“Lo cuentan las voces de los que se resisten”
IDENTIDAD Y TRADICION
EL TAMUNANGUE.
En el mes de Junio se
efectúan importantes manifestaciones de la cultura tradicional venezolana, esto
en virtud de ser Junio el mes en que se produce el solsticio de verano, ciclo
astrológico que desde tiempos inmemoriales motivó en el hombre la realización
de diversos rituales.
Se puede
decir que todo comenzó cuando nuestros antepasados primitivos, al
observar las estrellas, se dieron cuenta que en determinada época del año
el Sol se movía desde el Trópico de Cáncer, hasta el trópico de Capricornio (a
estos días se les llamó solsticios de verano y de invierno). El nombre de solsticio, deriva del latín que
significa "Sol quieto" o "Sol detenido", en el día del
equinoccio el Sol llega a su punto más alto con respecto al Ecuador y es cuando
los rayos solares caen perpendicularmente sobre el Trópico de Cáncer, esto
sucede en el mes de Junio, denominándose solsticio de verano.
Nuestros
antepasados creían que después del solsticio de verano, el sol no volvería a su
esplendor total, ya que los días eran cada vez más cortos, por esa razón,
hacían fogatas y ritos con fuego para que la luz reinara sobre las tinieblas, a
menudo bailaban y saltaban alrededor del fuego para purificarse y protegerse de
las influencias demoníacas, además de creer que con estos rituales el sol se
fortalecería de nuevo, de esta forma simbolizaban el poder del sol y lo
ayudaban a renovar su energía.
En la mitología griega a los solsticios se les llama
“puertas de hombres y de dioses”, la “puerta de los hombres”, según estas
creencias helénicas, corresponde al solsticio de verano en el mes de Junio, a
diferencia de “la puerta de los dioses” que corresponde al solsticio de
invierno en el mes de Diciembre.
En la “puerta
de los hombres” los antiguos griegos daban gracias al sol, encendiendo hogueras
y haciendo rituales, buscando la bendición de las tierras y sus frutos, así
como buenos augurios para los enamorados y fertilidad para las mujeres, ya que
podían disponer de más horas para cumplir con sus tareas y entregarse a la
diversión.
Esta tradición ha
perdurado a lo largo del tiempo y de la historia en nuestra hermosa Pachamama,
como por ejemplo:
a)
En México, los aztecas adoraban de tal manera al sol que
cooperaban con él en la “renovación de los fuegos”.
b)
Los Incas del Perú festejaban, el Inti-Raymi (fiesta
del Sol) en la planicie de Sacsahuamán, muy cerca del Cuzco y justo en el
momento de la salida del astro rey, el inca elevaba los brazos y exclamaba:
“¡Oh, mi Sol! ¡Oh, mi Sol!, envíanos tu calor para que el frío desaparezca,
¡Oh, mi Sol!”.
c)
En Venezuela, la
familia Arawak era gobernada por su líder “Shaman”, quien además era el jefe de los
ejércitos y guía espiritual, el nombre Shaman significa Hombre-Dios-Medicina y
este antiguo jefe guerrero centraba sus sabidurías en torno al Sol, a quien
consideraba su padre.
Con el transcurso de los siglos, específicamente a
partir de la edad media, el cristianismo le da un significado propio
a estos rituales paganos, para irlos transformando y sacralizando en
festividades religiosas a fin de atraer al pueblo hacia el nuevo credo. Para hoy en día se consideran estas fiestas santas y
sagradas, es así como bajo la devoción de los santos, subyacen
prácticas que se remontan a los inicios de la civilización.
Durante el ciclo de
la puerta de los Hombres, específicamente el 13 de junio, en Venezuela, se
celebran fiestas en honor a San Antonio, para agradecerles sus favores, y para
cumplir con promesas hechas que giran en torno a la bendición de las tierras,
los frutos, los enamorados, la fertilidad, la salud, la economía y la
recuperación de objetos perdidos, entre otras cosas más; amenizando estas
fiestas con un baile que se llama “El Tamunangue”, éste ritual combina la
música con el fervor religioso, iniciando el mismo con una misa al santo. A
esta manifestación folklórica también se le conoce como baile de negros o son
de negros.
La
presencia en “El Tamunangue” de elementos chamánicos, revela su carácter
armónico, en virtud de que lo social, lo religioso y lo curativo están
íntimamente vinculados, creando un
circuito que integra lo físico y lo espiritual, permitiendo la aparición de
realidades imaginables atribuidas al comienzo de los tiempos, y que año tras
año son repetidas a través de rituales paganos.
Se ha discutido mucho
el origen del Tamunangue, y se puede decir sin duda que esta tradición está
ligada a la religión popular católica; pero, cuando hoy se habla de
San Antonio, no se habla de aquel sacerdote franciscano de nombre Fernando de
Bulhoes que nació en Lisboa, Portugal el 15 de Agosto de 1195, y murió en
Padua, Italia el 13 de Junio de 1231, como lo impone la iglesia, más bien se
habla de aquel que toma muchas formas a la vez, como la de lluvia, viento,
tambor, hombre y niño, blanco y negro, noviero, batallero y tamunanguero en
fin, se habla de la típica representación del pueblo, o sea, se habla de San Antonio “El Batallero de
Lara".
Cuando
el tiempo, emprende un nuevo recorrido, sobre los techos de las casas, sobre
los sombreros y sobre los hombros de los habitantes de Lara, es entonces el
momento en que se vuelven a escuchar los compases de “La Batalla" género
musical de la cultura popular conocida como “El Tamunangue” que anuncia la
llegada de San Antonio “El Batallero de Lara".
Aquel
que según documentación etnográfica, llegó a Venezuela, en el siglo XVI, en uno
de esos galeones de guerra con africanos traídos a la fuerza, y que permaneció
con “su tambor" en esos campos junto a los negros de las plantaciones,
para tratar de hacer más llevadera la vida de esos hombres destinados a la
esclavitud.
Este
fraile capuchino al igual que su patrono “San Francisco de Asís”, no codició nada de riquezas ni de extravagancias,
muy por el contrario se atrevió a vivir bajo la más estricta pobreza y
en fiel cumplimiento de los Evangelios,
creando ese circuito que integra lo físico
y lo espiritual, lo mágico y lo religioso, defendiendo a capa y
espada los derechos de los negros explotados en Venezuela.
Este
fraile capuchino según señala la tradición oral, iba con su tambor recorriendo
montañas y valles de Lara, para evangelizar a los Gayones y Jirajaras.
El
representó en las voces de su tambor, aquellas otras voces que antes fueron del
viento, del trueno y otros dioses prehispánicos, por lo que se quedó habitando
para siempre en el alma de la gente de estas tierras como una voz y un lamento,
una alegría y un sueño; llamado Tamunangue o Son de Negros.
Cuenta una leyenda que “el Maculele y el Kalinda
realizaban rituales de palos acompañados del son de los tambores, asemejando
una batalla de garrotes entre dos hombres, y que el fraile Antonio se
emocionaba tanto con este ritual que el mismo tocaba el tamunango”, con este
relato entre otros el pueblo de Lara justifica la integración de la batalla al
Tamunangue.
Esta forma de vivir y
de evangelizar austera y simple, animó en muchos a convertirse en sus
seguidores, pero también fue rechazado y criticado por algunas autoridades de
la Iglesia Católica, tal vez por eso, de este fraile no se consiguen registros
escritos, salvo los que señala la tradición oral.
El maestro de música Luís Felipe Ramón Y
Rivera dice que la palabra tamunangue deriva del nombre que se le da al tambor
que se utiliza en la interpretación de los cantos característicos de esta
tradición, “el tamunango”.
El
conjunto musical se conforma básicamente con instrumentos tales como: el tiple,
el cuatro, el cinco (conocido también como quinto o lira), el tambor
tamunango (Una especie de cumaco de un
solo parche clavado) y las maracas, la cantidad de instrumentos varía de
acuerdo con el tamaño del conjunto musical, llegando a veces a duplicarse, en
ocasiones se incorporan instrumentos de cuerdas dobles, los cuales son
variantes de los señalados anteriormente.
Vale comentar que
esta estructura musical es producto de la integración de distintas expresiones
culturales, es decir, las maracas son de origen autóctono ancestral, los
cordófonos o instrumentos de cuerdas como el cuatro, son de procedencia hispana
y los membranófonos o tambores como el tamunango son de ascendencia africana.
En
cuanto a la indumentaria no existe un traje específico, en algunas ocasiones
los promesantes se visten con sus mejores galas, las mujeres llevan faldas
largas y blusas de faralaos escotadas hasta los hombros, flores en el cabello y
alpargatas, por su parte los hombres van con liquilique, pañuelo al cuello, sombrero
de cogollo y botines de cuero.
No
hay una coreografía establecida para las parejas, y los movimientos más comunes
son giros y vueltas acompañados con galanteos y persecuciones entre uno y otro.
Esta expresión cultural fusiona el compás nativo con el africano y el europeo,
con cantos en metáforas las cuales van uniendo las ocho danzas típicas de esta
tradición.
Al
tamunangue le precede un velorio al santo,
frente a un altar adornado y con la
imagen de San Antonio, con cantos bíblicos: salves,
décimas, amables, rondeamantes, gozos, etc. Y por
supuesto el rosario. Para estos casos los promesantes contratan a músicos expertos
en cantos de velorios, los
cantos son a dúos y siempre hay un capitán que se encarga
de dirigir y darle letra a los demás músicos.
Para
el día 13, desde tempranas horas, se reúnen
músicos y bailadores, los músicos se van acomodando y buscan su dúo, el cumaco
se ejecuta en el hombro y en cuanto a la percusión,
de eso se encargan los batalleros con sus palos o garrotes. Mientras van en procesión
al son de la batalla, llegan a la iglesia,
realizan una misa en honor a San Antonio y luego
sacan al Santo de la iglesia, es una fiesta colectiva
y muchas personas pagan promesas ese día.
Esta expresión
popular consta de ocho danzas o sones conocidos con los nombres de: la batalla,
la bella, la juruminga, el chichivamos o yiyivamos, el poco a poco, la
perrendenga, el galerón y el seis por ocho o seis figuriao, cada uno de estos
cantos y bailes son precedidos por la Salve y La Batalla, la cual se ejecuta
durante la procesión.
En
plena procesión, los batalleros y batalleras
ejecutan una pelea simulada con garrotes adornados, elaborados
del árbol de guayabo y al terminar la batalla, se colocan en distintos lugares
para realizar los sones que le continúan.
Entre la
gente del pueblo se suele escuchar: “La danza de la batalla tiene un secreto
que sólo lo pueden oír los batalleros ya que se les ha metido en la sangre. Por
eso cuando vea a dos hombres danzando como es, echándose palo recio y al
cuerpo, quédese calladito y observe, que esos hombres están transportados a
otra época, cada vez que los garrotes chocan, cuando zumban por el aire, cuando
soplan la carne cerquita… en fin, son momentos sagrados... todo eso hace que
los batalleros sientan por dentro un canto mágico que es como una mezcla
antiquísima de gritos de guerra, ondear de banderas, rechinar de cadenas,
silencio de muertos. Es un eco que surge de lo más puro de la sangre: libertad,
libertad, libertad…es un recuerdo ancestral de las violencias que han forjado
las patrias....y eso es sagrado”.
El
garrote es un palo más grueso en un extremo que en el otro, lo cual garantiza
la posibilidad de poder lanzar golpes más rápidos de acuerdo al extremo que se
emplee, también está la “vara” que, a diferencia del garrote, es mas pareja y
ligeramente más larga, y la varita, más delgada aún y sin ninguna preparación
especial que se usa hasta que se rompe.
Las maderas empleadas
en la elaboración de los garrotes son por lo general maderas duras y flexibles;
para su fabricación se requieren conocimientos trasmitidos de generación en generación
tales como: las fases de la luna en las que deben ser cortados los maderos para
los garrotes, el proceso de “templanza” de la madera una vez cortada, y el
hecho de que un buen garrote no es producto de la rama de un árbol sino de su
tallo, lo que garantiza una mayor flexibilidad, dureza y un peso liviano.
Los maderos una vez
cortados, son asados al fuego para poder ser descortezados; posteriormente son
untados con alguna grasa animal, vegetal o mineral y dejados al sol y al sereno
nocturno por un periodo de tiempo que oscila entre 30 y 40 días y noches al
término de los cuales, la madera ha cogido un temple específico que la hace no
solo muy dura sino liviana.
Una vez lista la
madera para ser trabajada se procede a alisarla, puede llevar empuñadura o no,
la empuñadura o “empate” básicamente es un tejido realizado en el extremo más
delgado del garrote o en uno de los extremos de una vara; el tejido se realiza
a mano con cordón de algodón (pabilo) o cuero muy fino y puede hacérsele bien
sea un simple anillo o una empuñadura completa, el hilo se teje con una aguja y
normalmente es untado con cera de abejas para darle mayor consistencia al
tejido que, una vez terminado es muy sólido y difícil de quitar; normalmente el
tejido de una empuñadura se hace con hilos de varios colores para adornar
aunque también puede hacerse de un solo color.
Las partes de un
garrote son: la punta, el cuerpo, el empate y el cubo (parte de espacio que
queda entre el final de la empuñadura y la otra punta del garrote) se dice que
cuando un garrote tiene empuñadura está “encabuyado”.
Son estas las razones
por las que el Tamunangue es considerado como una de las expresiones más
importantes del quehacer cultural del país, dada su riqueza a la hora de la
ejecución y esa mezcla de lo profano con lo religioso que es producto de
nuestra herencia aborigen, blanca y negra, que lo convierte en uno de los
bailes más originales de América del Sur.
Rómulo Pérez
“Por una conciencia
Socialista, dejémonos de guardar silencio”
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