rica miel y no compartes con tus hermanos! -.

Moori se fue a un rincón y cuando se habían marchado todos los invitados, lloró. Toda la noche la pasó despierta y llorando mientras su marido roncaba en su hamaca. Al amanecer, cuando los primero rayos del sol se filtraban entre el follaje, Moori salió de la choza y se internó en la selva, durante mucho tiempo dio vueltas... Cuando el indio se despertó llamó a su mujer:

- ¡Moori...! ¡Mooriii...! –.

Nadie contestó. Buscó por los alrededores, mientras se preguntaba:

-¿Qué se habrá hecho mi dulce Moori?-.

Fijó su mirada en unas huellas que se dirigían hacia la selva, se dijo:

-Sí, son sus pisadas..., las seguiré -.

Siguió las huellas colocando sus pies sobre los rastros que había dejado su esposa y lo llevaron a un claro de la selva al pie de un corpulento árbol, en donde se detuvo a descansar, entonces, contempló a una pequeña abejita rubia que lo miraba sonriente y reconoció en ella a Moori, luego, le dijo:

- No es justo, querida esposa mía, que tú te quedes sola convertida en abeja, yo también quiero ser abeja y acompañarte -.

El indio se puso a caminar de un lado para otro y se convirtió en abeja. Voló al lado de su mujer y juntos trabajaban en la colmena. Tiempo después llegaron los indios y castraron la colmena, quedaron encantados de la dulzura de su miel y desde entonces entre los corpulentos árboles que crecen en tierras del delta del Orinoco, las abejas fabrican sus panales para que los Waraos tengan rica miel.

Lolita Robles de Mora.
Fuente: Leyendas y Mitos de Venezuela.
Editorial: Monfort 1era Edición 1998

“Por una conciencia Socialista, dejémonos de guardar silencio”

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