“Lo cuentan las voces de los que se resisten”
ESCRITOS HISTÓRICOS
Héctor Rodríguez Castro
A los millones que hoy
cuidan el sueño de Chávez
Comandante,
hoy una abuelita me dijo que no descansabas. Dice que te vio por televisión
“marchar”, junto a tu pueblo, durante más de siete horas; que vio cómo
saludaste a todos cuando llegaste a Los Próceres, cómo saludaste a tus cadetes
y a tus militares cuando llegaste a la Academia. Me dijo la abuelita, que luego
convocaste al consejo de ministros ampliado, al hall de la Academia; que te
reuniste con tus ministros, con el alto mando militar, con los gobernadores y
que también convocaste a los diputados; que les hablaste durante horas de la
historia de nuestra patria, del sueño de Bolívar, de lo que la gente te decía
durante la marcha, de los gritos, de las flores, de los besos, de las lágrimas,
del cielo azulito y las calles rojitas.
La
abuela me cuenta que cuando el pueblo se enteró que estabas en la Academia te
fue a ver, que fueron miles, que fueron millones y rodearon el fuerte, y
rodearon la Academia y coreaban tu nombre. Ella dice que al enterarte que
afuera estaba el pueblo mandaste a abrir las puertas para atenderlos a todos.
Les pediste que se organizaran para entrar, mandaste a los soldados a que los
ayudaran, a que les dieran agua, a que los cuidaran y empezaste a atender uno
por uno.
La
abuela cuenta que llevas varios días así, atendiendo a tu pueblo. Con tus
ministros al lado, con tus militares, con tus diputados, con tus gobernadores,
con tus amigos, has escuchado sus sueños y sus pesares, has recibido sus
bendiciones, has secado sus lágrimas, has seguido sembrado esperanzas.
Según
la abuela, hiciste una pausa, le pediste a tu pueblo que esperara un momento,
que atenderías a algunos líderes del mundo. Tu pueblo esperó en calma, atento,
apoyándote. Hiciste varias cumbres al mismo tiempo, te reuniste con los
presidentes del ALBA para fortalecer la unidad de nuestros amigos, atendiste a
los líderes de la CELAC y les recordaste nuestra responsabilidad de
encontrarnos, más allá de nuestras diferencias ideológicas. También aprovechaste
para atender delegaciones de otras latitudes, ella alcanzó a ver chinos, rusos,
iraníes, estadounidenses, bielorusos y muchos otros, es impresionante ¡cuántos
amigos tienes en el mundo!
Cuenta
la abuela, que también te reuniste con los jóvenes, recibiste atletas,
estudiantes, luchadores sociales, niños, músicos. Como siempre, cantaste.
Dudamel te acompañó con nuestra Sinfónica de fondo y retaste a Cristóbal
Jiménez con algunos pasajes llaneros. Luego hiciste una misa rara, de las que
llaman ecuménicas, con pastores y sacerdotes de distintas iglesias. Hasta un
pastor gringo te saludó en nombre de los humildes del mundo.
Ella
relata que inmediatamente te reuniste con Nicolás, que hablaron de historia y
recordaron cómo nuestros próceres fueron traicionados, juraron que eso no nos
pasará; hablaron de la Constitución y del Plan de la Patria, y de la espada de
Bolívar. Esa fue una reunión bonita, educativa y reflexiva. Y luego seguiste,
seguiste recibiendo a tu pueblo.
La
abuelita, con mirada nostálgica, dice que te ha visto durante días con tu
paciencia infinita, atender a los humildes que vienen de todos los rincones de
tu patria, a los campesinos con sus botas llenas de tierra, a los militares que
se te paran firme, a los estudiantes con sus mochilas, a los viejitos con sus
bendiciones, a las madres con sus hijos en brazos o de su mano, a los
trabajadores con su fuerza, a los indios con su pureza; a tu pueblo Comandante,
que te sigue visitando, y en sus ojos llevan tu mirada, en sus lágrimas tus
preocupaciones, en su corazón tu esperanza.
T/ Héctor Rodríguez Castro
Por una conciencia Socialista, dejémonos de guardar
silencio”
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