“Lo cuentan las voces de los que se resisten”
ESCRITOS HISTÓRICOS
Dialogo misterioso.
I
En
honor a la verdad tengo algún tiempo escribiendo, bueno no como hacen los
profesionales, pues en realidad me considero y soy un aficionado, recuerdo que
alguien nos llamaba escribidores, también hay los escribientes, pero esos son
otra cosa. Cuando comencé a imaginar a Doña Gertrudis, una campesina entrada en
años, trabajadora y valiente, a quien le gustaba caminar desde su finca Los
Algarrobos, hacia San Sebastián de los Reyes, era el pueblo más cercano,
buscaba como siempre en esas correrías la compañía de su nieta Ana Mercedes,
una preciosa morena de ojos y cabellos negros, hoy las cosas se le han
complicado a Doña Gertrudis por un torrencial chubasco llanero, esas tormentas
con truenos y relámpagos común en los llanos que asustan a los animales. La
anciana y la muchacha buscaron refugio en una ranchería al margen de la angosta
carretera, la anciana comentaba mientras le ofrecen una taza de café humeante.
-Tenía que llover precisamente hoy.
-Ay abuela eso no es más que invento del escritor.
-¿Escritor? ¿De qué
hablas niña?.
-De ese señor que está
inventado esta historia, pero claro, él esta cómodamente instalado en su casa,
apoltronado ante el ordenador y a cambio nos hace sufrir a nosotras.
-¿Pues si es así, se trata de una verdadera injusticia?.
-Ya lo escucho señor… Señor… No sé ni cómo se llama.
-¿Quién?.
-El que escribe.
-Soy yo, y me llamo Eduardo.
-Bien señor Eduardo, hasta cuando nos va a tener en esta situación… ¿Le parece justo?.
-No tengo la menor idea, apenas he comenzado a desarrollar el cuento.
-¿Cuento? ¿Le parece cuento, esta lluvia? ¿Acaso no imagina el tramo que nos falta aun por caminar hasta el pueblo?.
-Bien, bien creo que tiene razón, ya dejara de llover y además aparecerá alguien con un vehículos que las llevara a San Sebastián.
-Gracias, es usted muy amable, mi abuela se lo agradecerá, aunque ella no me cree que este conversando con quien escribe este misterioso dialogo.
-Claro lo comprendo, no es fácil tener tanta imaginación.
-Imaginación la suya, que no para de inventar.
-¿Qué edad tienes Ana Mercedes?.
-Ya soy una señorita, tengo 14.
-Apenas eres una niña.
-Ya usted sabe el cuento, en los campos las niñas como usted dice están casadas y con hijos.
-¿Eso es lo que tú quieres?.
-Nooooo… Ni si le ocurra por Dios, apenas si estudio la secundaria, no quiero ser una más del montón, aspiro ser doctora.
-¿Doctora en que, acaso medicina?.
-No, quiero ser abogada para defender mi gente de tanto delincuente de cuello blanco que llega desde las ciudades a estafar y engañar.
-Serias muy buena como juez.
-Primero debo estudiar derecho.
-Y dime ¿No piensas en chicos, novios, conquistas?.
-Hay algunos por allí que se creen con esos derechos, pero están equivocados, ya habrá tiempo para romances o amor, primero, lo primero.
-Te felicito, piensas muy bien.
-Yo… jajaja yo no, es usted quien inventa todo esto.
-Sí, sí, perdona, es que lo olvido cuando escribo.
-¿Dígame señor Eduardo, que más hará con nosotras?.
-Por ahora no sé, dejare este cuento hasta aquí, mientras ustedes van al pueblo, le buscare una salida en un segundo capítulo.
-Apúrese, no vaya a ser que nos quedemos varadas en San Sebastián un montón de días.
-Está bien, lo prometo, las sacare de allí lo más rápido que pueda.
Dialogo misterioso.
II
Efectivamente
el tiempo en la carretera y la región mejoro notablemente y un rayo de sol les
alegro la vida a Doña Gertrudis y su nieta, así que de nuevo reanudaron la marcha,
apenas habían recorrido unos 50 metros cuando apareció Nemesio en su jeep, el
resto del viaje a San Sebastián fue más corto y cómodo. El muchacho en tono
gracioso pregunto.
-¿Doña Gertrudis va a tardar mucho en su visita? Es que yo más o menos en un par de horas regreso a casa, así que pueden aprovechar, si quieren.
-Hijo la verdad no lo sé, son varias diligencias, pero no te preocupes, el boticario Ricardi me prometió llevarnos de regreso. De todas formas tendré en cuenta tú oferta, por si acaso.
-Bien estaré en el mercado, me buscan.
Nemesio no perdía ocasión para admirar la belleza de Ana Mercedes y sonreírle con aire de conquistador, le gustaba la muchacha, pero Ana Mercedes no le brindaba la menor atención.
Por: César Eduardo Alvarez
“Por una conciencia Socialista, dejémonos de
guardar silencio”
Me ha gustado mucho como escribes, por esa narrativa donde el propio autor vive dentro de la historia.
ResponderEliminarun abrazo
fus
Salud amigo debo hacerte la aclaratoria. “Dialogo misterioso” no es mío, pertenece al poeta César Eduardo Álvarez, y del mismo opino igual a usted; sin embargo lo invito a leer en este mismo blog en el mes de Septiembre (El Cacique Marakaya y su linaje), el cual si es de mi inspiración (Interesante sería saber de su opinión).
EliminarEl abrazo es reciproco.