“Lo cuentan las voces de los que se resisten”
Identidad y Tradición
LEYENDAS
ANCESTRALES VENEZOLANAS
EL DÍA Y LA NOCHE
Adaptación literaria de Alejo Urdaneta
Adaptación literaria de Alejo Urdaneta
I
Una masa sin colores era el mundo,
sin luz que diera a las cosas su realidad. Los seres eran ciegos y no se movían
de su lugar: una vida emplazada en la fijeza y sin variedad.
La noche y el día pertenecían a dos magos ancestrales: El “señor de la
oscura noche” y el “señor de la luz”. Estaba la oscuridad oculta en un pañuelo
dentro de un cesto de mimbre, y allí el señor de la noche era el dueño que
impartía la negrura a su antojo.
Nunca el “señor de la oscura noche” dejaba su petaca donde escondía el
misterio de la oscuridad, y cuando salía de casa decía a los nativos que no
tocaran la cesta, a riesgo de que la oscuridad fuese plena y no pudieran ver
las cosas ni seguir los senderos.
Una vez decidió salir a pescar y encargó a su cuñado el cuidado del cesto
de la oscuridad: “No la saques de la casa y no permitas que nadie la toque”.
La curiosidad venció al cuñado y sacó de su escondite el cesto de la
oscuridad. Quedó asombrado al ver que del recipiente comenzó a crecer algo, una
pequeña cosa que estaba en un pañuelo. Al terminar de desarrollarse aquella
extraña cosa, vino la oscuridad y nada podía ver. Rompió a llorar asustado y
huyó por el monte sin saber adónde iba. Luego fue transformándose en un búho
para poder así estar en la noche.
Desde ese momento la noche se extendió por el mundo.
II
El “Señor de la Oscura Noche” estaba recogiendo palmas para su choza
cuando de repente vio venir la oscuridad, y dijo al verla: “¡Caramba. Mi cuñado
ha abierto la cesta que dejé para que la cuidara!”.
Salió del palmar alumbrándose con un manojo de hojas secas encendidas y
tomó el rumbo del río para embarcarse en una canoa que lo llevara a la casa.
En el descenso fluvial nada podía ver, pero escuchó una música que sonaba
en un lugar cercano: flautas y pitos acompañados de maracas hacían la fiesta.
Era el refugio del “señor de la luz”, a quien vio con una larga cuerda en su
mano, que llegaba desde el sol hasta su choza.
Cuando el “señor del sol” quería que hubiese luz, solo tenía que tirar de
la cuerda y aparecía el sol; pero si no lo hacía, el sol permanecía oculto y
era siempre de noche. El “señor de la Oscura Noche” se acercó al otro mago y le
dijo: “Ya estoy fastidiado de tanta oscuridad. Te daré una mujer como esposa si
logras que sea de día”.
El mago del Sol tiró de la cuerda y se hizo la luz; pero al pasar seis
horas volvió a halar la cuerda y regresó la oscuridad.
Dijo entonces el “señor de la Oscura Noche”: “Seis horas no son sino
medio día. Te daré una nueva mujer para que vuelva a salir el sol por otras
seis horas. Así tendremos doce horas de sol para hacer un día completo”.
La propuesta fue aceptada por el “señor del sol”, y esperó que el otro
mago cumpliese su palabra. Pero el “señor de la oscura noche” no tenía otra
mujer para ofrecerla al señor de la luz.
“¿Qué haremos ahora?”, se preguntó el “señor de la Oscura noche”. Y
después de pensarlo cortó con un machete el tronco de un árbol y talló el
cuerpo de una mujer muy hermosa.
La mujer tallada era de verdad muy hermosa y el “señor del Sol” se
enamoró de ella, pero como era de madera no pudo tomarla por esposa. Y se
preguntaba cómo hacer para casarse con ella.
Pasó por el lugar un mono sabio y el “señor del Sol” le dijo: “Mono
sabio, haz que este palo de madera adquiera vida y se convierta en mujer”. No
pudo el mono cumplir la petición porque no tenía poderes mágicos.
Llamó entonces el “señor del Sol” al pájaro carpintero y le pidió lo
mismo: que hiciese que la mujer de madera se convirtiera en mujer de verdad.
El pájaro carpintero pensó que era mejor hacer otra mujer y comenzó a dar
picotazos en el tronco. Fue apareciendo la figura de la otra bella mujer,
tallada con los picotazos del pájaro. Pero al llegar a cierto sitio del cuerpo
de madera, brotó un chorro de sangre. Con esa sangre se tiño la cabeza el
pájaro carpintero. También el petirrojo tiño su pecho con la sangre que manaba
del tronco, y vino el guacamayo e hizo lo mismo.
Pronto notaron los pájaros que aquella sangre tenía la particularidad de cambiar de color, y todos los pájaros se teñían el cuerpo de muchos colores.
Al quedar el cuerpo de madera blanco, porque había perdido el color de su
sangre, vinieron las garzas y se pintaron de blanco, y otras aves también se tiñeron
de blanco. Y por la virtud de aquella sangre de tener todos los matices del
color, las cosas todas adquirieron colores diversos para adornar el mundo.
III
Como acto de
gracia por haber brindado con su sangre los colores de la tierra, la mujer que
había sido tallada en madera se hizo de carne y nueva sangre, y el “señor del
Sol” pudo casarse con ella.
FIN…
Por Alejo Urdaneta.
“Por una
conciencia Socialista, dejémonos de guardar silencio”
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