lunes, 12 de noviembre de 2012

EL TAMUNANGUE.




“Lo cuentan las voces de los que se resisten”

IDENTIDAD Y TRADICION

 EL TAMUNANGUE. 

En el mes de Junio se efectúan importantes manifestaciones de la cultura tradicional venezolana, esto en virtud de ser Junio el mes en que se produce el solsticio de verano, ciclo astrológico que desde tiempos inmemoriales motivó en el hombre la realización de diversos rituales. 

Se puede decir que todo comenzó cuando nuestros antepasados primitivos, al observar  las estrellas, se dieron cuenta que en determinada época del año el Sol se movía desde el Trópico de Cáncer, hasta el trópico de Capricornio (a estos días se les llamó solsticios de verano y de invierno).  El nombre de solsticio, deriva del latín que significa "Sol quieto" o "Sol detenido", en el día del equinoccio el Sol llega a su punto más alto con respecto al Ecuador y es cuando los rayos solares caen perpendicularmente sobre el Trópico de Cáncer, esto sucede en el mes de Junio, denominándose solsticio de verano.

Nuestros antepasados creían que después del solsticio de verano, el sol no volvería a su esplendor total, ya que los días eran cada vez más cortos, por esa razón, hacían fogatas y ritos con fuego para que la luz reinara sobre las tinieblas, a menudo bailaban y saltaban alrededor del fuego para purificarse y protegerse de las influencias demoníacas, además de creer que con estos rituales el sol se fortalecería de nuevo, de esta forma simbolizaban el poder del sol y lo ayudaban a renovar su energía. 

En la mitología griega a los solsticios se les llama “puertas de hombres y de dioses”, la “puerta de los hombres”, según estas creencias helénicas, corresponde al solsticio de verano en el mes de Junio, a diferencia de “la puerta de los dioses” que corresponde al solsticio de invierno en el mes de Diciembre.

En la “puerta de los hombres” los antiguos griegos daban gracias al sol, encendiendo hogueras y haciendo rituales, buscando la bendición de las tierras y sus frutos, así como buenos augurios para los enamorados y fertilidad para las mujeres, ya que podían disponer de más horas para cumplir con sus tareas y entregarse a la diversión.

Esta tradición ha perdurado a lo largo del tiempo y de la historia en nuestra hermosa Pachamama, como por ejemplo:
a)    En México, los aztecas adoraban de tal manera al sol que cooperaban con él en la “renovación de los fuegos”. 
b)    Los Incas del Perú festejaban, el Inti-Raymi (fiesta del Sol) en la planicie de Sacsahuamán, muy cerca del Cuzco y justo en el momento de la salida del astro rey, el inca elevaba los brazos y exclamaba: “¡Oh, mi Sol! ¡Oh, mi Sol!, envíanos tu calor para que el frío desaparezca, ¡Oh, mi Sol!”.
c)    En Venezuela, la familia Arawak era gobernada por su líder “Shaman”, quien además era el jefe de los ejércitos y guía espiritual, el nombre Shaman significa Hombre-Dios-Medicina y este antiguo jefe guerrero centraba sus sabidurías en torno al Sol, a quien consideraba su padre.   
Con el transcurso de los siglos, específicamente a partir de la edad media, el cristianismo le da un significado propio a estos rituales paganos, para irlos transformando y sacralizando en festividades religiosas a fin de atraer al pueblo hacia el nuevo credo. Para hoy en día se consideran estas fiestas santas y sagradas, es así como bajo la devoción de los santos, subyacen prácticas que se remontan a los inicios de la civilización. 

Durante el ciclo de la puerta de los Hombres, específicamente el 13 de junio, en Venezuela, se celebran fiestas en honor a San Antonio, para agradecerles sus favores, y para cumplir con promesas hechas que giran en torno a la bendición de las tierras, los frutos, los enamorados, la fertilidad, la salud, la economía y la recuperación de objetos perdidos, entre otras cosas más; amenizando estas fiestas con un baile que se llama “El Tamunangue”, éste ritual combina la música con el fervor religioso, iniciando el mismo con una misa al santo. A esta manifestación folklórica también se le conoce como baile de negros o son de negros.

La presencia en “El Tamunangue” de elementos chamánicos, revela su carácter armónico, en virtud de que lo social, lo religioso y lo curativo están íntimamente vinculados,  creando un circuito que integra lo físico y lo espiritual, permitiendo la aparición de realidades imaginables atribuidas al comienzo de los tiempos, y que año tras año son repetidas a través de rituales paganos. 

Se ha discutido mucho el origen del Tamunangue, y se puede decir sin duda que esta tradición está ligada a la religión popular católica; pero, cuando hoy se habla de San Antonio, no se habla de aquel sacerdote franciscano de nombre Fernando de Bulhoes que nació en Lisboa, Portugal el 15 de Agosto de 1195, y murió en Padua, Italia el 13 de Junio de 1231, como lo impone la iglesia, más bien se habla de aquel que toma muchas formas a la vez, como la de lluvia, viento, tambor, hombre y niño, blanco y negro, noviero, batallero y tamunanguero en fin, se habla de la típica representación del pueblo, o sea,  se habla de San Antonio “El Batallero de Lara". 

Cuando el tiempo, emprende un nuevo recorrido, sobre los techos de las casas, sobre los sombreros y sobre los hombros de los habitantes de Lara, es entonces el momento en que se vuelven a escuchar los compases de “La Batalla" género musical de la cultura popular conocida como “El Tamunangue” que anuncia la llegada de San Antonio “El Batallero de Lara".

Aquel que según documentación etnográfica, llegó a Venezuela, en el siglo XVI, en uno de esos galeones de guerra con africanos traídos a la fuerza, y que permaneció con “su tambor" en esos campos junto a los negros de las plantaciones, para tratar de hacer más llevadera la vida de esos hombres destinados a la esclavitud.

Este fraile capuchino al igual que su patrono “San Francisco de Asís”,  no codició nada de riquezas ni de extravagancias, muy por el contrario se atrevió a vivir bajo la más estricta pobreza y en fiel cumplimiento de los Evangelios, creando ese circuito que integra lo físico y lo espiritual, lo mágico y lo religioso, defendiendo a capa y espada los derechos de los negros explotados en Venezuela.

Este fraile capuchino según señala la tradición oral, iba con su tambor recorriendo montañas y valles de Lara, para evangelizar a los Gayones y Jirajaras.

El representó en las voces de su tambor, aquellas otras voces que antes fueron del viento, del trueno y otros dioses prehispánicos, por lo que se quedó habitando para siempre en el alma de la gente de estas tierras como una voz y un lamento, una alegría y un sueño; llamado Tamunangue o Son de Negros.

            Cuenta una leyenda que “el Maculele y el Kalinda realizaban rituales de palos acompañados del son de los tambores, asemejando una batalla de garrotes entre dos hombres, y que el fraile Antonio se emocionaba tanto con este ritual que el mismo tocaba el tamunango”, con este relato entre otros el pueblo de Lara justifica la integración de la batalla al Tamunangue.  

Esta forma de vivir y de evangelizar austera y simple, animó en muchos a convertirse en sus seguidores, pero también fue rechazado y criticado por algunas autoridades de la Iglesia Católica, tal vez por eso, de este fraile no se consiguen registros escritos, salvo los que señala la tradición oral.

            El maestro de música Luís Felipe Ramón Y Rivera dice que la palabra tamunangue deriva del nombre que se le da al tambor que se utiliza en la interpretación de los cantos característicos de esta tradición, “el tamunango”.
           
            El conjunto musical se conforma básicamente con instrumentos tales como: el tiple, el cuatro, el cinco (conocido también como quinto o lira), el tambor tamunango  (Una especie de cumaco de un solo parche clavado) y las maracas, la cantidad de instrumentos varía de acuerdo con el tamaño del conjunto musical, llegando a veces a duplicarse, en ocasiones se incorporan instrumentos de cuerdas dobles, los cuales son variantes de los señalados anteriormente.  

Vale comentar que esta estructura musical es producto de la integración de distintas expresiones culturales, es decir, las maracas son de origen autóctono ancestral, los cordófonos o instrumentos de cuerdas como el cuatro, son de procedencia hispana y los membranófonos o tambores como el tamunango son de ascendencia africana. 

            En cuanto a la indumentaria no existe un traje específico, en algunas ocasiones los promesantes se visten con sus mejores galas, las mujeres llevan faldas largas y blusas de faralaos escotadas hasta los hombros, flores en el cabello y alpargatas, por su parte los hombres van con liquilique, pañuelo al cuello, sombrero de cogollo y botines de cuero.

            No hay una coreografía establecida para las parejas, y los movimientos más comunes son giros y vueltas acompañados con galanteos y persecuciones entre uno y otro. Esta expresión cultural fusiona el compás nativo con el africano y el europeo, con cantos en metáforas las cuales van uniendo las ocho danzas típicas de esta tradición.  

            Al tamunangue le precede un velorio al santo, frente a un altar adornado y con la imagen de San Antonio, con cantos bíblicos: salves, décimas, amables, rondeamantes, gozos, etc. Y por supuesto el rosario. Para estos casos los promesantes contratan a músicos expertos en cantos de velorios, los cantos son a dúos y siempre hay un capitán que se encarga de dirigir y darle letra a los demás músicos.  

            Para el día 13, desde tempranas horas, se reúnen músicos y bailadores, los músicos se van acomodando y buscan su dúo, el cumaco se ejecuta en el hombro y en cuanto a la percusión, de eso se encargan los batalleros con sus palos o garrotes. Mientras van en procesión al son de la batalla, llegan a la iglesia, realizan una misa en honor a San Antonio y luego sacan al Santo de la iglesia, es una fiesta colectiva y muchas personas pagan promesas ese día.

Esta expresión popular consta de ocho danzas o sones conocidos con los nombres de: la batalla, la bella, la juruminga, el chichivamos o yiyivamos, el poco a poco, la perrendenga, el galerón y el seis por ocho o seis figuriao, cada uno de estos cantos y bailes son precedidos por la Salve y La Batalla, la cual se ejecuta durante la procesión. 

            En plena procesión, los batalleros y batalleras ejecutan una pelea simulada con garrotes adornados, elaborados del árbol de guayabo y al terminar la batalla, se colocan en distintos lugares para realizar los sones que le continúan.  

            Entre la gente del pueblo se suele escuchar: “La danza de la batalla tiene un secreto que sólo lo pueden oír los batalleros ya que se les ha metido en la sangre. Por eso cuando vea a dos hombres danzando como es, echándose palo recio y al cuerpo, quédese calladito y observe, que esos hombres están transportados a otra época, cada vez que los garrotes chocan, cuando zumban por el aire, cuando soplan la carne cerquita… en fin, son momentos sagrados... todo eso hace que los batalleros sientan por dentro un canto mágico que es como una mezcla antiquísima de gritos de guerra, ondear de banderas, rechinar de cadenas, silencio de muertos. Es un eco que surge de lo más puro de la sangre: libertad, libertad, libertad…es un recuerdo ancestral de las violencias que han forjado las patrias....y eso es sagrado”. 

            El garrote es un palo más grueso en un extremo que en el otro, lo cual garantiza la posibilidad de poder lanzar golpes más rápidos de acuerdo al extremo que se emplee, también está la “vara” que, a diferencia del garrote, es mas pareja y ligeramente más larga, y la varita, más delgada aún y sin ninguna preparación especial que se usa hasta que se rompe. 

Las maderas empleadas en la elaboración de los garrotes son por lo general maderas duras y flexibles; para su fabricación se requieren conocimientos trasmitidos de generación en generación tales como: las fases de la luna en las que deben ser cortados los maderos para los garrotes, el proceso de “templanza” de la madera una vez cortada, y el hecho de que un buen garrote no es producto de la rama de un árbol sino de su tallo, lo que garantiza una mayor flexibilidad, dureza y un peso liviano.  

Los maderos una vez cortados, son asados al fuego para poder ser descortezados; posteriormente son untados con alguna grasa animal, vegetal o mineral y dejados al sol y al sereno nocturno por un periodo de tiempo que oscila entre 30 y 40 días y noches al término de los cuales, la madera ha cogido un temple específico que la hace no solo muy dura sino liviana. 

Una vez lista la madera para ser trabajada se procede a alisarla, puede llevar empuñadura o no, la empuñadura o “empate” básicamente es un tejido realizado en el extremo más delgado del garrote o en uno de los extremos de una vara; el tejido se realiza a mano con cordón de algodón (pabilo) o cuero muy fino y puede hacérsele bien sea un simple anillo o una empuñadura completa, el hilo se teje con una aguja y normalmente es untado con cera de abejas para darle mayor consistencia al tejido que, una vez terminado es muy sólido y difícil de quitar; normalmente el tejido de una empuñadura se hace con hilos de varios colores para adornar aunque también puede hacerse de un solo color. 

Las partes de un garrote son: la punta, el cuerpo, el empate y el cubo (parte de espacio que queda entre el final de la empuñadura y la otra punta del garrote) se dice que cuando un garrote tiene empuñadura está “encabuyado”. 

Son estas las razones por las que el Tamunangue es considerado como una de las expresiones más importantes del quehacer cultural del país, dada su riqueza a la hora de la ejecución y esa mezcla de lo profano con lo religioso que es producto de nuestra herencia aborigen, blanca y negra, que lo convierte en uno de los bailes más originales de América del Sur.  

Rómulo Pérez

    “Por una conciencia Socialista, dejémonos de guardar silencio”

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