“Lo cuentan las voces de los que se resisten”
Identidad y Tradición
Armando Reverón
Hablar de Armando Reverón es hablar
de la luz, de la reverberación: es la luz del trópico. Hablar de sus
creaciones, es hablar de sus muñecas, de sus modelos, de sus objetos. Es
recordar a Juanita, su compañera y amiga.
Nació el 10 de Mayo de 1889, en Caracas-Venezuela,
y ese día, se celebra el día del artista plástico en su honor. Se inscribe en
la Academia de Bellas Artes de Caracas (1908). Luego los viajes a Madrid,
Barcelona y Paris (1911 a 1915) lo va a llevar al contacto con las obras
impresionistas, como también con las pinturas de Francisco de Goya, Sorolla, y
Velásquez. Así, su trabajo, va tomando otro camino, se va enriqueciendo, va
recibiendo influencias... En sus primeros años tuvo la influencia de los
impresionistas, de los artistas europeos que habían llegado a Venezuela en
1916, y andaban en la búsqueda del color tropical; como lo fueron el rumano
Samys Mützner, y del pintor ruso Nicolás Ferdinandov, pintor enamorado de los
colores del trópico... En las primeras obras de Reverón encontramos similitudes
con él. Más adelante, recibe el aporte del pintor franco-venezolano Emilio
Boggio, quien había expuestos en París con los impresionistas...
Después de pasar una temporada en
Europa, regresa a Venezuela, expone varias veces con el pintor Rafael
Monasterios... el deseo de pintar el mar, las playas, los cocoteros y los
uveros lo llevan a pensar que tiene que ir a vivir al litoral. Da clases a
señoras y jóvenes pudientes de la Guaira y Maiquetía. Pero piensa que tiene que
aislarse. En 1916 después de la muerte de su hermana Josefina, sufre de estados
depresivos: La angustia le invade.
En
una fiesta de carnaval,(1919) en La Guaira, conoce a Juanita, quien va a ser su
compañera, su amiga, su cómplice, su modelo. Construye un rancho de bahareque
cerca de la playa, y prontamente, comienza “El Castillete”(1922-1924) piedra a
piedra, palma a palma; es el escenario ideal, pleno de luz, rodeado de objetos
construidos por él, los cuales, forman parte de toda la escenografía, para esa
gran pieza de teatro, para ese gran escenario que es su vida, para así poder
crear. Se rodea de cosas sencillas, de un universo muy especial construido a la
medida de su imaginación y de sus sueños.
Su
mono Pancho y la guacamaya lo acompañaban. Construye sus caballetes, pinceles,
pinturas y trabaja sobre tela donde vienen envueltas las mercancías y con
materiales de desecho. En la época blanca; el color se hace luz, brilla, invade
la superficie, atrás, ha quedado la etapa azul, ya las obras, “La Cueva” y “La
Procesión” están lejos, ahora los colores son otros... crisis, angustias y es
internado varias veces, y en el tiempo de lucidez la obra está ahí para dejar
testimonio del momento creador, donde los grises y blancos y las líneas ocupan
el espacio preciso, la pincelada colocada en su lugar, pinceladas libres y de
un toque original.
Hay
una gran creatividad. El color sepia aparece... los objetos construidos: en “La
pajarera”, son aves fijadas ahí en su creación, pájaros que no desean salir de
esa jaula, porque son libres y que cantan en su armonía de sepias y marrones,
objetos hechos con papel, cartón y alambres; teléfonos que no reciben llamadas,
silenciosos, sin nunca sonar el timbre, desconectados del mundo exterior.
Acordeones sin notas musicales, figuras dibujadas con alambre, en fin, formas
libres... los muebles con sus diseños originales y rústicos, las muñecas son
sus novias, sus amigas, él es el creador de figuras deformes, de mujeres que no
sabemos de dónde vienen, pero que él sí sabía su árbol genealógico, mujeres
hechas de diferentes materiales, damas para acompañar a Reverón y formar con
los objetos: guitarras, tambores, bandolinas, toda una atmósfera lúdica,
instrumentos musicales silentes y todos juntos forman un decorado... máscaras,
para disfrazar, para transformar no se sabe quién, y el parasol y sus
caballetes con su diseños, “hecho en La Guaira”.
Reverón
va a ser el actor principal. Paisajes en blancos, marrones o sepias llenan la
superficie; colores colocados con los dedos, con pinceles toscos que dejan
testimonio de su inventiva... Es su vida, busca la soledad para crear; sus
muñecas son las modelos, pero al mismo tiempo, son doncellas de su taller,
guardianas de las obras, son sus “novias”, son las majas Casilda, Isabelita,
Graciela, Serafina y otras, construidas o mejor dicho “nacidas” de él, son
hijas de su imaginación; se habla y se especula en la relación afectiva,
amorosa y erótica del artista con ellas. Años después, en 1942, sufre otra
recaída tras la muerte de su madre...
¿Verdad
o mentira? O esto forma parte también de la leyenda... ¿anacoreta, eremita, extraño
o enfermo mental, paranoico o esquizofrénico?. Pueden ser todas estas cosas
juntas, se comenta que miraba el sol directamente para después ir a pintar, que
se paseaba por el mercado para impregnarse de los colores de las frutas y
verduras y después dejarlos colocados sobre la tela... Pero, antes que todo,
fue un creador.
Encontramos
una continuidad y seguridad en los trazos, hay una gama de colores dentro de
ese mundo de objetos que él ha construido; las líneas corretean por la
superficie y el pincel deja marcas de pinturas sobre el yute bruto de color
ocre y de textura fuerte, colores preparados por él, colores de excrementos de
palomas, total: matices, azules, gradaciones de blancos, de grises, gamas de
marrones, en fin, colores, mezclados con pigmentos y colas... oleos, tintas y
pasteles sobre las superficies vírgenes, las cuales, recibieron diferentes
motivos de paisajes, figuras, desnudos, retratos y autorretratos, que llenaron
muchas telas y papeles con luminosos colores de este gran artista... obras que
son los resultados de todas las experiencias, de los viajes, de los estados
anímicos, de las influencias...
Reverón
vivió como lo soñó y lo pensó; existió, para lo que creyó: su arte. Ahí, están
sus obras, que día a día se comprenden, se admiran y se valoran cada vez más y
más, allende nuestras fronteras...Actualmente, se muestra una retrospectiva de
su obra en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.(MOMA).
No
obstante, visto por algunos como un loco, por otros como un gran creador, para
los artistas como un gran maestro... el tiempo ha pasado y hoy, miramos y
admiramos a Armando Reverón y recuerdo como si fuese ayer el momento en que un
día quise ver, conocer, y pasearme por ese lugar donde él vivió, donde sintió
depresiones y angustias; pero sobre todo el lugar que construyó para crear al
lado de su gran musa Juanita. Otra crisis en 1953 y es internado de nuevo, en
el Sanatorio del Dr. Baez Finol, quien se ocupa de él. Le otorgan el Premio
Nacional de Pintura en 1953. Muere Armando Reverón el 17 de Septiembre de 1954.
Hoy
recuerdo ese domingo pleno de sol, por allá en la década de los sesenta, cuando
fui a Macuto cerca al “Bar Quince Letras”, en el litoral venezolano, para
disfrutar, sentir, enriquecerme, conocer y llegarme hasta ese espacio tan
especial como lo fue “El Castillete”, lugar donde Armando Reverón capturó la
luz y dejó su creatividad plasmadas en las telas, en papeles, en muchos objetos
y sobre todo en sus queridas y amadas muñecas... espacio donde hizo “su teatro”
cuando alguien venía a visitarlo... así fue el gran maestro Armando Reverón...
Esteban Castillo
24 de marzo de 2007
“Por una conciencia Socialista, dejémonos de guardar
silencio”
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